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Así fue el primer round Velasco–MEO

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Fue un enfrentamiento de guante blanco donde quedó demostrado una vez más que los personajes serios no pueden transformarse en figuras encantadoras de la noche a la mañana –nota para el entorno de Velasco: por ahí no va la micro- y que los fenómenos comunicacionales de hace dos años conservan la frescura necesaria para nuevas batallas. En lo que todo el panel estuvo de acuerdo fue en pegarle reiteradamente a la “Nueva Forma de Gobernar”, lo que no debe haber sido muy gracioso para los valientes funcionarios del gobierno presentes en el evento.


Los más morbosos dijeron que sería un adelanto de la carrera presidencial. Pero lo cierto es que el primer cara a cara entre Andrés Velasco y Marco Enríquez-Ominami no alcanzó a sacar chispas ayer en el Centro Cultural Gabriela Mistral.  Ambos fueron los invitados de honor a comentar el libro que los politólogos Francisco Javier Díaz, Alfredo Joignant y Patricio Navia acaban de publicar bajo el título “Diccionario de la política chilena”.

Velasco abrió los fuegos. Hizo una intervención articulada, se despachó un par de chistes y se dio el gusto de filosofar sobre el rol del lenguaje en la construcción de realidades. Siempre tratando –demasiado- de parecer un buen candidato, tarea que logró sólo a medias. Hay algunos que sencillamente no nacen con las habilidades para ser centro de mesa. El mateo del curso no puede ser –sino que lo diga Piñera- a la vez el más simpático. En todo momento se notó que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por dejar la frialdad del economista para adoptar la liviandad del entertainer. Su mejor momento, el más sincero, fue cuando propuso la incorporación de nuevos vocablos al diccionario, especialmente aquellos relacionados con el período de la dictadura –recurso fácil pero que todavía vende- y los dedicados a la contingencia (“Mesa de diálogo: mesa instalada en La Moneda donde el ministro Bulnes se sienta a escuchar”; “Mesa de diálogo ampliada: mesa instalada en La  Moneda donde el ministro Bulnes tiene que escuchar a más gente”).

Marco Enríquez, en cambio, fue la antítesis de Velasco. En lugar de deshacerse en elogios a los autores – Velasco los apodó nada menos que “los tres tenores”- MEO se hizo dueño de la tensión dramática de la sala de principio a fin a punta de provocaciones y doble sentido. Mientras más insidioso trataba de ser, más risas arrancaba. Acusó a sus contertulios de autocomplacientes, fue despectivo con el esfuerzo editorial – pensó que el libro se había escrito a la rápida en una semana- y se mofó de sí mismo –“soy pedante porque soy mediocre”- en varias ocasiones durante su intervención. Trató de darle a Velasco indirectamente criticando al gobierno de Bachelet – a lo que el ex ministro de Hacienda respondió con una expresión con acento mexicano sin mucha gracia- y luego exigiendo que el término “tecnócrata” fuera incorporado en la próxima edición.

[cita]La derecha que se quedó al coctel –pobretón, por decir lo menos- estaba reducida a tres o cuatro rostros de segunda línea. La Concertación tampoco estuvo representada por figuras de calibre. De hecho, no se divisaron parlamentarios de oposición ni altos dirigentes partidarios. Dado el tonelaje de los autores, dudo que no haya sido una ocasión interesante para figurar.[/cita]

En resumen, fue un enfrentamiento de guante blanco donde quedó demostrado una vez más que los personajes serios no pueden transformarse en figuras encantadoras de la noche a la mañana –nota para el entorno de Velasco: por ahí no va la micro- y que los fenómenos comunicacionales de hace dos años conservan la frescura necesaria para nuevas batallas. En lo que todo el panel estuvo de acuerdo, incluidos los renombrados autores, fue en pegarle reiteradamente a la “Nueva Forma de Gobernar”, lo que no debe haber sido muy gracioso para los valientes funcionarios del gobierno presentes en el evento.

En todo caso, la derecha que se quedó al coctel –pobretón, por decir lo menos- estaba reducida a tres o cuatro rostros de segunda línea. La Concertación tampoco estuvo representada por figuras de calibre. De hecho, no se divisaron parlamentarios de oposición ni altos dirigentes partidarios. Dado el tonelaje de los autores, dudo que no haya sido una ocasión interesante para figurar.

Quizás sencillamente no fueron invitados –para potenciar la imagen de transversalidad y extensión de las redes del trío Díaz, Joignant y Navia- o bien prefirieron abstenerse de validar el protagonismo de la dupla Velasco & Enríquez-Ominami. Mal que mal, el primero no tiene partido y no está en los planes inmediatos de ninguno de los jefes opositores, mientras el segundo les recuerda todos los traumas que desean superar. Velasco, por más que se mimetice con Bachelet, es un outsider para el establishment concertacionista.

Su perfil liberal es problemático para las aspiraciones de mover la coalición hacia la izquierda y su opción sólo toma vuelo en ausencia de la ex Presidenta, eventualidad que nadie quiere enfrentar. Marco, por su parte, es consistente con su estrategia de echar andar el ventilador con caca sobre todo lo que tenga que ver con los veinte años de la Concertación.  Así las cosas, nadie en los partidos de oposición tiene incentivos en agrandarlos.

El trío de dueños del boliche parecen creer que entre ambos está la cosa. Por algo los escogieron. Son tipos con ojo y no dan puntada sin hilo. Por eso los echaron a pelear ayer. Pelearon poco, es cierto. Pero alcanzaron a dibujar diferencias de forma y fondo que pueden ser determinantes en la carrera que se viene.

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