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Agotamiento del modelo


Quiero sumarme a los agradecimientos y a la felicitación por esta iniciativa de la Comisión Económica del Partido Socialista. Creo que estamos en momentos en que hay una discusión legítima, muy relevante para el país y la Concertación. Creo que es una oportunidad de redefiniciones que pueden ser muy importantes para el destino de nuestra comisión, y sobre todo para el destino de Chile.



También quiero decir que enfrento este momento de definiciones y redefiniciones con un ánimo esencialmente optimista. Creo que aquí nada está perdido. Por el contrario, siento que tenemos una base y el tiempo para ponernos de acuerdo y retomar el camino con mucha fuerza. Siento que lo que uno ha escuchado en este panel levanta el ánimo.



Estoy prácticamente en pleno acuerdo con lo que han planteado Sergio Bitar y Alejandro Foxley, y creo que esa es una buena base para poder construir. Además, nos permita enfrentar los desafíos del futuro.



Creo que ya nos hemos acostumbrado a entender que en los temas políticos, y también en los económicos, los asuntos son esencialmente discutibles. Aquí no hay definiciones inamovibles ni verdades que sean reveladas y totalmente incontrovertibles. Esto llama naturalmente a la inteligencia a la reflexión para poder enfrentar los desafíos de los nuevos tiempos.



A mí me parece que son legítimas ciertas insatisfacciones que existen hoy en el país, luego de cinco años de bajo crecimiento. Ahora vamos a entrar a período de crecimiento de 3 por ciento, y me parece que después del alto crecimiento que tuvimos durante de la década anterior, es legítima una interrogación al respecto. Más aún: creo que sería muy malo que simplemente nos resignáramos a ser un país que se condena a crecer a paso lento.



Tenemos que ponernos de acuerdo en un diagnóstico que nos permita enfrentar estas dificultades. Es fundamental superar un cierto diagnóstico que apunta a señalar como los únicos responsables de las dificultades de la economía chilena a los factores externos.



Este diagnóstico supone de manera tácita que despejados los nubarrones internacional y terminadas las turbulencias externas, la economía chilena debería recuperar de manera más o menos automática el ritmo de crecimiento anterior. Esta visión ha estado presente de manera implícita o explícita en las instituciones económicas de Chile durante los últimos años.



A mí me parece que esa percepción tiene que ser modificada. Los problemas de la economía chilena por cierto tienen que ver con las dificultades externas, pero también se relacionan con problemas internos.



Una discusión que desapareció



Desde ese punto de vista, me parece que hay una gran acumulación de evidencia que muestra la presencia de un cierto agotamiento del modelo de apertura de la economía.



Creo que hay un cierto agotamiento del sistema de incentivos que hizo posible el alto crecimiento durante los últimos años del período que va desde 1984 hasta finales de los ’90. Desde ese punto de vista se requiere de una discusión más global. Una discusión, como planteaba Sergio, de estrategia de desarrollo.



Francamente, lamento que esta discusión, que se comenzó a plantear de manera muy interesante a principios del año pasado y que tuvo su punto culminante en los planteamientos que formuló el Presidente de la República en el mensaje del 21 de mayo, posteriormente fue desapareciendo. Y lo fue fundamentalmente debido a un fenómeno ideológico.



Al parecer nos asustó continuar en esa discusión y surgieron voces que advertían: «cualquier discusión sobre política industrial es francamente pecaminosa«, como si se tratara de retomar los planteamientos que hubo durante los años ’50 ó ’60 en Chile.



No es ese el caso. Siento que es absolutamente imprescindible entender la necesidad de entrar en una discusión de ese tipo, que nos permita identificar los nuevos incentivos. Esto apoyará desarrollar nuevos motores de crecimiento de la economía chilena que nos permitan recuperar tasas de crecimiento más altas.



Respecto de esto, también se señala que el informe de competitividad es francamente muy malo. Los déficit que tiene Chile en materia de educación, capacitación de la fuerza laboral y particularmente en el ámbito tecnológico son enormes, y me parece evidente que no se pueden resolver. En general, no podemos buscar actualizar tecnológicamente al país, y no resolveremos nuestros problemas a través de la capacitación. Tenemos que hacerlo en función de ciertas especialidades que sean productivas.



La economía chilena tiene que desarrollar en el futuro definiciones distintas a la agrícola-industrial que predominó en los años ’50 y ’60. Y no será el Estado el que indique a los empresarios cuáles son las prioridades productivas. Es función de todo el país discutir cuáles son, y a partir de esas definiciones canalizar los esfuerzos en materia de educación técnica, superior y de capacitación.



Hoy el sector privado está reclamando desde una suerte de postura ideológica. Pero hemos estado a la altura de las necesidades planteadas en ese ámbito: por ejemplo, todo el esfuerzo que se ha hecho en el marco de la Agenda Pro Crecimiento me parece que es absolutamente central para orientar las estrategias de los grandes grupos económicos del país.



Una de las mayores insuficiencias que enfrenta nuestro desarrollo es que no hemos entregado mayor certidumbre al accionar de las pequeñas y medianas empresas.



Un país bien manejado



También quisiera hacer referencia a algunos problemas más específicos de política macroeconómica. En este plano es muy importante valorar lo que Chile tiene hoy: un país bien manejado, con sus finanzas claramente ordenadas, con equilibrios macroeconómicos sólidos y bien establecidos. Todos hemos aprendido que ese es un activo muy importante.



Todos deben reconocer también que hemos logrado generar resultados positivos en un ambiente difícil, los que son bastante envidiables desde la perspectiva latinoamericana.



Del mismo modo, tener baja inflación, bajas tasas de interés y un tipo de cambio que favorece el esfuerzo exportador es un escenario macroeconómico que es se debe garantizar.



Planteadas así las cosas, surge un dilema: si existen o no márgenes para intentar alcanzar un mayor crecimiento. Esta es una discusión fundamental, y tenemos que hacerla con inteligencia. A mi juicio, estos márgenes de maniobra objetivamente existen.



A estas alturas todos reconocemos también la importancia de la responsabilidad fiscal, de ser rigurosos en este ámbito, y la importancia de las aplicaciones de reglas que sean transparentes.



En esto comparto plenamente lo que dijo Alejandro. Aquí surge un problema: ¿Qué se hace, en una economía como la nuestra, si los privados no están haciendo lo que tienen que hacer? Esa es la pregunta.



Si consumiéramos a tasas más altas, si los privados invirtieran a tasas más altas, no estaríamos en esta discusión. El punto que se plantea es qué hacemos cuando llevamos 3, 4 ó 5 años con un gasto prácticamente plano o estancado. ¿Debemos resignarnos frente a esa situación, o corresponde explorar los márgenes de maniobra que existen para poder revertir esta situación? Es indispensable interrogarse sobre cuáles son esos márgenes de maniobra y tratar de utilizarlos.



Lo que no es aceptable es conformarse con crecer un 3 ó 4 por ciento sin buscar la posibilidad de crecer un poco más.



Capacidad de endeudamiento



El juicio de los chilenos no se aplicará tanto sobre el nivel de crecimiento que alcancemos, sino sobre los esfuerzos que hayamos hecho para agotar todas las posibilidades de un crecimiento más alto. Todos sabemos que detrás de las estadísticas, que pueden resultar frías, se esconden realidades humanas. Son costos sociales enormes que se pagan fundamentalmente con desempleo.



Un punto o dos de crecimiento involucran una cantidad muy importante de fuentes de trabajo, de oportunidades de empleos que se gana o se pierde. Desde ese punto de vista hay no solamente un dilema técnico, hay también un dilema político y, en el fondo, un dilema humano. A mí me parece que es perfectamente razonable ver cuáles son las posibilidades de la política fiscal para producir un cierto aumento dentro de la demanda derivada en el país. Es una discusión legítima.



Sin embargo, en un país pequeño como el nuestro no podemos esperar un aumento del gasto público como el que tuvo Estados Unidos en el último trimestre, que ascendió a más de 10 por ciento y que permitió, como aquí se indicó, sacar a la economía norteamericana de una etapa recesiva. No estamos en ese cuadro, pero me parece que el ejemplo muestra que existe la posibilidad de cierto aumento del gasto fiscal que permita producir un vuelco en las expectativas que hoy existen en el país.



¿Cuáles son las vías para ello? Creo que es perfectamente posible pensar en un grado de endeudamiento del sector público. Los datos básicos muestran que Chile tiene capacidad de endeudamiento. El sobreendeudamiento es fatal para la economía, pero me parece que una política de costo, una política con criterio que busque eliminar el endeudamiento público, es también una política poco eficiente para generar crecimiento y empleo.



Tenemos reservas internacionales por más de 15 mil millones de dólares y con un endeudamiento del sector público inferior a 5 mil millones de dólares, lo que da margen para utilizar la política fiscal en esa dirección.



Se ha planteado, en este cuadro, la discusión sobre la regla fiscal. Creo que es un activo del país haberse dotado de una regla que genere certidumbre en el comportamiento del sector público. Frente a eso, me parece que puede haber dos opciones para compatibilizar una política fiscal más activa con la mantención de una regla fiscal que sea rigurosa y creíble a nivel nacional e internacional.



Una posibilidad sería ir derechamente a una redefinición de la regla. Esta es una convención, y convenimos en un superávit estructural del 1 por ciento. Perfectamente podíamos haber dicho lo que se dijo en Europa, y acordar un superávit cero.



Me parece que todavía se puede explorar una solución por esa línea. Ahora bien, ésta es quizás la opción más radical, y hay otra más moderada. Es perfectamente posible imaginar ciertos aumentos del gasto fiscal manteniendo la regla del 1 por ciento de superávit estructural.



Esto tiene mucho que ver con lo que ha planteando Alejandro sobre el recálculo del crecimiento potencial de la economía. Si partimos de un crecimiento potencial más alto, es posible lograrlo sin salirse de la regla del 1 por ciento estructural.



Por último, creo que también es importante indicar que los riesgos que tiene una política más expansiva, en el caso de la economía chilena, son prácticamente inexistentes. No tenemos riesgos de inflación ni de desequilibrios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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