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Luis Poirot o la constante aventura de jugarse la vida por una fotografía

Tres años atrás, un cáncer amenazó con quitarle el ojo izquierdo. Hoy el fotógrafo expone en el Bellas Artes Cuaderno de Bitácora donde de forma oblicua da cuenta de su nueva postura ante la existencia después de estar al borde de la muerte.


Desde hace tres años, Luis Poirot arriesga su vida en cada fotografía que toma. Parece una exageración poética, pero efectivamente el fotógrafo sufrió el 2001 el ataque de un cáncer a su ojo izquierdo que amenazaba con extenderse hasta la cabeza. Aunque actualmente está bien, no está totalmente dado de alta y aparentemente, uno de los químicos que por años utilizó en el laboratorio para el revelado puede ser el causante de su enfermedad.



Desde el 4 de noviembre pasado, y hasta el 28, uno de los más importantes fotógrafos chilenos contemporáneos, está montando en el Museo de Bellas Artes Cuaderno de Bitácora. La muestra que agrupa sus trabajos de los últimos cinco años y dan cuenta oblicuamente de la enfermedad que debió enfrentar, y en realidad del profundo cambio respecto a su labor como artista.



"Creo que uno puede hablar sólo de lo que uno conoce: en este momento sólo lo que conozco es el miedo al dolor y a la muerte. Y hay que ir a eso. Yo no creo más en ese fotógrafo mirón del acontecer de otros, puesto en una especie de atalaya y que está como fuera. No, carajo, si esto lo pagas con tu vida", cuenta Poirot.



‘Bitácora de mi ojo izquierdo’



Poirot no lo tiene claro, ni siquiera sabe cuál es la palabra, pero sabe que hay algo no resuelto entre su labor artística y su ojo izquierdo. En realidad, el cáncer no es lo primero que ha aquejado a su ojo, el que desde niño fue afectado por alergias. Su infancia de hecho, estuvo marcada por horas en la oscuridad -"lejos de la luz"- y la estrecha relación que mantuvo con su abuela; se iba con ella a la playa durante semanas arrancando de los plátanos orientales



"El ojo izquierdo mío es el aporreado. Desde niño tenía problemas que con ese ojo: tenía alergias y pasaba horas y semana a veces, encerrado en una pieza oscura. El ojo no lo podía abrir. Mi abuela me pasaba compresas con té para aliviarme. Los oculistas no sabían mucho de alergia en esa época", cuenta el fotógrafo, que no logra entender cómo su vida se volcó justamente a poner en un ubicación central a la vista.



"¿Por qué razón pasé a trabajar con eso que me falla? ¿Por qué termino trabajando en la oscuridad del laboratorio? ¿Porque trabajo con el ojo que siempre ha sido un tema mío frágil?", se pregunta.



Más significativo aún es que a los 60 años un cáncer amenace con quitarle justamente ese ojo. «Es un hecho traumático, es una mutilación. Al mismo tiempo yo necesito los dos ojos para fotografiar», cuenta Poirot que plantea que la enfermedad, que lo tuvo llendo cada seis semanas a controlarse durante dos años, terminó por transformar casi por completo su trabajo fotográfico.



En términos prácticos, trata de buscar los químicos para el revelado que no contegan hidroquinona -el químico que quizá le generó el cáncer-; usa anteojos y mascarilla en el laboratorio; trabaja pocas horas y sale a respirar continuamente. «Pero sé que no puedo trabajar: sé que estoy jugando a la ruleta rusa».



Justamente por eso, su labor artística hoy día es otra. Su clásica relación con el retrato de la historia hoy deja de tener un sentido fundamental. «Esto no es cuento. Yo no juego con esto. Yo no estoy jugando, porque es muy concreto. Por lo tanto eso me lleva a que ya no puedo hacer cualquier cosa. Lo que hago tiene que tener un significado para mi. No estoy para jugar y coquetear aquí, para mí es una cosa demasiado importante», dice.



Cuaderno de Bitácora



Las 106 fotografías en blanco y negro ampliadas en papel fibra soporte de algodón de 320 gramos, que componen Cuaderno de Bitácora temáticamente pueden dividirse en cuatro: los desnudos femeninos y las flores marchitas -que fueron parte de la exposición "Ephemera" que montó en el mismo Bellas Artes en el 2000-, que básicamente dominan la muestra, y algunos paisajes rocosos al lado del mar y maniquíes -los que según señala le recuerdan su estadía en el hospital.



"Esta es la exposición más personal: aquí yo pongo mis miedos, mis dolores, mi angustia. Trato de liberarme de eso, lo saco para afuera. Entonces no es una exposición que busca el halago o la aprobación, es una exposición yo necesito hacerla", explica Poirot que puntualiza que de cierta forma toda la exposición es un autorretrato. Además de verse en las flores marchitas, también se recuerda en los cuerpos tersos y jóvenes.



"Yo soy esa flor, pero que todavía no estoy para el tarro de la basura. Tengo cosas que decir, tengo a lo mejor todavía un pequeño aroma. Entonces yo soy ese cuerpo trazado por la arruga, cortado por los cirujanos y cortado por el tiempo. Y también Está la sensualidad también del cuerpo. El amor. Ese cuerpo joven y liso, terso, en contraposición a las flores, también es mi cuerpo cuando yo tenía 20 años. También soy yo. O sea también es mi autorretrato", dice.



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Cuaderno de Bitácora:
Museo de Bellas Artes
Desde el 4 hasta el 28 de noviembre.

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