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Afrodescendientes en Chile: la lucha por el reconocimiento social, político y cultural lejos del racismo Social

Afrodescendientes en Chile: la lucha por el reconocimiento social, político y cultural lejos del racismo

Los trajeron primero desde tribus de África sub-sahariana, Senegambia, Guinea y el Congo. Desde el siglo siglo XVII, Angola se transformó en el epicentro de la captura de esclavos. Luego transformados en “negros ladinos” fueron forzados a insertarse en la economía colonial portuaria de la actual Arica por su manejo del castellano, y más tarde en la agricultura y servidumbre. Fiestas del carnaval, cantos, sonoridades cuequeras y más conforman parte de una herencia reconocida a nivel legal, pero no social ni político. Una historia marcada por el racismo y la exclusión colonial y contemporánea que dejó su huella incluso en el proceso constituyente.


En su 40ª sesión de la Conferencia General de 2019, la Unesco adoptó el 24 de enero como Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes.

La conmemoración coincide con la adopción de la Carta para el Renacimiento Cultural de África que en 2006 firmaron los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana, que promueve “las numerosas y vibrantes culturas del continente africano y de las diásporas africanas en todo el mundo”, un “patrimonio común de la humanidad”, aseguraron desde el organismo ante su creación.

Así como en el resto del mundo, la cultura afrodescendiente también dejó su huella en las distintas esferas de lo que constituye el actual Estado chileno: mucho antes de su conformación, ya existía en el territorio. Por eso para Alberto Díaz Araya, historiador y académico de la Universidad de Tarapacá, es necesario primero establecer algunas diferencias en cuanto a la migración actual.

“Aquella historia afrodescendiente no responde a los recientes procesos migratorios de movilidad poblacional, por el contrario, son el resultado de la trata esclavista de personas que llegaron encadenadas durante los regímenes coloniales en toda América”, precisó.

“No hay que confundir la historia de la esclavitud, con los procesos migratorios contemporáneos que obedecen a situaciones políticas, económicas y/o sociales de las últimas décadas: los afrodescendientes en la historia de Chile no son migrantes, son poblaciones trasladas por la fuerza, encadenadas, traídas en condiciones infrahumanas”, agregó.

El historiador del Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas de la Universidad de Tarapacá aclaró que el término “afrodescendiente” refiere entonces a “mujeres, hombres y comunidades tribales que poseen un correlato histórico de larga data en torno a la esclavitud y vinculante con los territorios que el Estado posee y reconoce”.

El marco legal chileno así lo reconoce. Según trajo el doctor y académico, la ley 21.151 en su artículo N° 2 enuncia que “se entiende por afrodescendientes chilenos al grupo humano que, teniendo nacionalidad chilena en conformidad a la Constitución Política de la República, comparte la misma cultura, historia, costumbre, unidos por la conciencia de identidad y discurso antropológico, descendientes de la trata trasatlántica de esclavos africanos traídos al actual territorio nacional entre los siglos XVI y XIX y que se auto identifique como tal”.

Una población preexistente a la república

Las y los esclavos transportados a América “provenían de las tribus localizadas en África sub-sahariana, Senegambia, Guinea y la desembocadura del Congo” y años más tarde, en el siglo XVII, Angola se transformó “en una zona geográfica por excelencia para la captura de esclavos”, sostuvo el investigador.

Los afrodescendientes, herederos de las poblaciones esclavizadas en África, llegaron con los primeros europeos que arribaron al continente y al actual territorio chileno. Ya en 1520, el navegante Hernando de Magallanes llevó consigo un grupo de tripulantes europeos y entre ellos esclavos africanos.

En Chile se asentaron en la mayor parte del territorio en las actuales regiones de Arica, Tarapacá, Coquimbo, Valparaíso, Santiago, Concepción e incluso en el extremo austral chileno, lugares que poseen antecedentes de la presencia de
afrodescendientes desde el siglo XVI.

“Todo el territorio nacional está imbricado con la historia afro, vinculada a procesos de larga duración y articulada con las poblaciones originarias, vallesteras, mestizas y también criollas, corresponden una larga ocupación territorial junto a la diversidad de sociedades originarias que, en el pasado, configuraron el paisaje de lo que hoy ocupa el Estado chileno”, subrayó el académico con más de 20 años de experiencia en historia de los pueblos originarios andinos y afrodescendientes en el Norte de Chile.

Arica y sus valles representan un punto epicentral para la población afrodescendiente.

“Siendo un referente en el movimiento de reconocimiento Afro, las comunidades de Arica poseen un relato histórico que justifica su praxis política contemporánea”, indicó Alberto Díaz. Es que desde 1540 está “muy documentada” la presencia de la población en el lugar y “su significación histórica”, un “paradigmática para el actual movimiento de reconocimiento político, étnico y territorial de los descendientes de la trata esclavista”.

“Diego de Almagro tenía entre su contingente a un 13% de esclavos de origen africano, la expedición de Pedro de Valdivia también incorporó a esclavos negros y en 1541 el Cabildo de Santiago nombró a Domingo, esclavo de Juan Negrete, como el primer pregonero de la comarca”, señaló Alberto Díaz.

Una década después, ya para 1550 se estima que hubo “una constante presencia de esclavos negros en Coquimbo, Valparaíso, Santiago, Concepción, Cañete, Laja, Colcura, Lota, Angol, entre otros fuertes hispanos, destinados como servidumbre, agricultores y a oficios varios”.

El sistema esclavista se mantuvo hasta avanzado el siglo XIX

Las y los afrodescendientes llegaron encadenados para servir a la economía colonial y permitieron la articulación de productos, enseres, telas y azogue hacia el mineral de plata de Potosí y minerales, charqui, lanas, entre otros productos provenientes desde el altiplano, convirtiendo a la ciudad en un nodo activador de los mercados regionales gracias a la conexión con puertos coloniales.

“Por Arica ingresaron como un bien preciado mujeres y hombres de tribus africanas que habían sido esclavizados, bajo la tipificación de ‘bozal’, término que rotulaba a los esclavos llegados directamente de África y que no manejaban el idioma y la cultura hispana. Los ‘negros ladinos’ eran aquellos que ya se manejaban en el castellano y podían desenvolverse con los amos, clérigos e indios”, indicó el investigador.

En orden cronológico, el historiador enfatizó en la figura de Lucas Martínez, primer encomendero español “que poseía propiedades entre Sama, Lluta, Azapa, hasta los confines de la pampa del Tamarugal” y administraba cultivos de maíz, alfalfa y trigo en los valles “con yanaconas a su servicio, un par de clérigos y varios esclavos negros destinados a la agricultura en las quebradas y oasis como Pica o a los minerales de plata de Huantajaya, ingenio localizado en las inmediaciones de lo que ahora es Alto Hospicio”.

“En el año 1555 cerca quinientos esclavos negros fueron internados por Arica. Para la misma época, en las costas sur peruanas se encontraban trabajando en los valles 1.200 esclavos. En 1614 el virrey Marqués de Montesclaros mandó a levantar un censo de la población del virreinato, registrándose para la zona de Arica a 410 españoles y a 1300 negros pertenecientes a diferentes castas”, expecificó Díaz Araya.

Además de conformar una “parte relevante” de la población urbana, la población afro tuvo protagonismo en la agricultura, las haciendas (como servidumbre), la minería, el trabajo portuario y otras tareas en los márgenes de la sociedad rural.

De acuerdo al relato del historiador, la Constitución de 1823, había sentado jurisprudencia en ese entonces con una aseveración clara: “En Chile no hay esclavos: el que pise su territorio por un día natural será libre. El que tenga este comercio no puede habitar aquí más de un mes, ni naturalizarse jamás”, citó Díaz.

No obstante, pese al adentramiento de los procesos independentistas y la conformación de un estado-nación con todo lo que ello requiere, América, mantuvo un el sistema esclavista “hasta avanzado el siglo XIX”.

“Existen reportes donde se estima que ad portas de la emancipación chilena, habían en la zona central cerca de 5.000 esclavos negros y pardos, siendo abolida la esclavitud hacia 1823”, puntualizó el académico de la Universidad de Talca.

El desconocimiento de una rica herencia

Siendo una población protagonista de la historia chilena y del mundo, su falta de reconocimiento es una deuda que traspasa la mera cuestión legal.

Desde Arica a Magallanes, consignó el académico, “existe una abundante evidencia histórica, nutrida con un número importante de investigaciones antropológicas, demográficas y arqueológicas que abordan la preexistencia por cerca de 500 años del Pueblo Tribal Afrodescendiente mucho antes de la construcción del Estado”.

Las fiestas del Carnaval, el canto en coplas y sonidos de tambores, las sonoridades patrióticas de la cueca y tantos otros elementos constituyen aparte del entramado heredado por las y los afrodescendientes, lo cual es más que una referencia teórica y política.

“Nos abren la posibilidad de que los datos históricos sirvan como contrapunto para observar la realidad multicultural de la sociedad chilena más allá de los reduccionismos”, afirmó el académico.

Pero, a diferencia de otras poblaciones, la afrodescendiente está marcada históricamente por un racismo latente y para Alberto Díaz, varios episodios de racismo actuales dan cuenta de una huella que nunca pudo borrarse.

“Un momento que sintetiza lo que hemos planteado es lo acontecido en la discusión constitucional. Como es de conocimiento público, la clase política denegó la posibilidad de que los afrodescendientes obtuvieran escaños reservados para incorporarse con sus representantes en la Convención, pese a que en el año 2019 se había promulgado la Ley 21.151 que otorgó su reconocimiento legal”, recordó el especialista.

“Sin embargo, al quedar fuera de la Constituyente, las comunidades afrodescendientes movilizadas en Arica exigieron su incorporación en el texto constitucional. Su exclusión fue reeditar prácticas discriminatorias y de racismo estructural, tal como las aplicadas por las agencias y agentes del Estado o las ligas patrióticas durante la ‘chilenización’ compulsiva en el Norte Grande”, agregó.

“Repertorios peroratas, prejuicios y estereotipos racializados y un notable desconocimiento sobre la presencia histórica de los afrodescendientes desde el siglo XVI en todo el territorio”, reflexionó el experto, se escucharon entre las paredes del Congreso, donde las demandas del pueblo afro no fueron atendidas.

Así, ni la abolición de la esclavitud ni la ley de reconocimiento de su existencia alcanzaron para un reconocimiento.

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