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México 2024: candidatos mediocres, democracia en riesgo Opinión Latinoamerica21

México 2024: candidatos mediocres, democracia en riesgo

Alejandro García Magos/ Latinoamérica21
Por : Alejandro García Magos/ Latinoamérica21 Cientista político y economista. Doctor por la Universidad de Toronto. Editor Senior en Global Brief Magazine. Especialista en Diseño de Investigación Social en RIWI Corp.
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Las campañas que empiezan rumbo a las elecciones presidenciales del próximo año no apuntan a ser un combate de ideas, qué va. Pero eso no significa que las elecciones de 2024 sean inconsecuentes. Todo lo contrario. Se juega ni más ni menos que la supervivencia del país tal como lo conocemos.


El nivel del debate político en México está por los suelos. No ayuda tener un presidente que ha vaciado de sustancia el lenguaje político, y cuya palabra es como el ruido de la calle: se le oye, pero no se le escucha. En este contexto, las campañas que empiezan rumbo a las elecciones presidenciales del próximo año no apuntan a ser un combate de ideas, qué va. Pero eso no significa que las elecciones de 2024 sean inconsecuentes. Todo lo contrario. Se juega ni más ni menos que la supervivencia del país tal como lo conocemos. Para dejarlo claro, en estas elecciones hay dos opciones muy claras. Por un lado, los partidos tradicionales (PAN, PRI, PRD), que defienden el orden constitucional de 1917 y el legado de la transición democrática (1977-1996). Por el otro, el oficialismo de Morena y sus aliados (MC, PT, PVEM), que proponen un nuevo régimen político todavía sin contornos precisos pero con AMLO y su entorno en el centro. De forma tal que, desde cierto punto de vista, y habida cuenta de lo que nos jugamos, los candidatos en si no son tan relevantes. Pero volvamos nuestra mirada hacia ellos.

Claudia Sheinbaum: la delfín de AMLO

Claudia Sheinbaum es la candidata del oficialismo. Se trata de una funcionaria gris cuya trayectoria política ha corrido siempre bajo la sombra y dirección de AMLO, de donde no se ha apartado un milímetro. Pero si creen que se trata de almas políticas gemelas, jeje, ya se fueron con la finta. AMLO y Sheinbaum no podrían ser más diferentes por origen e historia. AMLO es un líder social llegado de la entraña misma de los trópicos mexicanos, que llegó al poder agitando la calle. Sheinbaum pertenece a una clase media ilustrada capitalina, y su ascenso al poder ha seguido derroteros meritocráticos, en la medida que ha sabido mostrarle a AMLO lo que él más aprecia en un subordinado: sumisión absoluta. Esto es al punto que en los últimos años hemos visto lo que yo llamaría la tropicalización de Claudia Sheinbaum. En efecto, si durante toda su carrera política se mostró como una figura fría y académica, dándose aires intelectuales, en los últimos tres años se ha mimetizado con su jefe. Es impresionante verlo. Ha adoptado el mismo tono de voz y las muletillas de su jefe. Da pena ajena.

Xóchitl Gálvez: puede, ¿pero lo quiere?

Por el lado de la alianza opositora tenemos a la senadora Xóchitl Gálvez, quien irrumpió con fuerza este año para hacerse de la candidatura opositora. Irónicamente fue el mismo AMLO quien la impulsó. En un arrebato de soberbia, no la quiso recibir en su programa matutino y rectificar sus infundadas críticas a la senadora. Xóchitl despertó gran entusiasmo entre la población, quien en un principio la percibió como alguien que podría plantarle cara a López. Ello entre otras cosas porque descolocaba el discurso pro-pobres e indigenista, clientelista de este gobierno: Xóchitl es una indígena otomí que por sus méritos escaló económicamente. Ese inicial entusiasmo, sin embargo, se ha ido diluyendo. La senadora, lejos de írsele a la yugular a AMLO y Sheinbaum, ha preferido hacer una campaña de ocurrencias y gracejadas, que ha tenido poca resonancia entre la sociedad. Su barco hoy hace agua y muchos se preguntan si realmente quiere ganar. Su partido, el PAN, fue uno que durante muchos años no quería ganar, sino que se conformaba con ser oposición y fungir de compás moral. Pareciera que Xóchitl va en esa línea.

Samuel García: 15 minutos de infamia

Al momento de escribir estas líneas no queda claro que Samuel García será candidato. Tampoco se sabe si sigue siendo gobernador del estado de Nuevo León (fronterizo con Texas). En los últimos días armó un sainete al dudar si seguir como gobernador o lanzarse por la presidencia de México. Mientras se aclara el asunto, lo que hay que saber de él es que su candidatura fue impulsada por AMLO para dividir el voto opositor. Lo segundo a saber es que sus principales cartas políticas son su supuesta juventud (35 años) y una pretendida llaneza en su habla de impostado estilo ranchero. Pero donde unos ven frescura, otros vemos chabacanería; cuestión de enfoque y de gustos personales. Ah, y una cosa más: el principal capital político de García es su esposa, la influencer Mariana Rodríguez Cantú, quien le presta sus reflectores y seguidores en redes sociales. Estamos ante otro caso de lo que en EUA llaman un power couple.

Verástegui: el llanero solitario

Queda otro candidato: Eduardo Verástegui, actor de telenovelas a quien quizá recuerden en Una luz en el camino (1998), Soñadoras (1998-1999) y Alma rebelde (1999). Verástegui se ha reinventado como un libertario mexicano, y presume su cercanía con Javier Milei, y el líder de Vox en España, Santiago Abascal. Lo cierto es que lo tiene muy difícil. Pero en política no hay imposibles. Para muestra un botón: entre mis conocidos que apoyan a AMLO, la candidatura de Verástegui es vista con buenos ojos. Lo perciben como el Bukele mexicano. ¿Cómo explicar que un votante de AMLO considere votar por un candidato en las antípodas? Respuesta: porque quizá no estén en las antípodas. Bukele, AMLO, Trump, Sanders, Milei y Verástegui, todos ellos se presentan como outsiders, antiestablishment, y declarados enemigos de imaginadas “castas”, “mafias del poder”, “viejas ideas”, “vieja política”. “The Swamp”, “Washington”, “la politiquería”. No importa cómo lo llamen. El objetivo es conectar con la inmensa y justificada frustración y enojo que existe contra los gobiernos. Aunque ello nos cueste la democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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