Publicidad

¡Viva la democracia! (cuando me conviene)

Mirko Macari
Por : Mirko Macari Asesor Editorial El Mostrador
Ver Más

La ex primera dama -que al parecer es la única que dice lo que realmente piensa su familia- nos pareciera hacer ver que para ser Presidente se requiere haber sido educado en una determinada escuela, haber estudiado en una determinada universidad y haber salido de una determinada carrera. En resumidas cuentas, y parafraseando a la señora del ex presidente Lagos, sólo pueden ser electos aquellos que pertenezcan a la élite, o mejor aún, a mi élite.


El otro día me dediqué al laborioso ejercicio de revisar la Constitución, en especial, la parte acerca de los requisitos para ser Presidente. Extrañado, decidí revisar la Declaración Universal de Derechos Humanos y la carta Interamericana del mismo tema. Por más que traté de hacer un sesudo trabajo exegético, me fue imposible encontrar alguna parte donde se dijera que para ocupar el sillón de La Moneda se requería «cultura, experiencia» u otros requisitos.

Después, nuevamente extrañado, decidí releer a Weber, en busca de una nueva forma de ética, la del vacío según le llama un rector de una Universidad. No la encontré. Sin desesperar en mi empeño, recurrí nuevamente a nuestra Carta Fundamental y me quedé pasmado cuando noté que un candidato no requería parecerse a su padre para salir electo. ¿Se habrá equivocado el señor rector?

En definitiva, tanto la señora Luisa Durán como el columnista Peña dan cuenta de una situación que debiera alarmarnos, sobretodo proviniendo de ellos. Pareciera que, de tanto disfrutar los bienes que les ha otorgado, han ido perdiendo su compromiso con la democracia. La ex primera dama -que al parecer es la única que dice lo que realmente piensa su familia- nos pareciera hacer ver que para ser Presidente se requiere haber sido educado en una determinada escuela, haber estudiado en una determinada universidad y haber salido de una determinada carrera. En resumidas cuentas, y parafraseando a la señora del ex presidente Lagos, sólo pueden ser electos aquellos que pertenezcan a la élite, o mejor aún, a mi élite.

El caso de Peña es un poco más complicado, pues ha debido salir de su estrado académico y ha tenido que asumir su condición de simpatizante concertacionista. Sin duda el rector no se siente cómodo en esta posición y escribe con más furia y rabia que la habitual. Ha llegado a insinuar que sólo aquellos capaces de moverse por las estancadas aguas de la actual clase política son los elegidos para entrar al ruedo eleccionario. Es de suponer, entonces, que para Peña, si se quiere ser Presidente, sólo cabe el camino de los feudos políticos y de llevarle el amén a las directivas de los partidos. Parece que de tanto trabajar en la academia, ha perdido un poco el contacto con la realidad.

Las campañas del terror no tienen buenos resultados, es cosa de preguntarle a los votantes del Si el año 1988. Aún así, pareciera que a los personeros de la Concertación se les olvidó lo ocurrido. Chile ha sabido crecer y trabajar sus diferencias. Nuestra ciudadanía ha sabido reponerse de las crisis institucionales y económicas y hemos podido darle estabilidad a nuestro país. El Estado está repleto de funcionarios capaces y de una orgánica firme. Hacernos creer que sólo algunos iluminados tienen la facultad de ejercer el poder, es no comprender que Chile cambió y que hace tiempo que ha salido de la «adolescencia».

El país no necesita un papá que nos guíe ni un intelectual que nos enseñe. Necesita un Presidente que esté dispuesto, de manera valiente, a abrir las puertas del poder y empezar a devolvérselo a la ciudadanía. Cualquiera que plantee que es necesario tener alguna credencial distinta a las que la Constitución o los tratados internacionales exigen, no hace sino que demostrarnos que considera que la democracia, más que un valor en sí misma, es un medio para mantener el status quo.

*Javier Sajuria es abogado.

Publicidad

Tendencias