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¿Hacia una nueva elección Biden-Trump? Opinión BBC

¿Hacia una nueva elección Biden-Trump?

Juan Pablo Glasinovic Vernon
Por : Juan Pablo Glasinovic Vernon Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), magíster en Ciencia Política mención Relaciones Internacionales, PUC; Master of Arts in Area Studies (South East Asia), University of London.
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Todas las encuestas muestran que, al igual en la anterior ocasión, será una elección estrecha. Por supuesto que quedan muchos meses y eso en política es mucho tiempo, pero un factor que será decisivo es el mundo de los independientes. Y esto podría favorecer a uno u otro según el contexto.


Como sabemos, Estados Unidos tiene un sistema de primarias y caucus por estados, sin reglas uniformes,  mediante el cual cada partido elige a quien será su candidato presidencial (también hay primarias a nivel del congreso e incluso en los gobiernos locales, gobernadores, alcaldes y concejales). Lo que sí se mantiene más o menos invariable es la secuencia de los estados que realizan sus elecciones, partiendo en enero y terminando en junio.

Las primarias son organizadas por los estados o gobiernos locales, mientras los caucus lo son por los partidos y son, en realidad, verdaderos mítines donde los candidatos tienen la posibilidad de exponer, ser interpelados y dialogar, para terminar en votaciones que pueden ser hasta a mano alzada.

Se parte siempre con Iowa, para seguir con New Hampshire. A pesar de que estos estados mueven poco la aguja en cuanto al número de delegados, por ser los primeros y un barómetro de lo que puede seguir, siempre se les asigna gran importancia y la derrota temprana ahí suele traducirse en el retiro de candidaturas.

Sin duda que este proceso es un tremendo ejercicio democrático, mediante el cual quien aspire a un cargo debe competir con otros dentro de su partido para, una vez nominado, hacerlo contra los otros candidatos que pasaron por el mismo proceso. En el caso de los independientes, deben conseguir un número mínimo de firmas por estado para poder ser candidatos.

Cada cuatro años entonces, los aspirantes a la Casa Blanca deben correr una verdadera maratón que comienza al interior de sus partidos, en un recorrido por todo el país con centenares de intervenciones y actos de campaña, para después dedicar otros meses a la lid presidencial.

Para los republicanos, las primarias culminan este 2024 en julio, con su convención donde se consagra al candidato presidencial. Esta tendrá lugar del 15 al 18. En el caso de los demócratas, esta sucederá entre el 19 y 22 de agosto.

En esta ocasión las primarias y caucus tienen una condición distinta, sumando a demócratas y republicanos. En ambos casos, la verdad es que prácticamente no hay competencia. Esto es más evidente en la tienda demócrata, donde Biden está ya prácticamente consagrado. Entre los republicanos hay un poco más de movimiento.

En el caucus de Iowa arrasó Trump (quien no se ha dignado en debatir con sus contendores) y De Santis, el gobernador de Florida, quien hace unos meses era visto como su más fuerte rival, salió en un lejano segundo lugar y decidió abandonar la campaña. Increíblemente lo hizo otorgando su apoyo a Trump, quien no había cesado de ningunearlo, como suele hacerlo con todos quienes osan oponérsele. Para la sicología política hay acá un curioso caso de “síndrome de Estocolmo”.

Para la primaria de New Hampshire el enfrentamiento fue contra Nikki Haley, quien fuera gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de Trump ante Naciones Unidas. Ahí también triunfó holgadamente el expresidente, aunque los votantes tuvieron que escribir su nombre en la cédula porque no estaba registrado para ese proceso (lo mismo pasó con Biden). Haley, para gran disgusto de Trump, declaró que sigue en la carrera, confiando en vencer en Carolina del Sur el 3 de febrero, su estado. Si ello ocurriera, no solo le daría oxígeno a su candidatura, sino que podría trizar la imagen de invencibilidad de Trump. En la misma línea, si pierde en su estado, es casi imposible que pueda seguir.

Como mencioné anteriormente, una característica de este proceso es la falta de competencia. Por el lado del incumbente suele ser así, porque es muy difícil y raro que un presidente que vaya a la reelección no logre el apoyo de su partido. De hecho, los pocos casos que existen se dieron a mediados del siglo XIX y ocurrió en el contexto preguerra civil.

Pero el factor más importante que explica esta falta de competencia es la polarización y la captura de los partidos por los elementos más extremos. Esto es especialmente cierto en el caso de los republicanos. Los seguidores de Trump controlan el Partido Republicano y esto ha generado un doble efecto: la salida de militantes más moderados y, por lo tanto, mayor incidencia o derechamente la definición de la nominación de los candidatos por parte de esos sectores.

Así, a las primarias solo llegan alternativas más extremistas y los electores tienen que elegir entre “lo malo y lo peor”, no correspondiendo muchas veces a su opción realmente deseada. Esto restringe obviamente el abanico de las candidaturas desde la base e irradia la polarización a todo el sistema, perdiendo el proceso de primarias parte importante de su rol. Esto ya ha sido representado por numerosos politólogos y en el papel la única forma de revertirlo es que haya más competencia interna en los partidos, pero eso pasa principalmente por la voluntad de los ciudadanos, primero de militar y, segundo, de dar la pelea interna en contextos en que ya están instaladas máquinas de poder que precisamente quieren perpetuar su dominio.

Así como están entonces las cosas, todo indica que se repetirá la contienda Biden-Trump. Ambos, porque no tienen alternativas. Lo increíble sin embargo es que los dos tienen un alto nivel de rechazo (que supera su nivel de aprobación) y cerca de dos tercios de los estadounidenses, de acuerdo con una reciente encuesta de Gallup, declaran su apoyo a la idea de que, ante el mal desempeño de demócratas y republicanos, se requiere un tercer partido. Este es el mayor porcentaje a favor de una nueva alternativa desde que se inició la medición en 2003.

Es también inverosímil que alguien que aspira a la presidencia pueda seguir en carrera a pesar de tener abiertos múltiples investigaciones y juicios, con casi 100 cargos por delitos graves y que ya ha sido condenado en instancias civiles en diversos procesos. Eso, sin contar su intento de desconocer las elecciones pasadas y el asalto al capitolio que incitó (aunque niega cualquier responsabilidad).

Lamentablemente, el sistema político estadounidense lo permite e incluso existe el precedente de autoridades que han sido electas estando condenadas y en la cárcel. Desafortunadamente es muy improbable que haya una sentencia antes del 5 de noviembre, día de la elección general. Pero, más allá de todo esto, cuesta entender que un alto porcentaje de la población esté dispuesto a votar por una persona con ese perfil y antecedentes. Hay ahí algo profundo que no augura nada bueno para Estados Unidos, al menos desde mi perspectiva.

Todas las encuestas muestran que, al igual en la anterior ocasión, será una elección estrecha. Por supuesto que quedan muchos meses y eso en política es mucho tiempo, pero un factor que será decisivo es el mundo de los independientes. Y esto podría favorecer a uno u otro según el contexto.

Si la contienda es a dos bandas, el voto independiente debiera favorecer a Biden, porque las encuestas reflejan que quienes no están afiliados a uno de los partidos ni manifiestan adhesión a ellos prefieren a Biden frente a Trump. La proporción sería de casi dos tercios favorables (no entusiastas) por la opción demócrata. Sin embargo, entra en cuestión también su capacidad de movilización. Normalmente votan menos que los militantes y adherentes. Por eso los demócratas tienen que seducirlos y alentarlos a votar, lo que no es un desafío menor.

Por el contrario, si se levanta una opción independiente viable, entonces podría restarles votos a ambas partes, pero quizá más a los demócratas en el contexto actual. En efecto, Robert Kennedy Jr. (hijo del asesinado del mismo nombre y sobrino del también muerto presidente John Kennedy), hasta entonces militante demócrata, anunció una candidatura independiente. Aunque es un militante histórico y que tiene el aura de los Kennedy, su perfil coincide más con los republicanos. Ha sido, por ejemplo un vocero antivacunas. Por cierto esto tiene muy nerviosos a republicanos y demócratas.

Mientras los primeros se encargaron de destacar que a pesar de su declaración de independiente Kennedy sigue siendo en esencia demócrata, estos tratan de mostrar que nunca lo fue, porque era republicano de corazón. Pero evidentemente los demócratas están más preocupados, teniendo a la vista lo que pasó en los comicios de 2016 cuando triunfó Trump en algunos estados claves por un margen mínimo, ayudado por la candidatura independiente de Jill Stein, que le restó votos a Hillary Clinton. Kennedy debe conseguir las firmas en los estados para poder competir. Habrá que ver si lo logra, aunque su participación podría ser decisiva bastando estar inscrito en los estados de mayor número de electores.

Será una de las elecciones más influyentes para el mundo durante este año. Pero falta mucho y volveremos sobre el tema.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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