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Analista político Andrés Cabrera: “En este Gobierno estamos transitando hacia formas de autoritarismo que son muy complejas»

Nicole Martinez
Por : Nicole Martinez Periodista El Mostrador
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Ante la fragmentación de la oposición frente al desafío presidencial, el historiador cree poco probable que pueda hacerse una gran primaria del sector y apuesta a una división en dos bloques, porque “es difícil conformar un marco de alianza desde la DC hasta Pamela Jiles”. El estado de crisis –a su juicio– hace que las proyecciones sean complejas y que todo pueda cambiar, dependiendo de la contingencia, por lo que hay que mirar con atención cómo se reconfigura la oposición y, en especial, la Democracia Cristiana, que podría no encajar con el resto de la otrora Concertación. «Una gran parte de la población no quiere que gobierne la derecha, y especialmente las fuerzas opositoras no quieren que eso suceda. Cuando gobierna la derecha, cuando ha gobernado Sebastián Piñera, el país se ha sumergido en crisis, y lo que estamos observando es que estamos transitando hacia formas de autoritarismo que son muy complejas. Yo creo que hay una agudización del conflicto político que es interesante y que hay que ver cómo va derivando». Sobre Pamela Jiles, la comparó con el personaje Cersei Lannister, una de las protagonistas de “Juego de Tronos”, que era inteligente, narcisista y ambiciosa, descrita como una posible antagonista, pero que es una de las más populares de la serie.


Entre los partidos opositores existe un consenso generalizado respecto a que la posibilidad de una gran primaria presidencial es casi imposible y que lo más probable es que existan submediciones. La falta de liderazgos que aglutinen y el tímido posicionamiento de las cartas a La Moneda, han dado espacio a que figuras populistas como Pamela Jiles logren ganar espacio y se dude –dentro de las propias filas– de la posibilidad de ganar con ventaja en la elección, a pesar de la alta desaprobación del actual Gobierno.

En esta entrevista, el analista político Andrés Cabrera explica el contexto que permite un escenario disgregado en la centroizquierda y la dificultad histórica que ha existido para aunar a sectores más de centro de la oposición con la izquierda. A su juicio, solo se logró eso en la antigua Nueva Mayoría, que terminó distanciada.

-¿Dónde podrían recaer las responsabilidades principales que han permitido la fragmentación de la oposición?
-Yo creo que la principal responsabilidad en este caso obedece fundamentalmente al contexto histórico en el cual nos encontramos, porque por lo general las crisis no solamente provocan una crisis de representación, una ruptura radical entre los partidos políticos, las clases dirigentes y la sociedad en su conjunto, también se produce crisis de legitimidad respecto a las instituciones. A nivel de sistema de partidos se comienzan a registrar ciertas tendencias, como, por ejemplo, la tendencia hacia la polarización, discursos que tienden a situarse en posiciones un poco más extremas. Otro de los síntomas que ofrecen los periodos de crisis, no solamente en Chile sino que a nivel internacional, es esta tendencia a las posiciones un poco más centrífugas, ya no centrípetas como en algún momento predominaba en el reparto duopólico del poder que conocimos en el periodo posdictatorial.

Otro de los síntomas importantes, desde mi punto de vista, es esta tendencia a la dispersión y a la fragmentación del sistema de partidos. Por lo tanto, lo que estamos observando en este momento, más allá de las voluntades individuales, las características partidarias, de lo bien o lo mal que se hace en este contexto histórico en términos políticos, es también la tendencia de que la crisis es la que genera esta fragmentación, esta dispersión y bajo ese marco debiésemos analizar, por lo tanto, los movimientos que se están dando tanto en los partidos oficialistas como en el sector de las fuerzas opositoras. Y en términos de responsabilidad yo creo que es evidente que en la actualidad no existen condiciones para observar una posición unificada de todo este espectro de candidaturas que han surgido, que uno fundamentalmente lo podría dividir en dos: por un lado, las exfiguras de la ex-Concertación y, por el otro lado, las figuras que están representadas en el Comando Chile Digno, donde tenemos la candidatura presidencial de Daniel Jadue, también la de Gabriel Boric y lo que ha sucedido con Pamela Jiles. Por lo tanto, hay un marco de fragmentación que se debe a la crisis, pero también en ese marco es donde deben moverse los distintos actores políticos y sociales.

-¿Hay una incapacidad de este sector de ser una alternativa de Gobierno? Considerando que hay un Gobierno con una aprobación baja, y altos niveles de desaprobación, ¿la oposición ya tocó fondo o puede empeorar?
-Aún abierto el escenario, podemos observar distintas tendencias al interior de las fuerzas opositoras. Creo que existen posibilidades de generar ciertos consensos, pero si observamos las exigencias, sobre todo del calendario electoral, ahí tenemos los principales problemas. Debido al aplazamiento de las elecciones, vamos a tener el 15 y 16 de mayo las elecciones a convencionales constituyentes, municipales y gobernadores regionales, y solo dos días después tenemos que inscribir las primarias, tanto presidenciales como parlamentarias. Y lo más probable que suceda en ese contexto es que tengamos al menos 2 listas donde se enfrenten las fuerzas de oposición. Lo que se observa es que no vamos a tener una primaria global, de todas estas candidaturas que están predominando (algunas con más fuerzas que otras) y, probablemente, vamos a ver para esa instancia una división de estas candidaturas. En ese marco, dentro del contexto de crisis política, hay mucha dispersión, hay mucha fluidez en las alianzas políticas. Por ejemplo, ahora que se está discutiendo el tercer retiro del 10%, existe alguna unidad de propósito en las fuerzas opositoras, pero es absolutamente circunstancial.

En otras discusiones también se puede producir la fragmentación y las diferencias permanentes que han existido entre la Democracia Cristiana con las fuerzas que se denominan más antineoliberales. Por lo tanto, el escenario es muy fluido y no sabemos si efectivamente pueden seguir manteniéndose como una oposición articulada y que dé la posibilidad de pensar un Gobierno distinto al de Sebastián Piñera y el de la derecha, que, en términos generales, ha perdido el control hace bastante tiempo. Desde el 18 de octubre en adelante, hay una evidente crisis de gobernabilidad, pero las fuerzas opositoras no han podido capitalizar ese escenario de descontento generalizado. Es muy incierto en el escenario de crisis, por lo tanto, no hay una resolución fácil, ni para las fuerzas de Gobierno ni tampoco para las de oposición.

-¿Se puede revivir ese eje entre la izquierda y centroizquierda? ¿Hay algún rol que puedan jugar los candidatos presidenciales de ese sector?
-Tendríamos que observar lo que sucede con la composición histórica de la centroizquierda. Si uno observa el sistema que se desarrolló desde gran parte del siglo XX, fundamentalmente de la década del 30 al 70, vemos un sistema de 3/3 muy marcado, con una derecha que a fines de los 60-70 se conforma a través del Partido Nacional unitariamente. El centro lo logra conquistar la Democracia Cristiana, y también observamos que en la izquierda esa vinculación, ya desde el Frente de Acción Popular (FRAP) y posteriormente la Unidad Popular, entre el PC y el PS. Lo que ocurrió con la Nueva Mayoría es una cuestión inédita, al momento de conformar una alianza desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista. A poco andar, esa coalición fracasó, los sectores conservadores hegemonizaron la Nueva Mayoría, fundamentalmente a partir de la DC , en el rol que tenía Jorge Burgos, y los sectores del PC quedaron mucho más relegados. Está esa historia precedente para intentar entender cómo se va a reconfigurar el sistema de partidos en el actual contexto, y eso todavía es impredecible. Y lo que es más probable es que eso sea similar a lo que ha sucedido con la conformación de las listas: por un lado la ex-Concertación –habría que definir si la DC logra vincularse al eje PPD/PS– y, por el otro lado, vamos a tener quizás una primaria donde esté Gabriel Boric y la figura de Daniel Jadue, que está bastante posicionada. La pregunta del millón es si Pamela Jiles logra ser incorporada dentro de esta primaria, pero creo que es difícil conformar un marco de alianza desde la DC hasta Pamela Jiles. Esto, entendiendo que ella no solo se mantiene en la izquierda, sino que es capaz de moverse por todo el escenario político y establecer alianzas con distintos sectores.

-Sobre Pamela Jiles, que logra instalarse muy bien en lo comunicacional, ¿cómo se puede explicar su protagonismo y qué le permite posicionarse donde está?
-No solo se responde por el contexto de crisis en el que nos encontramos y el perfil político que ha logrado capitalizar Pamela Jiles, sobre todo desde el 18 de octubre, sino que uno también tendría que atender a la biografía profesional y política. En la década de los 80 participó del periodismo en revistas importantes como Apsi. Posteriormente, en la década del 90, participa ya directamente en la televisión, en programas como ‘Informe Especial’, donde asume un rol de periodismo investigativo, y ya en el 2000 genera este giro hacia una especie de farandulización de la televisión, que la vuelve una de las principales opinólogas. Este salto muy notorio hacia el ámbito de la farándula va muy de la mano con su vinculación hacia el proceso político. Ella comienza a participar activamente desde el 2005 en la campaña de Tomás Hirsch. En 2009, incluso ella intentó ser candidata presidencial y The Clinic la publicitó. Va a las parlamentarias y no sale elegida, pero su principal salto político es en el 2017, cuando gana la diputación del distrito 12, que es muy competitivo.

Hablamos de comunas como Puente Alto, La Florida, donde se enfrentaba a Camila Vallejo del Partido Comunista, a Ximena Ossandón por parte de la derecha, y ella sale con la tercera mayoría. Ese salto político y el ingreso al Parlamento le permite a Pamela Jiles demostrar todo ese aprendizaje y esa biografía que desarrolló en las décadas previas, las instala en el Congreso y sabe cómo atraer los focos. Probablemente lo que sucedió la semana pasada con el impasse con Diego Schalper y la centralización de la agenda en su figura también va de la mano con una táctica política, que entiende que esta semana va a entrar en una especie de clímax la discusión del retiro del 10%. Ella maneja muy bien ese escenario y cómo se mueve en los medios, también el elemento de las lógicas comunicacionales contemporáneas, donde ella tiene TikTok, Instagram, Twitter y en todas “la rompe”.

Si lees los diarios después del 18 de octubre, tienes dos cuñas: la primera del Presidente Sebastián Piñera y la segunda es de Beatriz Sánchez. Los medios identifican a Beatriz Sánchez como la potencial portadora del descontento social, pero observamos que mientras ella decrece constantemente, Pamela Jiles hace todo lo contrario. Uno puede observar la diferencia de perfiles políticos: en un caso muy bacheletista, quizás, Beatriz Sánchez y, por otro lado, un carácter confrontacional por parte de Pamela Jiles, que la vuelve muy atractiva. Yo diría que una especie de Cersei Lannister, de ‘Juego de Tronos’.

-¿Se puede entender que ha sido clave el lenguaje que ha tenido? Algunos dicen que se vive una especie de «emopolítica», donde la emocionalidad es importante, y ella ha sabido captarlo.
-Concuerdo con el diagnóstico. Es bastante clara la capacidad de conexión que tiene con generaciones más jóvenes. Eso es interesante, porque si observamos los cambios en el perfil electoral, a partir del plebiscito del 25 de octubre pasado, observamos un recambio generacional importante, sectores populares que comienzan a participar del proceso electoral y, por lo tanto, hay que observarlo dependiendo de dónde decida estar. Una posibilidad es que ella vaya por la senatorial, si es que no surge como carta presidencial, aun cuando está marcando muy fuerte. Por lo tanto, hay que observar cómo ella es capaz de capitalizar todo este recurso mediático. Algunos la tildan de populista, muchas veces en términos peyorativos. Pero habría que entender cuáles son las nuevas lógicas comunicacionales que permiten, en la sociedad del espectáculo, hacer esa conexión que es mucho más efímera de lo que habíamos observado con los proyectos históricamente populistas. El 18 de octubre probablemente es la mayor prueba de que no existe ningún tipo de vinculación, hay mucha fragmentación y todo está sin capacidad de ofrecer nuevos liderazgos políticos. Con un discurso abiertamente confrontacional, ella incluso apela al inconsciente colectivo cuando habla del “candado Schalper”. Va a haber algún momento donde ella deba negociar más abiertamente con el resto de las figuras opositoras y tender a formas menos confrontacionales para intentar ganar la próxima presidencial.

-¿Cómo debería plantearse la oposición al liderazgo de Pamela Jiles? ¿Cuál es el peor error que podrían cometer?
-Si pensamos la política como un campo abierto, uno podría decir: ¿cuál es el error? ¿El error es excluirla en este momento de las primarias o el error sería incorporarla? Yo creo que eso no está claro en este momento y se va a ver en la misma conflictividad política. Hasta el momento, uno pensaría que es un error excluirla, por la capacidad mediática que tiene y que se puede ver traducida en tensiones electorales. Pero quizás la preocupación de todas las cartas en la oposición es que Pamela Jiles marca más que todas las candidaturas de la ex-Concertación juntas y un par más. Respecto a la posibilidad de que la fuerzas opositoras logren conquistar la presidencial, en noviembre la primera vuelta y diciembre la segunda vuelta (que yo creo que eso es casi seguro), habría que ver cómo logran consensuar primero el ámbito de las primarias. Si es que ahí tenemos dos listas que vayan a competir, habría que ver cómo se negocia en el contexto entre primera y segunda vuelta. Vimos que el 2017 incluso Gabriel Boric hizo autocrítica respecto del respaldar muy tardíamente a Guillier, y eso también pesa en el momento de las definiciones, que van a ser muy importantes entre primera y segunda vuelta, como después de esa noche de noviembre, donde vamos a tener conocimiento de qué porcentaje sacó la derecha y qué porcentaje sacó el resto de las fuerzas políticas. En una elección que va a ser igual de fragmentada que el 2017, con 9 candidaturas en esa oportunidad, incluso ahora uno podría pensar en una cifra más o menos similar.

Hay que ver lo que hace la derecha también, si es capaz de incorporar a José Antonio Kast, tal como lo hizo con las elecciones de la Convención Constitucional. Probablemente eso no suceda. Hay un ámbito de incertidumbre que se agudiza con la crisis y es difícil pronosticar. Cualquier contingencia que pueda surgir en momentos inesperados y del calendario electoral, puede generar un cambio de orientación y resultados electorales que pueden dejarnos en un terreno de impredecibilidad, pero seguramente vamos a tener una segunda vuelta.

-¿Tendría un costo grande para la oposición no jugársela en esta elección?
-Por supuesto, tiene un costo grande. Una gran parte de la población no quiere que gobierne la derecha, y especialmente las fuerzas opositoras no quieren que eso suceda. Cuando gobierna la derecha, cuando ha gobernado Sebastián Piñera, el país se ha sumergido en crisis, y lo que estamos observando es que estamos transitando hacia formas de autoritarismo que son muy complejas. Por ejemplo, la aplicación de distintos estados de excepción que están regidos en la Constitución. Del 18 de octubre hasta la actualidad, hemos observado que se ha aplicado el estado de catástrofe: para el 18 de octubre se aplicó el estado de emergencia. Las fuerzas opositoras, algunas de ellas, aprobaron la extensión del estado de catástrofe y quieren aplicar el estado de sitio para el caso específico de La Araucanía. Yo creo que hay una agudización del conflicto político que es interesante y que hay que ver cómo va derivndo. Por lo tanto, es un imperativo para las fuerzas de oposición intentar contrarrestar con un Gobierno que, obviamente, va a ser muy complicado, tanto para la derecha como, eventualmente, para las fuerzas opositoras.

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