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Pedro Aguirre Cerda en la memoria Opinión

Pedro Aguirre Cerda en la memoria

Enrique Corvetto Castro
Por : Enrique Corvetto Castro Profesor de Estado y periodista. Autor de “Gobernar es Educar” y de “1962: Los secretos del mundial imposible”.
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El 25 de noviembre de 2021 se cumplen 80 años del fallecimiento de uno de los presidentes de la República más recordados y queridos en la historia de Chile. Se trata del profesor, abogado, intelectual, masón, empresario, agricultor y radical, Pedro Aguirre Cerda. La tuberculosis, una enfermedad contagiosa muy similar a lo que hoy es el COVID-19, le arrebató la vida a los 62 años, cuando aún ejercía la máxima magistratura.

Su funeral debe ser el más concurrido en la historia de nuestro país. Archivos de la época establecen que, entre su velorio, misa y funeral en el Cementerio General, asistieron más de 750 mil personas, un número impactante considerando que Santiago en 1941 contaba con una cifra cercana a los 950 mil habitantes. Micros y camiones desde provincias llegaron a despedir al Presidente que instauró el concepto de “pueblo” al dirigirse a la ciudadanía, en reemplazo de “chusma querida”, acuñada por Arturo Alessandri. Pero, ¿qué hizo Aguirre Cerda para ganar el cariño de la gente y el respeto político y social de manera transversal?

Por “cultura general” es altamente probable que el legado de este Presidente esté ligado a la educación y creación de Corfo, sin embargo, luego de indagar en profundidad sobre él y de publicar un libro a comienzos de este año junto con el periodista Gonzalo Valero, investigación histórico-periodística denominada Gobernar es educar: historias de Pedro Aguirre Cerda, se puede desprender un cúmulo de elementos interesantes sobre su vida, obra y contexto en el cual le tocó gobernar, que bien vale la pena poner en relieve especialmente por estos tiempos.

El profesor y abogado provino de una familia modesta de Calle Larga, Provincia de Los Andes, y llegó a ser uno de los profesionales más preparados del país al contar con dos títulos y perfeccionarse en Francia y Estados Unidos. Hizo clases nocturnas, conoció la realidad rural, fue dirigente sindical, además de acceder a cargos de elección popular como diputado, para luego ser ministro de Estado en tres ocasiones. Por lo apuntado, Aguirre Cerda estaba conectado con la realidad y, por lo mismo, hubiese sido impensado que como ministro tuviese una frase desafortunada que fuera a generar un ruido o avalancha social, y menos como Primer Mandatario. Como un hecho aislado, y tal vez como parte del anecdotario, se le recuerda que como candidato a la Presidencia en 1938 confundió en su discurso a Arica con Arequipa, lo cual sacó en el público ariqueño carcajadas. Su preparación le hizo escribir dos libros –problema industrial y agrario– y se codeó con intelectuales y poetas como Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

Su mandato se materializó en momentos de profundas crisis económicas y divisiones ideológicas entre el nazismo y comunismo, que dieron paso a la Segunda Guerra Mundial. En este sentido prevaleció por sobre todo su mirada republicana, donde la máxima bandera como hombre de derecho era la democracia, sin espacios para influjos extremistas ni totalitarios. Recordar que, pese a ser apoyado por comunistas y socialistas, la matanza del Seguro Obrero en septiembre de 1938 –por parte de la última etapa del mandado de Alessandri– hizo que los “nacis” criollos se inclinaran en las urnas por él. En este sentido, el espíritu de tolerancia hizo que pudiera establecer vínculos con todas las ideologías y credos de manera de llevar “la fiesta interna en paz”, aunque mucho se le critica por exacerbar su tolerancia con los “nacis” criollos, cuando era un movimiento aún desconocido. Esta idea de “sentar a todos a la mesa” sin duda tuvo turbulencias, y a fines de su mandato cortó en seco el crecimiento del nazismo en nuestras tierras. Pese a ser laico, tuvo buena relación con la Iglesia católica, en especial con el arzobispo de Santiago, José María Caro, con quien cultivó una amistad que se vio enrarecida especialmente en sus últimas horas de vida.

Su mandato espantó todo tipo de fantasmas sobre la política del terror, la cual sembraron sus contendientes al advertir que la economía y el país se irían directo al despeñadero, al igual que las experiencias de los frentes populares en Francia y España en los años 30. No desatendió ni desarrollo humano y progreso económico, instaurando en este último aspecto las bases para un Chile industrial y moderno. El mismo Aguirre Cerda mencionó que era partidario de las revoluciones con cara de reformas profundas. También a Alberto Baltra Cortés, uno de sus asesores económicos, le hizo mención de su desconfianza de la “mano invisible” de Adam Smith, por lo que apeló a la idea de Estado-empresa.

Aguirre Cerda sin duda no es moneda de oro y tuvo sombras. No alcanzó cabalmente a cumplir su programa, pues tuvo que reconstruir cuatro regiones de Chile luego del terremoto de Chillán cuando comenzaba su mandato, además de lidiar con un Congreso en contra y constantes pugnas en su misma coalición. Esto de alguna manera lo llevó a no poder atender el anhelo de la sindicalización campesina a través de la Liga de los Campesinos Pobres, quizá su gran deuda.

Más allá de lo expuesto precedentemente, es un hecho de la causa que a “don Tinto” no le tocó fácil, en un ambiente marcado por la incertidumbre económica y social, sin embargo, con intento de golpe de Estado orquestado por Ibáñez del Campo y todo, pudo dar gobernabilidad, la cual se mantuvo por las siguientes administraciones hasta el 11 de septiembre de 1973.

En tiempos complejos, a veces es conveniente mirar un poco hacia atrás y sacar las enseñanzas de nuestra historia.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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