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Violencia en escalada


Señor Director: 

 

Me preocupan los niveles de violencia que han alcanzado las manifestaciones estudiantiles. A los destrozos en una iglesia en Santiago el pasado jueves, se suma lo sucedido el 21 de mayo, mostrando una tendencia creciente de violencia y falta de respeto por la vida humana, por las creencias de las personas y por las instituciones. Si bien es necesario tener abiertas las puertas a las distintas opiniones, debe ser en el marco del respeto y nunca cruzando el límite de la violencia.

Hay un importante cambio social, los jóvenes se han empoderado y la participación política es llevada acabo en forma personal con mucha pasión y protagonismo, todo ello representa una evolución en la política y una realidad que se relaciona con los cambios en la comunicación y la globalización.

Es natural en la adolescencia la necesidad de validación de la identidad, la cual fluctúa entre la validación social por el grupo de pares y la diferenciación. Los adolescentes tienden a estar más proyectados hacia los momentos presentes que hacia el futuro, ellos tienen una sensación de invulnerabilidad. Estos aspectos contribuyen a aumentar las posibilidades de implicarse en el consumo de drogas o en conductas antisociales: la gratificación inmediata se prioriza frente a las consecuencias a largo plazo y estas actividades permiten satisfacer la necesidad de experiencias estimulantes y arriesgadas.

Estamos en una crisis social, el problema se genera en que dado el contexto violento, aquellos que se quieren diferenciar en las manifestaciones, llegan a extremos de la violencia para validarse y diferenciarse.

Los ambientes violentos ponen a prueba a los individuos y aquellos jóvenes con mayor vulnerabilidad son los que manifiestan una conducta extrema, autodestructiva y violenta.

Los adolescentes reflejan los desencantos y aceleran los procesos sociales, pero no los inventan, son catalizadores. Es por ello que al ver el claro ataque a la iglesia católica, debemos preguntarnos como sociedad ¿Qué relación estamos construyendo con la iglesia católica? y ¿Cómo debemos desarrollar un diálogo más abierto y constructivo para lograr superar los roces y permitir una convivencia más sana entre los no creyentes y la institución de la iglesia?

Los jóvenes identifican en las instituciones públicas un estancamiento de los procesos de reforma social que quieren liderar y, por ello, se rebelan contra éstas. El problema es que la iglesia y el gobierno, no han tenido la flexibilidad para ayudar a guiar los procesos de reforma y participación social y han pretendido que manteniéndose al margen no entraran en conflicto, sin embargo ello no es cierto.

Los adolescentes necesitan expresarse, es necesario escucharlos e incentivarlos a desarrollar sus proyectos personales y los cambios sociales que esperan lograr, pero también es necesario señalar claramente los límites valóricos que se deben respetar, de otra manera en el futuro nos espera una sociedad violenta, en la cual la represión y las crisis serán sin respeto por los derechos humanos.

Me parece que ha faltado coherencia en los líderes estudiantiles que condenan la violencia e incitan a las tomas y manifestaciones no autorizadas, así como por parte de las autoridades que generan querellas que no prosperan y termina todo en un empate que no conduce a nada.

Se da la contraposición que por un lado estos actos violentos generan una reacción violenta de represión social, pero por otro lado, esa misma atención social resulta ser un refuerzo de la conducta de esos adolescentes que se ven validados y destacados porque su real interés fue la diferenciación y la ruptura de los marcos sociales.

Creo que los limites valóricos no son políticos, se trata del derecho natural, de un asunto de derechos comunitarios en los cuales la manifestación debe someterse a marcos de regulación para no llegar a un enfrentamiento violento entre las distintas posiciones.

El rol del Estado es no tomar partido político sino poner un marco legal que a todos por igual debe imponer, para evitar el contrasentido del refuerzo de la conducta, es necesario que el castigo sea impuesto en forma anónima y sin un interés de revancha, comprender que estos jóvenes necesitan recibir ayuda, que son jóvenes vulnerables que requieren un abordaje firme, obligado y que al mismo tiempo requieren ayuda, para que logren reorientar su marco valórico y contribuir a la sociedad de una manera sana.

En esta tarea es fundamental que los líderes estudiantiles asuman el rol que les corresponde y también señalen claramente los límites de respeto y de diálogo, así como la ayuda al gobierno para evitar estos actos de violencia, aportando en identificar y aislar a los extremistas cada vez que se requiera, contribuyendo a la labor policial para su identificación y que en ello, reciban un trato especial por parte del Estado, orientado a su abordaje en el marco de la ley de responsabilidad penal juvenil.

Psiquiatra Juan Andrés Mosca
Director de Postgrado Facultad de Medicina
U. San Sebastián

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