Publicidad
Mucho más que música: la enseñanza del folclore en las escuelas frente a una nueva generación de artistas  Social

Mucho más que música: la enseñanza del folclore en las escuelas frente a una nueva generación de artistas 

Se conocieron en una murga femenina y por afinidad empezaron a verse más seguido entre cantos e instrumentos. En 2020, para el aniversario de la creación de una asamblea barrial santiaguina, se reunieron para cantar y de ahí no pararon más. Caramba y Zamba recorrió el sur, visitó el litoral y anhela continuar descentralizando el amor por el folclore, “convertirnos en referentes para nuevas generaciones de niñas y mujeres que quieran hacer cueca”. Una historia y una reflexión en el Día Internacional del Folclore.


Emergida cual reflejo de la incipiente sociedad industrial durante la primera mitad del siglo XX, la cueca brava se erigió entre los vestigios de las antiguas chinganas y supo retratar cronologías de los problemas que viven a diario las sociedades, especialmente aquellas pertenecientes a sectores populares. Los Chileneros, Los Truqueros y tantos otros se convirtieron en emblemas de este estilo que parece colmado de varones, pero el trabajo de las mujeres, a la sombra, parece hoy ganar notoriedad.

Caramba y Zamba nació en plena pandemia, a mediados de noviembre de 2020. Cecilia Barraza (31) estaba coordinando la celebración del aniversario de una asamblea formada después del estallido y la idea era convocar a un grupo de cuequeros. Pero en esa búsqueda no tuvo buenos resultados, hasta que se le ocurrió la idea: “¿Quieren formar un grupo de cueca para tocar ese día?”, le preguntó a sus compañeras murgueras. “Yapu”, dijeron ellas.

Amanda Fernández (27), Yorka Linzmayer (27), Carla Villalba (33) y Cecilia se conocieron años antes de esa ocasión mientras formaban parte de una agrupación de murga, un espectáculo musicoteatral de origen uruguayo compuesto de varios integrantes, en el caso de ellas conformado en su totalidad por mujeres: “Zamba y Canuta”.

“Cuando tocamos nos sentimos súper bien, nos entendimos y tuvimos una muy buena recepción porque nos escuchamos bien así que fue como ‘ooohhh, podríamos formar un grupo’”, contó Yorka Linzmayer, profesora y peluquera que canta y toca el acordeón en la agrupación. 

Producto de la afinidad que tuvieron mientras tocaban en la murga, comenzaron a encontrarse más seguido en otras instancias donde no faltaban los instrumentos e improvisaciones. Además, sus amistades ya tenían grupos de cueca urbana y conocían su funcionamiento, trabajo, frecuentaban los lugares y reconocían los ambientes y escenarios en los que se desenvuelven las juntadas de cueca urbana, mencionó Cecilia. 

De izquierda a derecha se encuentran Amanda, Carla, Yorka y Cecilia.

Narrar la cotidianidad

Esa primera vez que tocaron juntas, el repertorio fue de cuecas tradicionales y autorías amigas. Pero con el tiempo y las tardes de ensayo escribieron cuecas propias. “Alguna llega con una idea, tema o boceto y la presenta en el ensayo y vamos escribiendo juntas o poniendo melodías”, contó Yorka. “O también al revés”, agregó Amanda, profesora de música y estudiante de un magíster en musicología latinoamericana que toca el cajón, las castañuelas y se forma como bajista. 

“No todas las cuecas son nuestras pero estamos en proceso de creación y es un 50 y 50. Y como venimos del mundo murguero, la murga tiene un inicio, desarrollo y final porque es bien teatral entonces tomamos ese recurso y lo aplicamos en la cueca”, detalló Amanda, quien indicó que cuentan con dos canciones en Spotify, una que las presenta y una retirada.

Según explicaron durante una conversación virtual, a la que no pudo asistir una de las cantoras, los tópicos tratados por la cueca brava “son situaciones cotidianas, se habla mucho del hoy”, pero ese hoy puede apuntar a diferentes contextos.

-¿Qué reflexión hacen de la enseñanza del folclore en las escuelas?

-Cecilia: Como no soy profesora de música no sé de qué manera está incluido en el currículum de música, pero lo que puedo ver es que sólo se le da valor o se enseña para las fiestas patrias y el resto del año no se tiene presente y eso genera que sea muy institucional y no es eso el folclore, no es su esencia. Y eso hace que no se valore como parte de la identidad, debería ser algo que se enseñe como algo transversal porque tiene que ver con la memoria, identidad, raíces. 

Y en cuanto al espacio que ocupan las producciones de mujeres creo que es casi nulo, no sé si hay perspectiva de género, quizá hay iniciativas individuales de cada profesor. Creo que se podría dar una enseñanza más transversal porque el folclore es más que música, más que baile, tiene manifestaciones visuales, poéticas. Es parte de lo que nos construye como pueblo.

También considero que es necesario visibilizar referentes femeninos, ya basta del guatón loyola, existen muchos grupos en la actualidad que también pueden ser más cercanos a los jóvenes y si sólo se usan referentes antiguos se puede alejar más a los jóvenes. 

-Carla: El folclore se tiende a pasar como algo ajeno, no propio, termina por depender más de los profes que del propio currículum y con eso se deja en mano qué tanto énfasis se da a la enseñanza. Siempre está la referencia de Violeta Parra pero hay que pensar en cómo abrir espacio también a otras obras de otras creadoras y pensarlo en otras áreas además de la educación física y la música. 

-La idea de hacer “cueca feminista” o tratar temas vinculados a la cuestión de género ¿Fue algo pensado y planificado o surgió de manera natural?

-Amanda: una de las particularidades de la cueca brava es que es una crónica de lo que pasa en la sociedad y hoy ciertos temas los tenemos muy presentes, como temas ligados al género, el feminismo, y esto demuestra lo que nos está pasando como sociedad, hay cosas que nos preocupan más ahora. 

Nuestro trabajo puede ser visto como una respuesta a romper con lo traído de antiguas generaciones, pero creo que se dio de manera muy natural. No pensamos en hacer cueca feminista, es algo que nos acompaña y es parte de nuestra vida. 

La rueda, una historia de ayer y hoy

El canto a la rueda es una práctica de canto-poético tradicional basada en la cueca chilena. Según se detalló en una investigación publicada por la Universidad de Talca, nació en el marco de la actividad comercial santiaguina de principios del siglo XX, y sus modos de sociabilidad, cuyos principales referentes son masculinos. Pero desde mediados de la década de 2000, se produjo una irrupción de mujeres en la escena.

Todos los días, en distintos puntos de Santiago hay encuentros de cueca a la rueda en las que un grupo de cuatro integrantes cantan cada uno una parte y rotan hacia la derecha. A diferencia de sus orígenes, ya no son sólo hombres sino que los grupos de mujeres (sobre todo jóvenes) proliferan con notoriedad. 

Aunque tiene mayor convocatoria los martes y jueves, la rueda se realiza en diferentes lugares, entre plazas como la de Bogotá o Brasil, y lugares cerrados. La zona de la milla (Patronato), tiene una mística especial. 

Es un lugar “bien antiguo donde los taitas, los chileneros, se juntaban después del trabajo” ya que “la mayoría trabajaba en La Vega Central”, relató Cecilia. “Tomaban sus copetitos y se largaban a cantar cueca”. 

Considerada “una reliquia” por el valor histórico que posee, la milla estuvo cerrada un periodo largo debido a la pandemia. Hoy está funcionando y decenas de personas se juntan a cantar y compartir con la cueca como protagonista.

“Estamos trabajando además en un proyecto que es un mapa chilenero de lugares activos para cantar, tocar y bailar cueca, será una guía gratuita para todos y todas quienes se interesen en sumarse a estas convocatorias”, señaló Amanda. 

Al mismo tiempo, Yorka comentó que el canto a la rueda “es un esfuerzo por mantener viva la cueca”, y se da en distintos puntos de Santiago. “Pero la gente que conoce el mundo, baila,  canta o es instrumentista se mueve dentro de esos círculos, es bien de nicho”, sostuvo Cecilia, quien reconoció junto a sus compañeras esta situación y el centralismo como grandes desafíos a superar. 

“En enero de este año estuvimos en Chiloé, Valdivia, Villarica, una de las metas es  descentralizar, incluso poder salir fuera del país. También seguir creciendo como músicas porque hoy cada una tiene su trabajo aparte, sería un sueño poder vivir de esto”, reflexionó Cecilia. 

Además de las presentaciones que tienen agendadas para septiembre, preparan el lanzamiento de su tercera cueca en Spotify para así completar “una patita de cueca” y tienen la idea de grabar un disco en vivo, en un lugar y acompañadas de público.

Con influencias de la murga como coros en distintas voces y contracanto, la agrupación de mujeres buscó innovar en una propuesta de tintes latinoamericanos y adoptó el nombre de Caramba y Zamba para llevar esa muletillas popular, que refiere a “hacer estruendo”, en cada una de sus presentaciones. 

“Nos hemos tomado muy en serio nuestro rol como cantoras, como músicas y nos gustaría convertirnos en referentes para las nuevas generaciones de mujeres que quieran hacer cuecas”, expresó Cecilia, quien aprovechó además de hacer la invitación a participar de la presentación que realizarán el 18 de septiembre en Parque Pucará (Ñuñoa). 

Publicidad

Tendencias