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Las palabras y los problemas del ministro de Salud de Chile Opinión

Las palabras y los problemas del ministro de Salud de Chile

Bernardo Navarrete Yáñez
Por : Bernardo Navarrete Yáñez Universidad de Santiago de Chile
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El ministro de Salud, Jaime Mañalich, en el cargo desde 2018, fue designado por el Presidente Sebastián Piñera para enfrentar la crisis sanitaria del SARS-CoV-2 y el COVID-19, y para ello se destinó el 6% del PIB de la nación. En este estatus, todos los días se dirige a la ciudadanía a través de los medios de comunicación, para dar cuenta del estado de avance de la crisis sanitaria.

En este contexto, las palabras y la retórica importan. Cuando el ministro afirma que “nuestro drama de la cuarentena en estos momentos, es que hay un nivel de pobreza y hacinamiento que, perdón que lo diga, yo no tenía conciencia de la magnitud, esa es la verdad”, entonces tenemos un problema: las palabras construyen una argumentación sobre las que explico por qué intervengo en un problema, en este caso sanitario, y la retórica de la esperanza inicial, donde todo estaba previsto, pasa a la retórica del miedo, y si bien no todos los males producen miedo, el COVID-19 sí lo hace.

Las palabras del ministro nos llevan a tomar posición, ya que para persuadir se requieren argumentos que deben generarse en el discurso mismo. Asumimos que los argumentos están basados en el conocimiento de la realidad y al ver o leer lo que dice el ministro terminamos posicionándonos, tal vez a nuestro pesar, como optimistas o pesimistas sobre la manera en que el Gobierno ha enfrentado la crisis.

Siguiendo a dos premios Nobel de Literatura, si los primeros son conformistas disfrazados, entonces Winston Churchill los interpretaría mejor: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad y un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Pero si soy de los segundos, entonces el portugués Saramago nos pone en posición crítica: «Los únicos interesados en cambiar el mundo, son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay».

El problema es que estamos en una dicotomía que ordena la realidad, pensando que al optimismo de las autoridades se opondría el pesimismo de los ciudadanos, especialmente el de los más desprotegidos. Si colocamos lo anterior en cargos públicos, el Presidente y su ministro de Salud, se ubicarían en el optimismo y los alcaldes en el pesimismo.

Esta dicotomía era útil hasta que nos informamos, ya no solo por el ministro de Salud sino por otras autoridades, que había una realidad que no conocían: hacinamiento y migrantes abusados por contratos de arrendamiento, tan solo un “pequeño gran detalle” de las desigualdades que saltaron a la vista de esas autoridades. En palabras de Joseph Stiglitz: «Había siempre esta disonancia entre la reputación de Chile en cuanto a su manejo económico y un pobre desempeño en igualdad».

Como bien dice Borges, ante un concepto o problema difícil, la mejor estrategia es usar la expresión «como todo el mundo sabe». Y nos quedamos, con que todos sabíamos la realidad social de nuestro país y las desigualdades territoriales de sus 345 comunas, excepto el ministro y los otros ministros y las otras autoridades, ¡salvo los alcaldes!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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