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El Papa, la Iglesia y el multilateralismo


El mundo internacional que ha dejado el Papa Juan Pablo II, no por diseño de él, sino por obra de un conjunto de factores (uno de los cuales ha sido, sin duda, el papel del Vaticano en la política internacional), es completamente diferente al que existía cuando fue nombrado Papa.



Esta constatación, más que una obviedad, es una dramática realidad que a él mismo le tocó enfrentar en los últimos años. El mundo aquel, con un enemigo fácilmente identificable con el ateísmo del comunismo en el centro, que hacía de la evangelización una tarea atractiva y estructurada, ya no está.



Todo ese esfuerzo del Papa Juan Pablo II para impedir el avasallamiento de las tiranías, derivó en un paradójico resultado: el devenir de una nueva tiranía construida con el símbolo de la libertad del capitalismo, y con varias derivadas a cuestas.



La tarea de ese Evangelio que él pensaba podía desarrollarse con más amplitud, ahora tenía el enemigo del ateísmo fragmentado, disperso como una hidra de mil cabezas, y encaramado en la cresta misma de la ola avasallante de un mundo polarizado nuevamente. Y lo que es peor, sin un mensaje ideológico claro.



Es tentador pensar que es quizás el momento de la gran oportunidad para la Iglesia Católica para contribuir a la reconstrucción de un mundo que no puede regirse por el solo peso de las máquinas de guerras y las ambiciones económicas, aunque esta aspiración tenga una gran legión de detractores.



En sus últimos esfuerzos para impedir la invasión a Irak, el Papa Juan Pablo II, como buen guerrero evangelizador que es, palpaba que se podía estar frente a una nueva tiranía: la tiranía de aquél que no sabe que venció por un puñado de dólares más y no por la construcción de una cultura solidaria.



En sus últimos años de vida, Wojtyla veía que este sueño de la lucha contra el comunismo se le había venido abajo. Es de esperar que en el cónclave que elige al próximo Papa, el análisis de base sea completo y que su oposición a la invasión a Irak sea el punto de partida de ese análisis, como también la recuperación del multilateralismo.



Desde esta perspectiva, la tarea del consistorio para elegir el nuevo Papa es tal vez el desafío político de mayor trascendencia del Vaticano -otro Estado con características muy especiales, además- en el período pos Segunda Guerra Mundial. Mucho mayor que cuando tenía a un líder espiritual con las características de Karol Wotjyla marcando las pautas.



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Juan Francisco Coloane es analista internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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