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El país bipolar Opinión

El país bipolar

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Lo que sí es un hecho es que, en un país polarizado, dominado por un partido de extrema derecha y conservador, con un Gobierno de izquierda, es probable que vuelvan a resurgir aquellos grupos que fueron derrotados en 2022, a medida que los partidos sigan dominando la escena y la agenda conservadora se vuelva a imponer. Un dato no menor es que casi un 14% de las personas se tomó la molestia de ir a votar nulo –el más alto porcentaje registrado hasta ahora y que incluso superó la votación de varios conglomerados–, lo que puede interpretarse como un señal de protesta por la “cocina” que fijó las reglas del juego, de espaldas a los independientes y la sociedad civil.


Cuando, con el paso de los años, se analice el período político entre 2019 y 2023, costará entender qué ocurrió en nuestro país. En 2020, un 80% de la población votó por cambiar la Constitución originada en dictadura. Luego, los partidos políticos –de todos los sectores– fueron duramente castigados en la elección de la fallida Convención –cuando más del 60% de los 155 electos fueron independientes–. A continuación, fue elegido Presidente –con la más alta votación registrada hasta ahora– un hombre de izquierda, Gabriel Boric, para luego, en 2022, ser rechazada la propuesta, que aparentemente reflejaba un país progresista, por casi un 62%. Finalmente, ayer, el Partido Republicano –ultraconservador, de extrema derecha– arrasó, transformando su votación en la mejor de la historia para la derecha. Una verdadera montaña rusa. La bipolaridad chilensis.

Por supuesto que este resultado categórico deja una duda sobre cuánto es el respaldo real del Partido Republicano en la población, considerando que su campaña –impecable desde el marketing político: el miedo siempre es el mejor motor para el elector común y corriente– se concentró casi en un 100% en el tema de seguridad. Casi como si estuviéramos eligiendo al Fiscal Nacional o al sheriff del condado. Así y todo, esta fue la elección que ha generado el menor interés de los chilenos en toda su historia –fatigados de votar una y otra vez estos años, sumado al fracaso de la Convención anterior. Tanto es así que ni el voto obligatorio fue impedimento para que millones de chilenos se quedaran en su casa el domingo, en comparación con el 85.7% que concurrió a las urnas el 4S.

El 7 de mayo, la bipolaridad del país se expresó en toda su magnitud, porque la paradoja de los resultados de ayer es brutal. El partido que se ha opuesto con fuerza a cambiar el texto actual –un anhelo del 80% de la población hace menos de cuatro años–, que planteó durante la campaña que, incluso, retrocedería en temas superados hace décadas –como el aborto en tres causales–, se convirtió en el partido más votado de Chile, por tanto, el más importante. Además, por sí solos tendrán casi la mitad de los encargados de redactar el nuevo texto. Si sumamos a los 11 de Chile Vamos, el sector contará con el 70% de los consejeros, es decir, superarán con creces el quórum de 3/5 y, por tanto, podrán escribir el texto que quieran, sin contrapeso. Los otros 17 consejeros, todos de la coalición oficialista, actuarán como un elemento decorativo, sin ninguna capacidad de negociar nada. Y, claro, habrá otro adorno: un representante de los PPOO, que son el 12,8% de la población, en comparación con los 17 que participaron en el proceso anterior.

Por otra parte, el centro político –y los viejos cracks como Frei, Zaldívar y Bitar– resultó castigado a tal forma, que la ex Concertación no eligió ningún consejero. Aunque, sin duda, el gran derrotado fue el Partido de la Gente. Un demacrado Franco Parisi corrió directo al aeropuerto para tomar su vuelo de regreso a EE.UU. una vez conocidos los resultados, argumentando una operación política para perjudicarlos. No cabe duda que el caso de la candidata por la Región de Arica y Parinacota –condenada por narcotráfico– parece haber sido un golpe mortal para este partido populista que se pavoneaba, hasta hace una semana, con que sería el gran ganador de la jornada. Esto demuestra la sensibilidad de la gente en este momento frente a cualquier tema que huela a delincuencia. Parisi, por tanto, cayó en su propia trampa.

A partir de hoy comienza a reordenarse el tablero político chileno, considerando que se inicia el ciclo de elecciones que desembocará en la presidencial de 2025. La Moneda deberá hacer un análisis de cuán responsables son del avance del Partido Republicano y cómo se las arreglarán para intentar avanzar con un programa al que poco le queda del original, con un Kast empoderado al frente. Hoy Chile amanece con un nivel de polarización alarmante, con un centro completamente borrado del mapa. La derecha –que por primera vez supera por lejos el tercio clásico– tendrá el desafió de evitar el “síndrome Stingo” –acuñado por ellos mismos anoche– y jugarse por evitar que el péndulo, la bipolaridad de este país, se repita de manera calcada al proceso anterior, pero esta vez al revés. Chile Vamos tendrá que tomar la opción de sumarse a la extrema derecha de Kast o apuntar al centro para evitar una nueva tragedia griega, es decir, que el texto se rechace por segunda vez.

En la centroizquierda ocurrirá lo mismo. El bloque PPD, PR y DC –golpeado duramente ayer, bajo la sonriente mirada del PS que se jugó por unirse al oficialismo– tendrá también que enfrentar la disyuntiva de seguir en solitario, con el riesgo de desaparecer o sumarse a Apruebo Dignidad para intentar recomponerse de las cenizas. Ser cola de ratón a veces es una carta de salvación

Lo que sí es un hecho es que, en un país polarizado, dominado por un partido de extrema derecha y conservador, con un Gobierno de izquierda, es probable que vuelvan a resurgir aquellos grupos que fueron derrotados en 2022, a medida que los partidos sigan dominando la escena y la agenda conservadora se vuelva a imponer. Un dato no menor es que casi un 14% de las personas se tomó la molestia de ir a votar nulo –el más alto porcentaje registrado hasta ahora y que incluso superó la votación de varios conglomerados–, lo que puede interpretarse como un señal de protesta por la “cocina” que fijó las reglas del juego, de espaldas a los independientes y la sociedad civil. Es probable que ahí se esté incubando una molestia que comience a salir a flote a partir de ahora.

Y aunque el Partido Republicano –su líder dijo hace unos días que a ellos les va bien cuando al país le va mal, una frase que refleja nuestras miserias y nuestra bipolaridad– debe estar prendiendo velas a Rojas Vade, la tía Pikachu, al señor que votaba desde la ducha y a aquellos que con su intransigencia se farrearon la oportunidad de haber tenido una nueva Constitución el año pasado, esperemos que no sufran la misma tentación y el error de los otros, de creer que este resultado los faculta para pasar la aplanadora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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