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La derecha chilena y la mala memoria Opinión Manuel Lema/AgenciaUno

La derecha chilena y la mala memoria

Mauricio Jelvez
Por : Mauricio Jelvez Economista, Foro Desarrollo Justo y Sostenible.
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En la medida que la transición democrática se seguía desplegando con gobiernos sucesivos del mismo signo, se fue dando una serie de otros acuerdos, en los que también convergió la voluntad del oficialismo y la oposición.


El período más prolongado en nuestra historia republicana de crecimiento económico y mejoras sustantivas en el bienestar social de la población ocurrió en la década de los 90.

Muchos son los factores que explican este desempeño, pero esta vez me parece importante concentrar la atención en dos que jugaron un rol esencial. Uno, la convicción de la Concertación de Partidos por la Democracia de que, en la medida que aplicáramos políticas económicas y sociales distintas y distantes de las del recetario neoliberal, al país le iría mejor. Dos, la disposición al diálogo y a mínimos entendimientos de parte de la oposición y de los principales gremios empresariales y laborales a buscar acuerdos que posibilitaran realizar reformas imprescindibles para corregir algunos aspectos del nefasto lastre que nos dejaba la dictadura cívico-militar.

Así, pudimos realizar al inicio de la transición reformas a la Constitución, Código del Trabajo y tributaria.

Por cierto, en ese entonces, no faltaron las voces de sectores de derecha que anunciaban el caos a partir de las mismas. Sin embargo, se contó con el liderazgo de políticos de derecha y de los presidentes de la CPC (Manuel Feliú) y la CUT (Manuel Bustos), que entendieron que la recuperación de la democracia exigía de una voluntad de entendimiento.

En la medida que la transición democrática se seguía desplegando con gobiernos sucesivos del mismo signo, se fue dando una serie de otros acuerdos, en los que también convergió la voluntad del oficialismo y la oposición. Entre estos hitos se pueden identificar la reforma constitucional del 2005; la reforma tributaria, en el primer Gobierno de Michelle Bachelet, que permitió al Gobierno de Sebastián Piñera mantener el impulso reactivador que se venía dando desde la crisis subprime, y el esfuerzo que exigía la reconstrucción del terremoto del 27F.

Luego, en el segundo Gobierno de Sebastián Piñera, en el contexto de la crisis del COVID-19, bajo el liderazgo de la presidenta del Senado, Yasna Provoste, se llevó a cabo un “acuerdo de mínimos” que hizo posible sacar adelante una serie de medidas que permitieron enfrentar con mayor efectividad la crisis económica y social que la pandemia estaba generando.

Desde luego, hay más ejemplos que se pueden citar en este período de 33 años desde recuperada la democracia, pero estos dan cuenta de un hecho de suyo importante a considerar por toda la clase política: cada vez que fuimos capaces de ponernos de acuerdo, al país le fue mejor.

Desgraciadamente, en el presente todo parece indicar que estas lecciones han sido olvidadas por la derecha y los gremios que agrupan a las grandes empresas del país. Hoy lo que predomina es la polarización y una actitud obstruccionista hacia el Gobierno del Presidente Boric.

Pareciera ser que la energía que los mueve está dada por un afán revanchista ante lo que consideran como la respuesta proporcional hacia sectores de izquierda que percibieron otrora con la misma actitud cuando ellos gobernaron. Ello, a pesar del mea culpa que con grandeza ha hecho el Presidente Boric y sus respectivos llamados al entendimiento con la oposición.

Por el lado empresarial, no queda sino lamentar cómo los liderazgos del último tiempo perseveran en desconocer que la realidad del país exige de nuevas reformas para garantizar una trayectoria de mejoramiento continuo en las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos. Su miopía ha llegado al extremo de que, en lugar de allanarse a un acuerdo en torno al proyecto de reforma tributaria bastante austero en términos de recaudación, han sostenido que lo aconsejable sería bajar los impuestos. El mundo al revés.

De nuevo, la mala memoria les lleva a desconocer las voces de su sector que, en el contexto del estallido social, reconocieron la necesidad de aportar con un mayor esfuerzo para contribuir a enfrentar las causas del malestar social que subyacían en esta implosión social.

Por otra parte, los líderes de Chile Vamos, al sentirte amenazados por la posibilidad de ser desbordados por la extrema derecha, el Partido Republicano, en lugar de optar por una estrategia de diferenciación, han terminado por mimetizarse con sus planteamientos.

A su vez, los partidos Demócratas y Amarillos, hasta ahora, han optado por inhibirse de jugar un rol de moderación dentro de la alianza que tienen con la derecha.

En este escenario, solo será posible superar la excesiva polarización que nos afecta y honrar los tiempos en que contribuyeron constructivamente a alcanzar acuerdos que le hicieron bien al país, si se asumen dos principios básicos. Uno, no se puede pretender gobernar con tus ideas cuando eres oposición y minoría y, dos, ser capaces de reconocer con humildad y pragmatismo que, siempre que acordamos reformas que se alejaron del paradigma neoliberal, quien ganó no fue una coalición de gobierno, sino que todos los chilenos y chilenas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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