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Spiro Razis, el skater chileno que transformó su pasión en una forma de vivir Es uno de los más destacados exponentes nacionales de este deporte «xtreme»

Spiro Razis, el skater chileno que transformó su pasión en una forma de vivir

Este sábado, en el torneo Element Make it Count, presentará el documental «Sigo pateando», que exhibe su filosofía de vida. En esta entrevista habla de su vida en Buenos Aires, de cómo era ser skater en los 90 y de cómo ha evolucionado la escena en los últimos 25 años.


Aunque el skater chileno Spiro Razis (Viña del Mar, 1976) tenga nombre y apellido de personaje de novela, ambos son reales. Se deben a su padre, un griego que llegó a Chile junto a sus padres después de la Segunda Guerra Mundial.

Razis, uno de los más destacados representantes de este deporte, presentará mañana el documental Sigo pateando, del director Cristián Saavedra, una cinta que más que mostrar su vida refleja sus ideales, su filosofía. Por eso incluye muchos viajes y conversaciones. “Me gusta tener libertad, buscarla y poder expresarme a través del deporte”,  resume el skater.

La exhibición será en el marco del torneo Element Make it Count, que se realizará en el skatepark del Parque Araucano (Presidente Riesco 5698), en la comuna de Las Condes. Se trata de campeonato internacional de skate amateur que busca encontrar nuevos y futuros talentos de este deporte alrededor del mundo, y que por primera vez tendrá una sede en Chile.

La influencia argentina

“Sigo pateando” es una frase clásica del mundo skater, que alude a “echarse vuelo”. Un vuelo que en el caso de Razis comenzó hace mucho años, por allá en 1982, cuando Razis tenía seis años, cuando por motivos de trabajo su familia se mudó a Buenos Aires. Fue allí, en la capital argentina, donde conectaría por primera vez con el mundo skate.

La familia Razis se instaló cerca del centro, en las inmediaciones de la famosa esquina de Santa Fe y Callao. De niño, junto a sus hermanos, Spiro frecuentaba la plaza Vicente López y la Plaza Francia para “hacer carreras”. A mediados de los 80 comenzó también en Argentina la moda de los patines y las patinetas, como lo muestra la cinta Volver al futuro (1985). Surgieron pistas en distintos lugares de la ciudad, como en la misma plaza Vicente López y en la periferia, en lugares como Avellaneda y Munro. “Había revistas, toda una industria, yo ya tenía patrocinio de chico”, relata.

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En la adolescencia, otro elemento que lo marcó fue la Bond Street, un complejo de tiendas ubicado a unas cuadras de su casa dedicadas a los tatuajes, body piercing, cómics, diseño independiente, discos inéditos y otros símbolos de la cultura alternativa. “En ese locura me crié yo”, comenta. Y fue allí donde conoció las primeras tiendas de skate.

En las vacaciones en Mar del Plata, además, Razis se conectó con el surf. “Ahí tratábamos de agarra olas con tablas de plumavit. Alucinábamos”. La conexión con el surf perdura hasta hoy (luego, en Chile, se sumaría el snowboard, del cual también es un destacado practicante).

En 1992, a los 16 años, Razis y su familia volvieron a Chile, a la comuna de Vitacura. El cambio fue duro. También para Spiro y su pasión por el skate. Había muy pocos skaters y estaban mal considerados, casi como delincuentes, recuerda. Tampoco había pistas para practicar.

“Fue como empezar de cero”, cuenta. Aunque a principios de los 90 el skate decayó en todo el mundo, “en Argentina había mucha más gente patinando, más generaciones. En Chile no había mucho”. Una pista en Estoril fue cerrada justo cuando Spiro llegó a Santiago. “El día que la fui a conocer la habían tapado”.

Una decisión de vida

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En aquella época, en Santiago los  practicaban en las veredas y escalas de las avenidas Providencia e Irarrázaval. Otro lugar de encuentro era el Apumanque y la Escuela Militar.

“En esa época era muy mal visto (ser skater)”, recuerda Spiro. “Andar en patineta era como ser delincuente, directamente, estar mal, perdido en la vida”, afirma.

Pero Spiro siguió. Ya se había dado cuenta de que esa era su vida. A los 12 años supo quería dedicarse a eso “para siempre”, aunque “no sabía si iba a poder vivir de eso o no. Pero me daba lo mismo, lo que quería hacer era eso. Lo tenía claro en mi mente”. El talento y la tenacidad le permitirían seguir, obtener patrocinadores y poder viajar por el mundo haciendo lo que más le gusta.

La creación de una escena

Mucho tiempo ha pasado desde 1992. El skate ha crecido en todo el mundo, también en Chile.  Hoy cuenta con pistas de lujo; para Spiro, las mejores están en Copiapó y en Santiago (Parque de los Reyes y el Parque Araucano.

También hay en Puente Alto, Independencia, Maipú, Huechuraba, Peñalolén  y otros lugares a Chile, “aunque no todas están bien diseñadas”. A nivel mundial sus preferidas están en Estados Unidos, Australia, Suecia y Dinamarca.

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“Hemos ayudado a construir una escena y se formó un mercado que la gente toma en cuenta”, asegura. Entre otros, hace 20 años Spiro hizo una revista con unos amigos, “La Tabla”, que aún existe. “Creo que ha sido clave para que la gente sepa que existe el skate como algo más que sólo un juego”. También ha creado sus propios modelos de tablas.

“Ahora me causa mucha gracia que voy a una pista y veo niñas patinando, mujeres bonitas… Cuando nosotros patinábamos no había niñas patinando. Una niña no te hablaba ni loca si andabas en skate. Hoy en día, en cambio, es como bacán andar en skate. Poco a poco la gente fue abriendo su mente y se convirtió en un deporte que es para cualquiera. No tiene género, ni horario, tiene mucha libertad. La juventud de hoy lo toma como algo normal, es algo libre”.

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