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Mano dura contra la delincuencia

Las personas tienen derecho a sentirse tranquilas y seguras en sus hogares, en las calles y en los sitios públicos. Los asaltos, secuestros, robos y violaciones deben ser reducidos drásticamente.


El secuestro que sufrió el diputado Alfonso Vargas no es un hecho aislado. Constituye una acción propia del clima de inseguridad ciudadana en que se desenvuelve nuestro país, y que hace que la población tenga cada día crecientes temores.



En el caso de mi amigo Alfonso Vargas, el oportuno aviso de un camionero permitió a Carabineros interceptar el automóvil donde iba secuestrado, y luego de un intenso intercambio de disparos entre los delincuentes y las fuerzas policiales el diputado pudo ser rescatado ileso. Un carabinero que participaba heroicamente en el rescate exponiendo su vida quedó herido de gravedad, al igual que los dos antisociales que participaron en la acción.



Un día antes de producirse este secuestro, la Policía de Investigaciones había detenido a un individuo que un par de semanas atrás se había introducido en una residencia particular de la comuna de La Reina, desde donde se llevó a una menor de solo 12 años de edad. Este caso, conocido como el del hombre araña porque el agresor cubrió su rostro con una máscara, también causó revuelo en la opinión pública. Este aumentó al conocerse otros hechos gravísimos que hace solo dos años había protagonizado el mismo individuo, pese a lo cual estaba libre.



No todos los actos delictuales causan alarma o conmoción pública. La mayoría de ellos no alcanzan a ser conocidos por la población, pero dejan una tremenda secuela sicológica en las víctimas. Tal es el caso, por ejemplo, de jóvenes estudiantes de ambos sexos que son asaltados a la salida de sus establecimientos educacionales y pierden sus escasas pertenencias, o el de innumerables víctimas de lanzazos, asaltos y robos que proliferan a diario en las calles de todas las ciudades del país.



En muchos de estos casos el afectado ni siquiera presenta una denuncia, pues considera una simple pérdida de tiempo que no dará resultados positivos.



Como en el caso del hombre araña de La Reina, los protagonistas de los delitos son casi siempre sujetos con amplio prontuario anterior, quienes por su peligrosidad y la reiteración de sus acciones deberían estar encarcelados pero misteriosamente siempre están libres.



Las personas tienen derecho a sentirse tranquilas y seguras en sus hogares, en las calles y en los sitios públicos. Los asaltos, secuestros, robos y violaciones deben ser reducidos drásticamente en beneficio de los millones de hombres y mujeres de trabajo, jefes de hogar, estudiantes y personas de todas las condiciones económicas y sociales que no pueden seguir siendo víctimas de un sistema permisivo con los delincuentes.



El caso del diputado Vargas, por la amplia divulgación que tuvo y por tratarse de un parlamentario, ha remecido las conciencias de nuestra sociedad. Ahora hay que actuar en concordancia, promoviendo los cambios legales que sean necesarios, y exigiendo al Gobierno y al Poder Judicial una efectiva mano dura con la delincuencia.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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