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El futuro del socialismo: el partido y el proyecto

Por: Gabriel Astudillo


Señor Director:

Hace algunos días, Edison Ortiz exponía en este mismo medio un análisis de la situación actual del Partido Socialista, de las lógicas y prácticas que lo están carcomiendo desde dentro, y que hacen bastante probable la hipótesis de la extinción del partido que actualmente preside nuestro país, y uno de los más importantes del siglo XX. Comparto plenamente el análisis, sin embargo quisiera complementarlo respecto de dos temas: por una parte las implicancias y potencialidades del clientelismo y la cooptación interna, y por otro la importancia fundamental de un proyecto de sociedad fuera de los marcos del capitalismo, es decir, el proyecto socialista.

Jürgen Habermas, intelectual alemán de la llamada escuela de Frankfurt, plantea que hay ciertos mecanismos en la sociedad como el dinero y el poder –mecanismos que él denomina integración sistémica- que en la modernidad se han visto exacerbado, que se imponen y corroen las demás formas de coordinación entre las personas, como la comunicación, las normas y la ideología.

Esa aproximación me parece clave para entender las lógicas de cooptación y clientelismo en la política hoy, tanto dentro como fuera del Partido Socialista. Efectivamente, frente a la posibilidad de ocupar un cargo, y donde se pone en juego la sobrevivencia económica de los militantes-funcionarios, no existe ninguna posibilidad de discusión ideológica, es imposible la discusión de proyecto de sociedad, solo cabe la discusión táctica de la conquista del poder, su mantención y su distribución interna. Incluso si ella existe, como el propio Edison Ortiz menciona la frecuencia de documentos y cartas internas para “rescatar al socialismo”, ello cae en tierra estéril, y lo que el partido y sus dirigentes hacen, no guarda ninguna relación con lo que la militancia discute.

El punto es que la integración sistémica, como la denomina Habermas, efectivamente es un mecanismo extremadamente fuerte, y puede alimentar una máquina meramente burocrática por muchos años más de los que ya lo ha hecho.

Sin embargo, el Partido Socialista que fue protagonista del siglo XX, el partido de Allende, se desarrolló y llegó al gobierno precisamente en la medida en que planteó al país, y especialmente a los sectores populares, un proyecto que daba nombre al partido: el socialismo. Este consistía en una sociedad desarrollada fuera de los marcos del capitalismo, donde la sobrevivencia de las personas no depende exclusivamente de la institución del mercado, donde predominan diversas formas de propiedad colectiva, como las cooperativas de trabajadores, forma de propiedad muy desarrollada en la Yugoslavia socialista de Tito y que incluso la Democracia Cristiana reivindicó en algún momento con el nombre de socialismo comunitario, hasta las formas de propiedad estatal de la RDA y la Unión Soviética.

Cualquiera sea la forma particular del socialismo, este constituía una elaboración teórico-moral que se hacía cargo de la experiencia de la clase trabajadora y los sectores populares en el capitalismo (el despotismo en el trabajo, la desigualdad, y la marginalidad y pobreza en sus múltiples dimensiones), y proponía una nueva forma de organizar la economía que diera solución a las necesidades de los sectores populares. Ello fue la base del anclaje de la izquierda chilena en sectores populares, y construyó un lazo de representación sustantivo que culminó en la Unidad Popular, como un gobierno de transición al socialismo, y ello fue el esfuerzo de Allende y del Partido Socialista de aquel tiempo, pero también de toda la izquierda chilena, más allá de sus diferencias, del PC al MIR.

La renovación socialista tiene dos puntos de partida: diseñar una estrategia que haga políticamente viables los cambios a favor de los sectores populares (y no genere una oposición como la que derrocó militarmente a la UP), y relacionar adecuadamente socialismo y democracia. Lo interesante es que en algún momento se abandonó para siempre la idea de socialismo, y quedó solo en el nombre del Partido. Si se revisan los congresos y documentos posteriores a la reunificación del partido, el concepto de socialismo se identifica con el de democracia, y su contenido fundamental es el de regulación del mercado. A final del periodo el Partido Socialista no solo había incorporado en su ideario la centralidad del mercado y la propiedad privada, sino que practica el neoliberalismo, conocido como una de las formas más radicales y “puras” del capitalismo.

Variados estudios han constatado que los sectores populares han tendido a apoyar a la Concertación-Nueva Mayoría desde 1990 hasta la actualidad. En mi opinión esto es producto de una articulación discursiva que revive los vestigios de ese lazo de representación histórico entre el socialismo y los sectores populares. Sin embargo, elección tras elección es más débil, cosa evidente a la luz de la profundización de la desigualdad y la perpetuidad de las demandas y necesidades insatisfechas de los sectores populares. Resulta cada vez más inverosímil. Y probablemente todo lo que el país ha conocido sobre la relación del Partido Socialista con el empresariado durante este gobierno, ha contribuido a desarticular esos vestigios.

Nótese que si los sectores populares continuaban apoyando a la Nueva Mayoría era por el recuerdo de que en algún momento efectivamente los habían representado (actualizado solo discursivamente en cada elección), y ello tenía su máxima en un proyecto de sociedad que daba nombre al partido, el socialismo. Si ello es cierto, la posible debacle del PS es un espacio que debe ser ocupado por nuevas fuerzas políticas que efectivamente desarrollen un anclaje en los sectores populares, se hagan cargo de su experiencia de clase, y sean capaces de replantear la herencia que hace 100 años nos dejó la Revolución Rusa, y que Allende y absolutamente toda la izquierda chilena tenía plenamente claro 1970: que solo el socialismo garantizará una vida más plena para la clase trabajadora, los sectores populares.

Quisiera terminar respondiendo a Edison Ortiz en un sentido distinto al que él lo preguntó: quizás el Partido Socialista no tiene futuro, pero el socialismo como orden social si tiene futuro para Chile y para la humanidad; a condición de que se vincule políticamente el proyecto socialista con la carne de los movimientos populares. Por el contrario, si las fuerzas emergentes se mantienen ancladas en los sectores medios, y se limitan a la corrección del neoliberalismo y no tienen la valentía de proponerle al país una nueva forma de organizar la economía, entonces nos mantendremos en la alternancia entre diferentes estrategias de continuidad neoliberal.

Gabriel Astudillo

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