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Adiós Dolores, gracias por tu voz, por tu música, por sanar tus abusos y tu dolor a través de las más hermosas canciones Yo opino

Adiós Dolores, gracias por tu voz, por tu música, por sanar tus abusos y tu dolor a través de las más hermosas canciones

Alejandra Valle
Por : Alejandra Valle Periodista, porteña. Conductora de televisión, editora de revistas, con un largo currículum en diversas plataformas de información. Directora en www.elmostrador.cl/braga @siliconvalle
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Yo tenía 15 años cuando a principios de los 90, dos hermanos irlandeses intentaban destacar en la música de Dublín. U2 y Sinead O´Connor estaban demostrando que Irlanda no era el patito feo de la escena británica y que también podían llegar a la cima, como querían hacerlo con The Cranberry Saw Us, Noel y Mike Hogan.

Y lo lograron gracias a la llegada de una nueva vocalista a la banda: la joven Doloroes O´Riordan, que en ese entonces solo tenía 19 años. Fue su incorporación y estilo musical que le impregnó al grupo lo que hizo que pronto saltaran a las radios y los canales musicales del mundo. Vendieron millones de discos tan sólo con sus tres primeros álbumes, convirtiéndose en líderes indiscutibles de la música en inglés por aquellos años.

Penetraron primero los ambientes universitarios de Estados Unidos, contagiando y ganándose de inicio a un público hasta cierto punto culto pero juvenil, a principios de la década. Enarbolados con su primer y magnífico album: Everybody Else is Doing It, So Why Can´t We (Todos los Demás lo Están Haciendo, Entonces Por Qué Nosotros No), uno de los mejores en la historia del rock. Este disco que se traspasaba en cassette por miles de estudiantes que caían rendidos por su sonido. Extendiéndose cada vez hasta convertirse en una banda de masas.

«Pero estoy tan deprimida. Sabes que estoy loca por ti. Me tienes atrapada entre tus dedos. ¿Vas a permitir que siga así? ¿Vas a permitir, a permitir, a permitir que siga así?», cantaba entonces en Liger, compuesta por la propia O´Riordan, una balada de recriminación hacia la falta de compromiso de la pareja, que alarga una relación sabiendo que no da para más y que se convirtió en un himno.

Junto con la popularización del disco compacto, The Cranberries explotó hacia el mundo entero. No es raro que ese CD, No Need To Argue (No Necesito Argumentar) de 1994, llegara a mi grupo de amigos. Ahí, cuando daba mis primeros pasos en el periodismo en la Universidad de Playa Ancha, escuchamos ese CD hasta rayarlo. Ese álbum de guitarras limpias, armonizadas y la voz potente de Dolores, era ideal para agarrar la guitarra de palo y cantar en los pasillos de la universidad, en las peñas, en los eventos, en la Piedra Feliz, que recién comenzaba a transformarse en el epicentro de la bohemia porteña.

La voz de Dolores O´Riordan me marcó para siempre. Por eso hoy quiero escribirle, necesito escribirle. Aún no se sabe de qué murió a sus jóvenes 46 años. Pero si está en alguna parte y me puede leer, quiero que sepa que el mundo la llora, que mujeres como yo estaremos marcadas para siempre por su magnífica técnica vocal, adaptada a un pop fino, con sutiles y muy lejanos ecos de postpunk y newave de los 80, evocaciones de cánticos celtas y coros de la Iglesia Católica Irlandesa.

Pero no sólo eso, no sólo su voz maravillosa que llega directamente al corazón. También su activismo. Los más jóvenes quizás no lo recuerden, pero en los primeros año de la década del 90, Irlanda hervía por los conflictos religiosos y políticos. La película En el Nombre del Padre, protagonizada por Daniel Day-Lewis, nos estremeció enormemente. Nosotros recién salíamos de la dictadura y buscábamos dejar la transición atrás. Los irlandeses estaban cansados de los atentados, las bombas, la guerra.

En ese contexto, esta mujer de apariencia fuerte, de pelo corto, con look medio punkie, se transformó en un referente. Una mujer que cantaba contra la violencia, la iglesia, que cuestionaba la familia, que bajaba del altar a instituciones que en ese entonces, antes de las redes sociales, no se cuestionaban abiertamente.

«Cuando la violencia causa ese silencio, debemos estar equivocados», canta en Zombie. Y nos deja callados a todos. Y después está Ode to my Family (Oda a mi familia), donde grita: «Mi madre, mi madre me abrazaría. Ella me abrazó, cuando yo estaba afuera. Mi padre, mi padre, me caía bien. Oh, me caía bien, ¿le importa a alguien?». Una canción que quizás dejaba entrever los abusos que sufrió en su niñez, entre los 8 y los 12 años, según confesó recién el 2013.

«Siento que me he quitado un gran peso de encima. Siento que me va ayudar mucho abrirme y confesárselo a toda la gente que compró mis álbumes y que me quiere», dijo la cantante en aquella oportunidad. Añadió que en el proceso de superar este abuso fueron su esposo Don Burton, su hijo Taylor y sus hijas Mollie y Dakota, quienes la ayudaron. «Solo trato de vivir por mis hijos. Todo ahora es por ellos. Les quiero enormemente. De hecho-, ellos son la clave para mi proceso de curación», comentó.

Dolores O´Riordan (que le debe su nombre al catolicismo de sus padres) no soportó la abrumadora fama: de temperamento frágil y nervioso, con tendencia a la bulimia, las fantasías desmedidas y los temores, las crisis nerviosas y la depresión, se vio obligada a abandonar los conciertos y las giras masivas, regresando trabajosamente a la industria musical después de los 90, primero con un proyecto en solitario un tanto errático y un par de intentos nada fructíferos de reunir a su vieja y otrora exitosa banda.

Pero en uno de esos intentos, los fanáticos pudimos por fin celebrar. Fue el 26 de enero del año 2010 cuando los chilenos tuvimos la posibilidad de verla en Santiago, en el Movistar Arena, donde su voz nuevamente tocó nuestros corazones. Ahí estuve, la miré de cerca, la quise, canté con ella y con otras miles de personas con quienes disfrutamos ese concierto. Y así la quiero recordar. Hermosa. Plena. Llena de fuerza. En el escenario. Adiós Dolores. Descansa en paz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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