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Prensa: mirada virtual


Ha sido promulgada la nueva ley de prensa y uno debiera, casi por obligación, alegrarse. Mal que mal los poderosos de siempre no van a poder usar la Ley de Seguridad del Estado ni los tribunales militares.



No es una mala noticia, pero la alegría no me viene. Y me percato, entonces, que el tema del desasosiego nunca ha sido la ley, sino lisa y llanamente la prensa.



En el fondo, Ä„qué importa una nueva ley si la prensa sigue igual!



Creer que la solución pudiera estar en un reglamento es una tontera. La homogeneidad entre El Mercurio y La Tercera, los medios guiados o teledirigidos por grupos económicos, son circunstancias mucho más inquietantes que la Ley de Seguridad.



Y para ahondar en el marasmo, barajemos un par de breves, precisas e inquietantes noticias.



La primera: la increíble decisión de una agencia de noticias, la Orbe, que ha resuelto simplemente dejar de reportear. No enviará más a los periodistas a la calle y los mantendrá dentro de las oficinas, fundamentalmente pirateando la información de radios y canales de televisión, además de hacer una que otra nota por teléfono, con suerte. Es decir, mucho grabar y transcribir.



Uno podría explayarse largamente sobre el simbolismo que podría tener esta decisión en torno a un periodismo que renuncia al contacto con las personas. O sobre el hecho que la agencia, a cuyos clientes vende noticias, les está ofreciendo en realidad un material usado y de segunda mano.



Y para qué hablar de los equívocos: un medio publica una información de Orbe creyendo que es de la agencia, y resulta que es de su competencia: la práctica de otorgar el crédito a la fuente en casos así es muy escasa.



También se podría ver esta decisión como el simple reflejo de una característica de la prensa nacional, que rehúye reportear, indagar en la realidad, y prefiere una cierta actualidad virtual, encadenada, construida por las citas de los llamados hombres públicos, que en general, como pensamiento medio, están a años luz del pensamiento del chileno medio.



Detengámonos, por el momento, en el hecho que Orbe se está apropiando del trabajo ajeno, que pretende vivir a costa del esfuerzo y la energía de otros, y que nadie, por ahora, los ha llamado vampiros. Inauguremos el capítulo: Ä„vampiros!



Segunda noticia, en realidad un detalle: Llega una invitación a un evento en el campus capitalino de la Universidad Técnica Federico Santa María. Se firma un convenio, que se detalla en parte. Pero en letras negritas, como destacando que es lo que realmente importa -al menos a los periodistas, suponemos- se lee el siguiente párrafo:



«Por la importancia de dicho evento contaremos con la presencia esperada de 250 invitados de connotada importancia en el ámbito Nacional, como son: Empresariado Nacional, Ejecutivos de Empresas destacas en el ámbito Nacional, Autoridades de Gobierno y Personajes Públicos (segmento ABC1)» (textual).



El convenio no importa. El atractivo está en el perfil social del evento. Es cierto que buena parte del periodismo vive agobiado por el afán de escalar, pero llegar a ofrecer el segmento ABC1 como el verdadero aspecto de interés de un encuentro universitario tiene algo de obsceno, de impúdico.



¿Tan despreciables se han convertido los pobres a los ojos de buena parte de nuestra clase dirigente y prensa?



Y, claro, ¿por qué al comentar la actualidad uno termina rezumando, contra todo propósito, con no poco asombro e incomodidad, esta cuota de moralina?
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