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Terrorismo y Estado de bienestar

Nicolás Camino
Por : Nicolás Camino Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile Certificado en Relaciones Internacionales.
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Desde los atentados del 11 de septiembre del 2001, varios, politólogos, historiadores y sociólogos entre otros han intentado buscar los orígenes del surgimiento del terrorismo islámico en su vertiente más extrema. Especialmente al día de hoy, cuando se multiplican los atentados en Europa y Estados Unidos perpetrados por los llamados “lobos solitarios” junto con el aumento de miembro de Daesh provenientes de países occidentales. Como suele suceder en tiempos en que la sociedad se ve amenazada, los primeros en sufrir las persecuciones o, al menos acusaciones, son los migrantes. Pero ¿Es posible que exista una raíz más profunda en estas nuevas manifestaciones de extremismo islámico? ¿Puede ser que parte de los problemas no sólo se relacionen con la política exterior de ciertos países, sino con la administración dentro de ellos?

Tal como ha quedado en manifiesto, muchos de quienes han perpetrado los atentados o se han unido a Daesh, no son primeras generaciones europeas, sino más bien segundas o terceras generaciones: hoy por hoy, parece un radicalismo ‘milennial’. Ejemplo de ello es el caso de Bastián Alexis Vásquez, uno de los primeros en aparecer en los videos de ISIS, quien murió en un ataque el año pasado. Este joven pasó de ser un amante del hip-hop a un musulmán radical, viajando a combatir a los infieles y a su occidente natal. ¿Qué pasó con Bastián y tantos otros?

Desde mi opinión, hay un factor que hemos olvidado: la destrucción durante la década de los 80 y 90 del denominado “Estado de Bienestar”, uno de los pilares de la Europa de la posguerra. Con la llegada de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Inglaterra, este sistema sufrió cambios importantes, reduciendo el apoyo directo a la población, en pos de una liberalización de la economía. Este quiebre significó que gran cantidad de familias perdieran beneficios, especialmente inmigrantes de diversos países. Y ahí es donde encontramos las raíces de esto: el desabrigo y la desconfianza.

El no recibir ayuda de un estado fue similar a lo que sucedió en Egipto durante los años 60. Los jóvenes podían acceder a la universidad, pero los costos no les permitían, entre otras cosas, acceder a fotocopias o ropas. Ante esto, cobraron importancia las redes de apoyo informal, principalmente desde las mezquitas, muchas de las cuales ya habían sido radicalizadas por las ideas de Al-Qutb, las cuales se preocuparon de brindar a estos jóvenes lo que necesitaran. Obviamente, los textos proporcionados correspondían muchas veces a libros que buscan fomentar la radicalización del islam, al igual que las vestimentas, de corte tradicionalista. Se creó entonces un verdadero caldo de cultivo para el surgimiento de extremistas, similar a lo ocurrido con los universitarios iraníes que se tomaron la embajada norteamericana durante la revolución iraní.

[cita tipo=»destaque»] ¿Qué tiene que ver entonces esto con lo ocurrido en Europa durante los últimos años? La respuesta es simple: ha comenzado un proceso similar. Al no existir un Estado que te proporciona el apoyo básico para poder subsistir, las redes de apoyo informales, especialmente en torno a instituciones para-estatales (iglesias/mezquitas, grupos políticos, etc…), logran ayudar y, nuevamente, cuando alguien te estira la mano -y es una mano con una carga ideológica profunda- es fácil caer en el radicalismo.[/cita]

¿Qué tiene que ver entonces esto con lo ocurrido en Europa durante los últimos años? La respuesta es simple: ha comenzado un proceso similar. Al no existir un Estado que te proporciona el apoyo básico para poder subsistir, las redes de apoyo informales, especialmente en torno a instituciones para-estatales (iglesias/mezquitas, grupos políticos, etc…), logran ayudar y, nuevamente, cuando alguien te estira la mano -y es una mano con una carga ideológica profunda- es fácil caer en el radicalismo.

Si en cambio, se restituyera un estado benefactor, que dé prestaciones suficientes para no caer en estas redes, estoy seguro que la realidad cambiaría. La ayuda estatal no necesariamente convierte a uno en nacionalista del país que lo apoya, sino más bien lo vuelve un admirador de todo un sistema que permite vivir sin carencias básicas. Al proporcionar educación, salud y vivienda, no se fomentarían las enseñanzas radicales, la negación de los avances científicos en materia médica -que resulta ser un tema no solo entre musulmanes, sino en varias sectas cristianas- y la formación de guetos en las ciudades. Este sistema, además, permite la participación, a través de elecciones normadas y que habilitan a los ciudadanos a generar la confianza en la cual se basa la democracia y esta forma de gobierno.

Para finalizar, me gustaría recomendar la obra de Tony Judt “Algo va mal”. Más que una obra de historia, es un llamado a realizar cambios en la sociedad actual y advierte los peligros del fin del estado benefactor. Necesitamos retomar el sentido de comunidad a un nivel mayor, donde el terrorismo, el radicalismo y la propia xenofobia, no nos gane. Necesitamos confiar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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