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¿“No más políticos”? No, más política Opinión

¿“No más políticos”? No, más política

Sergio González Araneda
Por : Sergio González Araneda Profesor de Filosofía y Estudiante de Magíster en Filosofía.
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La última semana el país se vio espantado por el asesinato de la carabinera sargento 2° Rita Olivares en medio de un procedimiento en Quilpué. El lamentable hecho dejó hasta el momento a dos detenidos implicados en el homicidio. El domingo 26 de marzo se realizó la ceremonia de despedida y velorio de Rita Olivares, instancia que por momentos fue transmitida en vivo por los noticieros nacionales. En esa transmisión en vivo, en medio de entrevistas al paso que lograban realizar los y las periodistas, se lograba escuchar cánticos con tono de exigencia por parte de los asistentes: “¡Qué renuncie Boric!” y “¡no más políticos, no más políticos!”.

El asesinato de Rita Olivares sin duda es un hecho terrible que no solo pone en tela de juicio las medidas en contra del alza de las tasas delictuales o el real compromiso por parte de gobernantes para poner un freno a la delincuencia, sino que también nos interroga como sociedad a un nivel ético, por ejemplo, en relación con los modos de interacción social y el reconocimiento de una autoridad legítima. Muy probablemente el cántico “no más políticos” es consecuencia de lo anterior, de un sentimiento de frustración, de rabia y de ausencia de respuestas y respaldos por parte de “los políticos”.

Sin embargo, ante una situación tan compleja y multifactorial como el incremento de las tasas delictuales o, incluso, el asesinato mismo de Rita Olivares, se hace imperativo que como sociedad tomemos distancia para observar e intentar tomar medidas racionales y efectivas respecto del fenómeno delictual. Hannah Arendt, filósofa que conoció de cerca el horror nazi, insiste en la idea de que la política es un ejercicio relacional que se desarrolla entre-los-humanos, es decir, la política es una relación entre humanos libres cuyo objetivo es la interacción, comunicación y actuar conjunto que asegura la convivencia civilizatoria. En otras palabras, el ejercicio de la política, el disenso y la capacidad de establecer acuerdos, serían condiciones mínimas para la supervivencia de una sociedad civilizada, una sociedad que se reconoce en diversidad y pluralidad.

Resultan peligrosas las posturas extremas y absolutas tales como exigir “¡no más políticos!”, independientemente del nombre del político que ocupe X cargo en X tiempo. Porque, de acuerdo con Arendt, esto solo conduciría a la supresión del ejercicio cívico que habilita el reconocimiento de ciudadanos libres, iguales en derecho y diversos. Recurriendo a otro registro, lo que descansa bajo la supresión de “los políticos” es un ordenamiento que no se basa en el diálogo o la acción conjunta en razón de objetivos compartidos, sino un ordenamiento que obedece a la fuerza y la coacción. Esto es precisamente la lógica que opera en las dictaduras –como la dictadura de Pinochet– y los regímenes totalitarios que tanto preocuparon a Arendt.

Ahora bien, la crítica al desempeño de políticos particulares como lo es el Presidente Boric es sumamente legítima, cuestionar sus propuestas, exigir mayores compromisos o coherencia con su programa de gobierno, con sus discursos públicos; de hecho es necesario que así sea. Lo que no resulta legítimo es la intención de suprimir “los políticos” porque, consecuentemente, traería consigo la supresión de “la política”. Dicho de otro modo, es preciso advertir que una cosa es la función burocrática-administrativa que desempeña X ciudadano (Gabriel Boric es Presidente, por ejemplo) y otra cosa es el aspecto constitutivo de nuestra ciudadanía: ser-políticos, es decir, participar de los asuntos públicos que interesan al país (recuérdese que “política” deriva del griego Πολιτικά: “asunto de las ciudades/polis”).

Resulta espantoso el asesinato de la sargento Rita Olivares, pero el espanto no es solución al espanto. El problema de la delincuencia evidentemente es un problema político, en tanto atañe al Estado y a las ciudades y, por lo tanto, solo puede encontrar solución en el ejercicio de la política, es decir, en la confrontación de ideas y la acción conjunta que encuentra soluciones a dicha confrontación. Este es el horizonte mínimo de civilidad que ante situaciones de crisis fácilmente se oculta, pero que como ciudadanos que participan de la política debemos siempre tener frente a nuestros ojos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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