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Sin atajos: de diálogos constituyentes a conversaciones cotidianas Opinión Imagen referencial

Sin atajos: de diálogos constituyentes a conversaciones cotidianas

Es verdad que el debate sobre una nueva Constitución es la gran conversación que puede tener un país, pero esta conversación no tiene sentido si no están teniendo lugar miles de conversaciones que deberíamos tener día a día sobre nosotros mismos y nuestras vidas.


Para muchos la victoria del Rechazo en septiembre de 2022 fue un acontecimiento lapidario, casi definitivo. La constatación era que, frente a la oportunidad histórica de transformación, los chilenos y chilenas no somos capaces de dar el paso, nos quedamos atrapados en el temor o presos de lo que algunos llamaban falsa conciencia de clase. Cuando ganó el “En contra” en diciembre de 2023, la sensación de muchos fue de alivio, al parecer, el pueblo de Chile tenía sentido común.

Es verdad que en 2022 la campaña del miedo de las derechas tuvo un papel importante, pero creemos que hay más asuntos de fondo que considerar. En particular, identificamos tres valoraciones presentes en la sociedad chilena que han sido poco atendidas. Están asociadas a la trayectoria de la vida social y económica del país, que se han hecho más presentes en los contextos de crisis recientes.

La primera, es el relativo bienestar material y estabilidad política/social de que goza el país. El imaginario de los ochenta versus la realidad material que vivimos hoy, cala profundamente en aquellas personas que experimentaron las penurias de aquellos tiempos y que, a pesar de seguir siendo parte de las mayorías populares, hoy identifican una diferencia notoria en estos dos momentos de la historia reciente.

La segunda es que lo solidario y/o colectivo parece ser una solución atractiva solo en la medida en que la libertad, el esfuerzo y las recompensas individuales, por más pequeñas que sean, no se vean amenazadas. Como señala Kathya Araujo, en la sociedad chilena habita una ambivalencia que apela al sujeto como responsable de sí mismo, al mismo tiempo que critica el modelo neoliberal.

Una tercera valoración es la defensa del conservadurismo, de las tradiciones, de la idea de una patria hecha a la luz del colonizador europeo. Está asociada al racismo y al patriarcado, por el miedo que persiste frente a la otredad capaz de alterar todo orden de lo establecido, y que recuerde nuestra morenidad y las formas de opresión explícitas y latentes detrás de esta realidad material.

El relato que propuso en 2022 buena parte de la Convención tensionó estas valoraciones. Contribuyeron a esto propuestas sumamente abstractas que no se acoplaron a las necesidades de esta mayoría incluida en la votación, que es principalmente popular, que está atravesando una crisis económica, y que pudo sentir amenazadas sus mínimas seguridades o certezas materiales, conseguidas al alero de este modelo.

El 17 de diciembre de 2023 la gente votó en contra de un texto constitucional que ponía en riesgo otra valoración que se ha venido asentando en los últimos diez años: la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Por supuesto que hay otros factores que ayudan a entender el resultado, como la desconfianza generalizada en la clase política (que también operó en 2022) y el desgaste de la “vía constitucional” como mecanismo de solución de los problemas del país, pero la importancia del voto de mujeres jóvenes por la opción “En contra” nos parece sintomática. Esto mismo es lo que observamos el 2021 cuando Kast fue candidato presidencial.  

Ambos textos constitucionales fracasaron al proponer proyectos de sociedad predefinidos. La gente no los quiso y con razón. Ambos eran, de algún modo, atajos para producir sociedades inexistentes. Hoy, habiendo cerrado el camino constitucional, volvemos a confrontarnos con lo real, con la sociedad que tenemos: una sociedad paradójica, contradictoria. Que valora el cuidado del medio ambiente, pero valora aún más la idea de crecer y tener empleo. Que valora una buena educación, en la medida en que esta implique que los niños sean disciplinados, compitan y sean exitosos. Una sociedad que aprecia sus barrios y a sus vecinos, pero que no participa en sus organizaciones. Una sociedad que critica el individualismo, pero que no sabe cómo construir procesos colectivos. Una sociedad que se siente abusada por los poderosos, pero no es capaz de producir procesos asociativos y construir poder desde abajo. Una sociedad que quiere más derechos, pero que le cuesta asumir sus propias responsabilidades.

Ante estas paradojas y contradicciones, lo que cabe es hacer el camino largo. Este implica construir capacidad de encontrarse y conversar en las diferencias, de reflexionar desde nuestras propias experiencias y no desde un prejuicio o ideología. Un aprendizaje que nos deja este momento político es la importancia de recuperar la vida cotidiana como un espacio político, condición de la emergencia de propuestas para transformaciones estructurales. Como sostenía la socióloga húngara Ágnes Heller debemos considerar como una ilusión la idea de abolir primero la alienación económica y política para luego estar en condiciones de humanizar las relaciones cotidianas.

Es verdad que el debate sobre una nueva Constitución es la gran conversación que puede tener un país, pero esta conversación no tiene sentido si no están teniendo lugar miles de conversaciones que deberíamos tener día a día sobre nosotros mismos y nuestras vidas. Nos vinculamos con lo público a través de los medios de comunicación, no de conversaciones entre personas. No participamos de la vida pública, somos testigos de ella, espectadores. Estamos encerrados en la vida familiar, con círculos amicales pequeños y unos niveles de vida asociativa en mínimos históricos. Nos acostumbramos a no hablar de política ni de religión, a evadir todo tipo de conversación que nos pueda llevar a un conflicto, pero las contradicciones que nos habitan no se resuelven dejándolas de lado o ignorándolas. La gran conversación que Chile debe recuperar es la más pequeña de todas: la de la esquina, la de la calle, la del café y la del bar. No existen atajos.

 

  

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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