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Carlos Peña: “El problema es que ese instructivo muestra ignorancia o desprecio de los principios básicos de la comunidad política”

El académico precisa que el primero revela que “lo reprochable no es sólo la decisión que adopta, sino las razones que esgrime para apoyarla; no sólo el contenido de la instrucción, sino la ideología que subyace: creer que la pobreza, la religión o la orientación sexual determinan la capacidad moral e intelectual de una persona es intelectualmente estúpido y contrario a los principios de una sociedad democrática”.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, estima que es un gesto caballeresco el ofrecer disculpas por el polémico instructivo que discrimina a homosexuales, pero que no es suficiente, ya que el problema es que “muestra ignorancia o desprecio de los principios básicos de la comunidad política”.

En su habitual columna de El Mercurio, Peña sostiene que el documento firmado por el general de la I División de Ejército, Cristián Chateau Magalhaes, el pasado 20 de febrero en Antofagasta, presenta dos problemas “gravísimos”.

El académico precisa que el primero revela que “lo reprochable no es sólo la decisión que adopta, sino las razones que esgrime para apoyarla; no sólo el contenido de la instrucción, sino la ideología que subyace: creer que la pobreza, la religión o la orientación sexual determinan la capacidad moral e intelectual de una persona es intelectualmente estúpido y contrario a los principios de una sociedad democrática”.

Y explica que un Testigo de Jehová tiene el derecho de esgrimir su fe para excusarse de enrolarse en el Ejército, pero la institución “no puede utilizarla para impedirle que ingrese a él; un joven pobre tiene problemas, pero a ninguno de ellos lo inhabilita para la lealtad con los valores patrios; un gay no sólo tiene derecho a serlo, también él, si lo prefiere, podría declararlo sin que ello deba ser motivo de desventaja alguna”.

“El testigo de Jehová tiene derecho a hacer objeción de conciencia (pero el Ejército no tiene derecho a objetarlo a él); un joven pobre padece apreturas (pero ello no le impide ser leal); un gay tiene derecho a la privacidad (no preguntes, no respondas, decía Clinton), pero también, si lo decide, derecho a la publicidad (a revelar su orientación, y así y todo ser parte del Ejército)”, acota.

Sin embargo, afirma que el segundo problema es que el instructivo que fue visado por Chanteau no sólo debió ser conocido por él, sino que también por el alto mando y “ese es el problema: que en el alto mando haya una franca desatención a los principios que rigen a una sociedad democrática y que obligan, mal que le pese a algunos de sus generales, al Ejército en su conjunto”.

A renglón seguido precisa que “un general sienta que puede pensar primero y escribir después un instructivo con semejante contenido —agregando timbre y firma, como si fuera un memorándum rutinario— sólo puede explicarse porque en el conjunto del Ejército no existe una conciencia suficientemente intensa y extendida de las obligaciones que impone la igualdad”.

Peña considera que es “caballeresco” pedir disculpas, pero que no es suficiente porque el “problema no es que el instructivo ofenda la conciencia de algunas personas. El punto es que contradice los valores constitucionales y democráticos a los que el Ejército, como institución que monopoliza la fuerza, debe irrestricta obediencia. El problema, en otras palabras, es que ese instructivo muestra ignorancia o desprecio de los principios básicos de la comunidad política”.

“Lo que el Estado democrático demanda no son gestos de esa índole, sino un compromiso decidido hacia los principios y reglas que la sociedad democrática se ha dado a sí misma. Y ese compromiso se demuestra cumpliendo las reglas (lo que aquí no ha ocurrido) o castigando severamente su incumplimiento (lo que el general Fuente-Alba debiera ahora hacer)”, añade.

Y remata con que “la democracia —hay que decirlo por enésima vez— no se construye con disculpas, sino con el estricto cumplimiento del deber”.

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