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Lacrimae Rerum

Tiene razón el Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio al formular sus críticas a la reforma laboral, argumentando en defensa de su propio punto de vista y el de su gremio. Me refiero más bien al tono adversario, incluso al antagonismo que reflejó su discurso. Y a su enfoque exageradamente negativo y pesimista del país. Se ha vuelto una moda pasar como autoflagelante por la vida. Ä„Triste cosa!


Participé hace unos días como panelista invitado en el Encuentro Nacional de la Empresa (Enade). Al concluir la mesa redonda en que me correspondió intervenir, me quedé para escuchar a los presidentes de Icare y de la Confederación de la Producción y del Comercio, y el discurso de cierre del Presidente de la República. Confieso que me retiré al final del evento con una sensación amarga.



¿Por qué?



Porque en vez de haber encontrado en este magno evento una visión del país que reflejara los valores de creatividad, innovación, riesgo y confianza en las propias fuerzas que se supone son propios del mundo empresarial, el discurso de Ricardo Ariztía, máximo dirigente de los empresarios, fue en cambio un balde agua fría. Una pieza oratoria de tonos oscuros, un análisis vehemente pero más bien ligero de la coyuntura, el reflejo de una percepción atemorizada e inhibida del país.



Y no me refiero aquí, evidentemente, a las críticas que un dirigente empresarial legítimamente puede esgrimir contra el gobierno y sus políticas. Tiene razón el Presidente de la Confederación, por ejemplo, al formular sus críticas a la reforma laboral, argumentando en defensa de su propio punto de vista y el de su gremio.



No. Me refiero más bien al tono adversario, incluso al antagonismo que reflejó su discurso. Y a su enfoque exageradamente negativo y pesimista del país. Se ha vuelto una moda pasar como autoflagelante por la vida. Ä„Triste cosa!



Es cierto: con la recesión y el ciclo bajo de la economía uno no puede esperar que los empresarios y sus dirigentes manifiesten una alta dosis de exaltación. Están sufriendo en carne propia las restricciones del medio, sus activos valen menos que ayer, el ambiente externo se ha vuelto hostil. La competencia es más intensa y difícil, las oportunidades de negocio menos abundantes y generosas.



Sin embargo, nada de eso justifica transmitir una suerte de desánimo o derrotismo que a fin de cuentas se basa más en apreciaciones subjetivas que en los datos de la realidad.



Por el contrario, el Presidente Lagos se encargó de mostrar, de una manera inteligente y matizada, cuáles son las condiciones reales del escenario actual, sin caer en una estrecha defensa de su gobierno y reconociendo los límites —por lo demás evidentes— dentro de los cuales nos movemos.



Incluso analistas críticos de las políticas gubernamentales, como Juan A. Fontaine, conferencista en el evento de Enade, mostraron una perspectiva bien diferente del país que aquella que se desprende del discurso de Ricardo Ariztía.



Señaló Fontaine, en efecto, qué tan equivocado es extrapolar la bonanza como la recesión, indicando que ésta es resultado del ciclo y que tras ella vendrá el auge otra vez. Proyectó una tasa de crecimiento de 5,5 por ciento para el período 2002-2009, sujeto a que la productividad aumente al 1,9 por ciento, que es la mitad de lo que creció durante el período 1986-1997. Y concluyó que Chile podrá reemprender su carrera al desarrollo, advirtiendo que «la niebla actual no debe impedir una visión de mediano plazo».



Lo que eché de menos en el discurso de Ariztía fue precisamente esa visión de mediano plazo; la lucidez para separarse de la coyuntura inmediata y traspasar la niebla que impide distinguir la sonrisa de la mueca, ofreciendo al país una perspectiva empresarial de los desafíos que tenemos por delante.



Para sólo citar un ejemplo: prácticamente no hubo en sus palabras más que una mención al pasar —casi una glosa— a la agenda pro crecimiento, cuando había allí una magnífica oportunidad para ampliar y profundizar sus contenidos y perfilar mejor algunas medidas propuestas.



En suma, las materias de más proyección o con mayor potencial de contribución al debate público apenas fueron tocadas por el presidente de la Confederación, mientras sus ácidas críticas se volcaban a aspectos menores o sencillamente estaban dirigidas a zaherir al Presidente de la República y su Gobierno. Ä„Qué cosa más inútil y poco elegante de hacer!



Una vez más la dirigencia empresarial dejó pasar una oportunidad: la de hablar con claridad pero constructivamente al país y a la clase política, tender puentes con el Gobierno en vez de bombardearlos, y crear bases para un acuerdo desechando alimentar discordias secundarias.



Ä„Es lamentable que así ocurriera!



En suma, este fue un Encuentro destacado, cuyas conversaciones y debates resultaron mucho más positivas, me parece a mí, que las palabras de su principal portavoz.



P.S.: Lacrimae Rerum: literalmente, lágrimas por (la naturaleza) de las cosas. La tristeza de la vida; lágrimas por las penas de la existencia.



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