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Emergencia por incendio de azufre en el norte Opinión

Emergencia por incendio de azufre en el norte

Jorge E. Gorigoitía Gándara
Por : Jorge E. Gorigoitía Gándara Profesor de Estado. Esp. en Protección contra Incendios y Catástrofes. Esp. en Administración de la Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres
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Los desastres pueden ser provocados por causas naturales, por acciones humanas o accidentes químico-industriales. Sobre los desastres naturales, como terremotos y tsunamis, erupciones volcánicas y consiguiente contaminación ambiental, lluvias torrenciales e inundaciones; y aquellos provocados por el hombre –socio-organizativos-, como la violencia intrafamiliar, la drogadicción, los ciberataques y las acciones de tipo terroristas se pueden «suponer bajo control» a través de diversos organismos miembros del Sistema Nacional de Protección Civil, encabezados por Onemi.

Sin embargo, los desastres provocados por procesos químico-industriales, como el reciente caso del incendio de un vertedero o depósito de azufre, resultan ser siempre complicados. Primero, por su naturaleza misma, producto de la combinación química de diversos elementos o substancias puras, a menudo no especificadas o identificadas de manera precisa. Segundo, en nuestro medio, al menos, este tipo de emergencias suelen no ser demasiado frecuentes, sin desmerecer por ello el mayor o menor riesgo latente según sea su magnitud y dependiendo del lugar de su ocurrencia. Tercero, su baja frecuencia y lo variado de sus componentes en cada caso, impide a los Servicios relacionados acumular suficiente experiencia al respecto. Cuarto, el administrador de estos productos suele no respetar siempre todas las medidas de seguridad recomendadas, ya sea en planta su procesamiento, almacenamiento, manipulación de carga/descarga de productos, incluido su transporte. Y quinto, el común de los ciudadanos desconoce, y si no, no respeta la señalización y etiquetado de prevención y seguridad utilizado para reducir al mínimo los riesgos derivados de un producto químico dado, como en este caso, la existencia de un botadero de residuos tóxicos –azufre-, más encima, muy próximo a un sector poblado.

Pero, a lo dicho, hay que agregar un problema de información y comunicaciones públicas e institucionales; públicas: porque cuando impera la ignorancia durante una emergencia y reina el pánico colectivo, suelen saturarse los medios de comunicaciones de emergencia, aún hoy, con toda la tecnología disponible, por demanda rayana en lo irracional de los mismos por parte de los usuarios y, lo que se repite con terremotos de gran magnitud; el bloqueo institucional surge cuando ‘alguien’ no vinculado a una institución dada posee la respuesta apropiada para resolver una situación de emergencia enfrentada y, no es escuchado por no pertenecer a la Institución ó Servicio operando en el sitio del suceso. Celo profesional mal entendido, porque una información proveniente de una fuente conocida no se debe despreciar, aunque ésta se encuentre afuera del Sistema.

El 94, el Gasómetro de Valparaíso se vio repentinamente envuelto en llamas, con el consiguiente pánico desatado en la población, incluidos los propios Servicios de Emergencia. Durante un Curso Técnico Provincial de Cuerpos de Bomberos, en ¡1966!, un veterano Ingeniero de la UTFSM nos había explicado que los Gasómetros no revestían mayor peligro para la población. Al enterarme de lo que ocurría, quise informar a las Autoridades lo que sabía al respecto pero, me fue imposible acceder por saturación de las líneas telefónicas, tanto de Servicios como de emisoras radiales. Al final, los porteños quedaron convencidos de haber vivido la cuasi mayor tragedia de Valparaíso, a punto de desaparecer del mapa.

Otra, un buque acercándose al puerto de Valparaíso y declarado en emergencia por incendio de rollos de papel en sus bodegas, cerradas herméticamente intentando ahogar el proceso de combustión. Instintiva y espontáneamente comenté con algunos amigos Bomberos la necesidad de Ventilar las bodegas en cuanto llegara a Puerto antes de intentar la extinción del fuego, dada la alta concentración de Bióxido de Carbono (C02) y Monóxido de Carbono (C0) acumulado, este último gas, altamente tóxico.

Sin embargo, en el intertanto, con la intensión de verificar la información recibida, un tripulante y un experto (amigo) intentaron ingresar a las bodegas sin la protección adecuada y el marino murió y el otro, al caer por asfixia, cayó escalera metálica abajo, lesionándose gravemente la columna. En esa ocasión, inicialmente no intenté dar aviso alguno por no aparecer como entrometido. Tras lo ocurrido con mi amigo, juré no callar nunca más ante la posibilidad de evitar riesgos o muertes innecesarias.

La experiencia, en este caso específico, surge respondiendo a una emergencia, esta vez un camión cargado con un par de tambores conteniendo azufre a granel, uno de ellos en combustión lenta, más un par de cilindros de Gas Freón 12. El chofer –desaparecido-, antes intentó apagar con un extintor de agua el azufre, generándose de inmediato emanaciones de un gas amarillo-verdoso de intenso olor muy desagradable y picante. El color y el olor a huevo podrido de los gases producidos por el azufre, según etiqueta legible sobre un costado del tambor, nos hizo retroceder para analizar la situación, decidiendo evitar echarle agua, como medida de precaución, ya que sí entendíamos que su combinación generaría aumento de gases no sólo tóxicos, sino también corrosivos y, observables ya en nuestro vestuario, salpicado al iniciarse las acciones. Un camarada bombero, estudiante de la hoy PUCV, nos trajo la solución, tras consultar en el Laboratorio de Química: controlar y apagar el fuego aplicando tierra seca. ¿Y… de dónde? ¡Pues rompiendo y extrayendo con palas pastelones de tierra con pasto de los jardines de una plaza pública! Esa fue nuestra experiencia, a fines de los 60 y es la información que comunicamos oportunamente. ¿Espuma?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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