Publicidad
El derecho a una vista: vidrio, ventanas y nuestras vidas transparentes FT Weekend

El derecho a una vista: vidrio, ventanas y nuestras vidas transparentes

Publicidad

A medida que los desarrolladores intentan construir más torres de vidrio, las ventanas están reemplazando a las paredes. Pero, ¿debemos vivir en «burbujas»?


Una vista no es un privilegio que va en un solo sentido. Es cierto, se puede tener una ventana panorámica, pero también se podrá ver hacia adentro. Una situación que se planteó en las recientes quejas de los residentes de los apartamentos de Neo Bankside de Londres es que los visitantes de la nueva galería de arte de la vecina Tate Modern, la estaban utilizando para mirar hacia adentro de sus apartamentos. Ha habido cartas de reclamos.

Sir Nicholas Serota, director saliente de la Tate, probablemente no contribuyó positivamente cuando sugirió que los residentes deberían colocar visillos. Pero el comentario irreverente resaltó una situación contemporánea, y una faceta de la arquitectura moderna, que es poco discutida, pero que está destinada a convertirse en un verdadero problema conforme las ciudades de todo el mundo intentan competir entre sí en cuanto a la cantidad de torres de vidrio con desarrollos inmobiliarios cada vez más densos.

La dificultad surge de una confusión en el núcleo de la arquitectura contemporánea: la diferencia entre una ventana y una pared. En las primeras décadas del siglo XX los modernistas soñaban con la transparencia, la desaparición de la estructura. A mediados del siglo XIX ya había surgido una fisura entre una nueva arquitectura de vidrio y los tradicionales ladrillos de la ciudad.

[cita tipo=»destaque»]Nuestros metadatos están supervisados, nuestros paseos en Uber están en una base de datos junto con nuestros correos electrónicos. Las cámaras de seguridad siguen nuestros movimientos. Cada una de nuestras transacciones queda registrada. La pared de vidrio es una constatación de una condición ética y real: nuestras vidas están abiertas para que todos las vean. Si eso no te parece bien, compra un apartamento con ventanas. Y cierra las cortinas.[/cita]

Se puede apreciar el conflicto entre ambas en la estación de St Pancras en Londres (1868), en la forma en que la magnífica cúpula de vidrio de William Henry Barlow se extiende hacia la ciudad sólo para terminar bloqueada por el gótico castillo de ladrillo del Midland Grand Hotel, de George Gilbert Scott. El nuevo ideal fue representado por el Palacio de Cristal en Hyde Park (1851), un edificio mediante el que Joseph Paxton, un ingeniero, desafió la profesión de la arquitectura con una nueva concepción de contener el espacio.

Representó un replanteamiento fundamental de la arquitectura. No eran paredes con ventanas, sino paredes que eran ventanas. El Palacio de Cristal no contenía una serie de espacios o salas; era un gran plano abierto, una representación del mundo del comercio y la manufactura, así como La Casa de la Palmera de Kew (1848) era un contenedor de un mundo exótico. El filósofo Peter Sloterdijk le dio a la idea el nombre de la «burbuja», un perdurable meme que ahora está resurgiendo en diseños como el de la nueva sede de Google en Mountain View o los planes de Elon Musk para una base en Marte.

Apple Store representa nuestro mundo de cosas contemporáneas. Pensemos en la Apple Store en la Quinta Avenida de Nueva York, que se manifiesta como un cubo de cristal puro. Éste es nuestro mundo de aplicaciones y consumo en línea: totalmente transparente, tan elegante como la pantalla de un iPhone. Aunque no sucede nada en el cubo de cristal en sí (el comercio se realiza bajo tierra), es la representación de una idea.

La idea de una arquitectura de vidrio coincidió con las nociones de que la transparencia es «algo bueno». En el mundo corporativo, la transparencia es una metáfora para el buen gobierno corporativo. No se pueden hacer tratos turbios ni tras bambalinas en un edificio donde todo se ve y no existen bambalinas.

En el mundo del gobierno sucede aún más. Es casi imposible imaginar un nuevo edificio parlamentario que esté siendo construido en una democracia y que no se exprese mediante la ligeramente tonta metáfora de la transparencia. Tanto el Reichstag de Norman Foster como la Asamblea Nacional de Gales de Richard Rogers tienen salas de vidrio, de manera que sus actividades están abiertas al electorado. Al menos, visualmente. Y luego están las casas.

Esta metáfora de transparencia fue llevada a la psicopatología de lo doméstico. Fue una expresión construida de la idea de que la luz purifica y que los rincones interiores oscuros (que representan los recovecos del subconsciente) deben ser purgados. La Casa Farnsworth de Ludwig Mies van der Rohe (1951) fue el punto culminante. Era completamente transparente, y su dueño la odiaba, sintiéndose vulnerable a pesar de que la casa estaba en medio de la campiña de Illinois.

La transparencia siempre ha tenido una dimensión ética, la apertura de la vida cotidiana al mundo, la apertura de las cortinas metafóricas. Por supuesto, esas cortinas son realmente metafóricas. Las casas con ventanas que daban a la calle tuvieron postigos alguna vez. Luego, cortinas pesadas (para la noche) y visillos (para el día). La razón por la cual la réplica de Serota a los vecinos de la Tate Modern fue tan mordaz reside en su invocación al suburbanismo mezquino y de cortinas cerradas. El tipo de personas que compran apartamentos con paredes de vidrio con vistas a Londres se consideran a sí mismas una clase diferente de personas a aquellas que viven en las casas de arquitectura victoriana. Aquí surge la delicada cuestión de las clases sociales, una cuestión que aún embulle bajo la estética urbana en Gran Bretaña.

Sin embargo podríamos decir que cerrar las cortinas es un síntoma de exactamente el tipo de sentimiento de pertenencia a un lugar, y de una conciencia sobre lo que está ocurriendo, lo cual es la esencia pura de la comunidad al estilo de Jane Jacobs de ortodoxia contemporánea. El sentido es que los residentes dentro de sus burbujas de cristal quieran mirar hacia afuera — para consumir y poseer la vista — pero se sienten ofendidos si alguien mira hacia adentro. La vista es un beneficio público y no debe ser controlada por la riqueza. Si pasa caminando junto a Neo Bankside, se da cuenta de que se pueden ver bien los apartamentos desde la calle; hay un elemento de exhibicionismo implícito en la arquitectura. Nadie que quisiera privacidad real debería haber comprado un apartamento con paredes de vidrio.

Y hay un paralelo social más amplio. Nuestras vidas, las cuales en gran medida vivimos en línea, se han vuelto casi totalmente transparentes. Nuestros metadatos están supervisados, nuestros paseos en Uber están en una base de datos junto con nuestros correos electrónicos. Las cámaras de seguridad siguen nuestros movimientos. Cada una de nuestras transacciones queda registrada. La pared de vidrio es una constatación de una condición ética y real: nuestras vidas están abiertas para que todos las vean. Si eso no te parece bien, compra un apartamento con ventanas. Y cierra las cortinas.

Publicidad

Tendencias