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LAVIN, predicador de la indiferencia


Vi el otro día a Lavin en una importante entrevista televisiva. A través de ella capté un aspecto de ese político que me había pasado desapercibido. Lavin es un predicador de la indiferencia.



Al final del programa protestó porque no se había hablado de los temas que le interesan a la gente, insistiendo en el desempleo. Es verdad, se trata de un tema central, el más importante. Pero siempre que se le aborde de un modo muy diferente a como lo hace Lavin. El desempleo debe ser tratado como un síntoma del funcionamiento de un sistema económico que cada vez produce menos oportunidades de trabajo. Pero para este publicista del cambio cosmético se trata simplemente de que los municipios tengan una mayor injerencia en generar empleos transitorios (una resurrección, con otro nombre, de los programas del pinochetismo para la crisis del 82) y que se le otorgue a los empresarios subsidios por contratación.



Pero lo que puso en evidencia esa aparición de Lavin ante las cámaras es que éste se refugia en los temas de la gente para eludir las preguntas políticas, frente a las cuales siempre tiene que andar a la defensiva. Al final del programa afirmó, como una verdad revelada, que a la gente no le preocupa si Arancibia se saca fotos en uniforme.



Quizás sea verdad que hoy ese hecho no tiene la resonancia que debe tener. Pero esto sucede como efecto del funcionamiento de un poderoso dispositivo de aletargamiento, de creación de indiferencia frente a temas que son cruciales para el desarrollo de la democracia. A Lavín y sus corifeos les da lo mismo en el fondo el uso de los símbolos militares en contiendas electorales porque a ellos no les interesa el desarrollo de un clima democrático. Pero es una condición de mejoramiento de la calidad de nuestra vida ciudadana que los militares no tengan participación política, que no estén al servicio de un proyecto particular de país.



Lo mismo podría haber dicho Lavin respecto a las denuncias sobre seguimientos del propio Piñera. «A la gente no le importa». Pero como dirigente político a él debería importarle y además debería contribuir a esparcir el interés por la eticidad de las normas que deben regir la lucha política. Este desprecio de la UDI y de Lavin frente a las reglas del juego limpio que se expresa en su reacción frente a las denuncias de Piñera, los retrata de cuerpo entero. En política hay que estar habituado a rendir cuenta de los actos y de las responsabilidades. Nadie se puede escandalizar, como lo hace Novoa, cuando lo enfrentan a sus complicidades pasadas. Esa es una regla del juego. Pero otra cosa es el amedrentamiento clandestino. Ese es un limite que debería ser infranqueable.



En todos estos aspectos Lavin y sus corifeos usan una estrategia cuidadosamente planificada que aplican de manera sistemática. Empezaron usándola para evitar la discusión de los problemas constitucionales. Tambien dijeron en esa ocasión «A la gente no le interesan, son temas de los políticos». Es probable que esa afirmación esté avalada por las encuestas de opinión pública. Pero, de ser esto así un dirigente responsable, preocupado por el desarrollo democrático, debería actuar a contra corriente de las opiniones prevalecientes. Porque despreocuparse del orden constitucional significa aceptar un sistema que no permite una democracia profunda.



El tema no preocupa porque los políticos no han sido capaces de mostrar la conexión que existe entre el sistema constitucional y sus problemas concretos de salud , de educación, de empleo. Porque nadie le ha mostrado que con esta Constitución un cambio importante depende de conseguir mayorías imposibles.



Es un hecho que la mayor parte los israelitas apoyan en estos momentos al gobierno de Sharon y su política agresiva. Pero ese apoyo no le otorga eticidad a la estrategia. Un dirigente responsable debe luchar porque en la sociedad se profundice el ethos democrático. Es una inmoralidad favorecer las tendencias a la indiferencia sobre cuestiones claves, actitud que en algunos momentos pueden prevalecer en la opinión publica.



Es bien probable que la gente o una parte de ella tengan actitudes discriminatorias frente a los inmigrantes peruanos. Pero un político democrático debe luchar contra esas tendencias aunque sean mayoritarias.



Cuando Lavin dice que a la gente no le interesa como el almirante se viste no sólo está haciendo una constatación empírica, esta predicando la indiferencia frente a esa y a otras cuestiones esenciales. En el fondo no sólo dice que a la gente no le preocupa ese tema y otros (como los del pasado, o sea los de derechos humanos), también (y sobretodo) está diciendo que no deben preocuparle.



Lavin es una especie nefasta de político, aquel que predica la despolitización, para ocultar tras esa predica lo que defiende: la defensa del orden actual a través del cambio cosmético.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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