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Más verde y menos cemento: la fórmula de sobrevivencia de los pájaros en la ciudad Según expertos son por lo menos 28 las especies que habitan en el radio urbano de la capital

Más verde y menos cemento: la fórmula de sobrevivencia de los pájaros en la ciudad

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Chincoles, tiuques, mirlos, raras, picaflores y zorzales son algunas de las tantas especies de aves con las que convivimos en la mayoría de las comunas de Santiago. Corren el riesgo de ser alcanzadas por sus depredadores naturales y también por perros y gatos. Y aunque han logrado adaptarse a la vida urbana en plazas, parques y patios, su mayor amenaza es la desaparición de los tipos de vegetación que requieren para subsistir.


Un zorzal rompe el silencio de la noche y con su canto anuncia que se viene la hora del alba. Un rato después, y bajo los primeros rayos del sol, una ruidosa bandada de mirlos salta de un árbol a otro, sin llamar la atención de un par de tórtolas posadas durante largo rato en una rama, a las que tampoco parece importarles que, más abajo, varios chincoles se den un festín en medio del pasto mojado.

Parece una situación campestre, pero no. Todo ocurre a la hora del taco matinal en una transitada calle de la comuna de Ñuñoa, donde también entran fugazmente en escena cotorras argentinas, palomas y los gritos de dos queltehues que vuelan más alto.

Son aves que han logrado adaptarse a la vida de la ciudad, en una verdadera ruta de sobrevivencia que, en el caso de muchas especies, depende de la existencia de áreas verdes en lugares públicos y privados y de condiciones que muchas veces facilitan su nidificación.

“Si la ciudad fuera sólo cemento, tendríamos solo palomas y gorriones.  Afortunadamente, como no podemos vivir solamente con cemento, tenemos verde y eso lo aprovecharon otras especies para vivir en los parques, calles y patios de las casas”, explicó el biólogo Juan Carlos Torres-Mura.

El especialista lleva décadas estudiando las poblaciones de aves en el país y a través de la Unión de Ornitólogos de Chile (Unorch), de la cual es vicepresidente, realiza charlas y jornadas de observación que constituyen verdaderos safaris fotográficos.

Zorzal, una tórtola con su polluelo, un chincol y un gorrión.

Vuela o muere

Las que se pueden ver a diario en prácticamente todas las comunas de Santiago son las denominadas aves “generalistas”, que se las ingenian para adaptarse a la ciudad, aunque igualmente requieren de ciertas condiciones para hacerlo, como la existencia en calles, plazas y parques de distintos tipos de vegetación, como árboles, matorrales y pasto.

“En aves la idea es que haya vegetación de estratos suelo, medio y altura. El resultado va a ser de diversidad y las aves van a llegar solas, porque van a reproducirse de alguna manera las condiciones naturales para que vivan”, dijo Torres-Mura.

Los pájaros que tienen la tarea más difícil tras salir del huevo son aquellos que nacen “desnudos” sin plumaje alguno, con los ojos cerrados y en nidos ubicados en lo alto de los árboles y techos, como zorzales, chincoles y gorriones.

Mientras el zorzal construye para sus huevos un nido bien protegido elaborado de ramitas y barro, lo que le da un acabado parecido al adobe, la tórtola lo hace sólo con unas pocos palitos, lo que deja a los polluelos en una situación muy vulnerable. El panorama es aún más complicado si en medio de este proceso se ven enfrentados a la denominada “lluvia matapajaritos”.

“Los polluelos tienen que crecer rápido, porque Chile es muy estacional. Por eso los pájaros aprovechan de poner huevos al final del invierno, y ojalá no venga una lluvia ‘matapajaritos’ ya que si las crías están chicas y se enfrían sin que sus padres los alcancen a proteger, se mueren”.

Tampoco pueden quedarse mucho tiempo en sus nidos, explica Torres-Mura, “porque hay depredadores aéreos que pueden ir a cazarlos, entonces una vez que nacen y alcanzan una cierta edad, que pueden ser dos a tres semanas –y en los chincoles una semana-, se tienen que tirar al suelo. Lo que necesitan estas aves en la ciudad es que haya jardines densos donde se puedan esconder de los depredadores aéreos, que son sus enemigos naturales. Ahí sin embargo se encuentran con los depredadores que proporciona la ciudad, que son los perros y  gatos, por lo que les es difícil esconderse en los patios”.

“El zorzal se demora en volar entre tres y cuatro semanas, y al mes ya puede aletear lo suficiente, no para llegar al nido, sino para encaramarse a un árbol y esperar arriba. Lo mismo las tórtolas: nacen las crías, se esconden un poco en el suelo y en una semana tienen que volar un poco para por lo menos, cuando venga el gato,  protegerse en un lugar más alto”, dice el vicepresidente de la Unorch.

Chercán, cachudito, tijeral y golondrina chilena.

Arbustos densos

Existen otras especies que no anidan en árboles altos, pero sí en arbustos densos, como las ligustrinas. Éstas son ideales para el chincol y otras especies menos conocidas pero igualmente presentes en Santiago, como el cachudito y el tijeral. Estos dos últimos se caracterizan por alimentarse de pequeños insectos en los árboles, como pulgones y chanchitos blancos.

“Ayudan a los humanos porque son controladores de posibles plagas y necesitan lugares más densos como matorrales. El cachudito siempre anda en pareja y es más chico que un chincol; el tijeral también es pequeño, pero se distingue por su cola larga”.

En este grupo también se encuentra el chercán. “También es chiquitito, insectívoro y  muy común en la ciudad. Tiene un cantito muy sonoro y anida en cualquier parte”. Es así como puede perfectamente poner sus huevos en una caja de cartón abandonada en el patio, en las canaletas de las casas, en un tarro, un macetero o dentro de un zapato, dependiendo de cuanta sombra reciba. Anidan en pareja  y suelen cambiarse constantemente de ubicación.

Y si de insectívoros se trata, la golondrina chilena también es parte del paisaje de la capital. Es una cazadora en vuelo de polillas y zancudos que anida generalmente en los entretechos. Se distingue por su lomo blanco, a diferencia de la golondrina lomo negro, que habita generalmente en los huecos de acantilados en sectores costeros.

Impostor y «malagradecido»

En las comunas con más verde también es frecuente ver grandes y bulliciosas bandadas de mirlos. A diferencia de los tordos –que también hay en Santiago, que son más grandes y siempre de color negro- se distinguen porque el macho es negro pero con brillos azules y las hembras grises.

Se trata de pájaros “parásitos”, porque ponen sus huevos en los nidos de otras aves, como los chincoles. “En primavera siempre vas a ver a un chincol alimentando a un pájaro más grande que él y de color gris, que es un mirlo. ‘Te hicieron leso’, le decía yo a un chincol que estaba alimentando a un pájaro que no era suyo”, cuenta el biólogo.

“Los padres están atentos, los esperan y los llaman. Y son malagradecidos, porque llega el momento en que ‘sin dejar ni un hasta luego´, como decía el poeta, se van con su bandada. Con el grupo se mueven mucho, viajan de la ciudad al campo a buscar comida y también son generalistas porque comen de todo, semillas, gusanitos, etc”.

Mirlo, queltehue, una bandada de cotorras argentinas y una paloma comun.

Terror desde las alturas

En Santiago son tres aves rapaces diurnas las que desde las alturas siembran el “terror” entre pájaros más pequeños que corren el riesgo de transformarse en sus víctimas. El más grande es el halcón peregrino, que se las ha arreglado para anidar en las azoteas de edificios y que se alimenta de tórtolas y palomas. Le sigue el cernícalo, que requiere anidar en los huecos que dejan los árboles más antiguos, y el tiuque, considerado el “más gritón” de todos, que vive en los árboles y también en techos.

“El halcón de verdad es el peregrino y el tiuque que es el más gritón, es un halcón ‘ordinario’ porque no caza mucho, sino que más bien busca carroña y basura. Con  los animales atropellados a la orilla del camino se da un verdadero festín”.

Pero hay otras rapaces que no se ven, ya que tienen hábitos nocturnos. Es el caso del chuncho, que vive en los hoyos de los troncos más añosos y que en invierno marca presencia con su característico grito de madrugada, y la lechuza, que también ha logrado adaptarse a los edificios altos.

Chuncho, cernícalo, tiuque y lechuza.

“La lechuza es aliada de los humanos porque se alimenta de puros ratones. Y en la ciudad hay muchos que salen de los alcantarillados a dar su vuelta. Otros andan generalmente por lugares donde hay hiedra y se desplazan entre los cables. Entonces la lechuza está siempre atenta donde ir a cazarlos”.

A ras de suelo

También hay pájaros que anidan a ras de suelo, como la loica, que se ve principalmente en el sector oriente de Santiago, y el queltehue, que llegó desde el campo y se pudo adaptar al pasto de los parques.

“El queltehue anida en los céspedes que no se cortan todas las semanas y por suerte en algunos parques los jardineros lo saben. Si se reproduce en la ciudad muchas veces es con la complicidad del jardinero, porque cuando va a cortar el pasto y ve el nido, pasa por el lado y  deja una islita hasta que nazcan los pollos. Son parte de las especies a las que se les llama ‘precoces’, porque nacen con los ojos abiertos y  cubiertos de plumas. Al principio se puede agazapar para camuflarse, pero después sale corriendo. Si viene el gato corre a esconderse y los padres van a salir a protegerlo, porque tienen un espolón para defenderse. Son las estrategias de sobrevivencia que tienen los pájaros”.

Amor odio

Hace ya varios años los loros o cotorras argentinas prácticamente se tomaron las plazas y parques, anidando en árboles de gran altura.

En Argentina y Uruguay esta especie es considerada una plaga, porque arrasa con los frutos del campo. “Aquí en Chile está en la ciudad y nosotros nos hemos cansado de decirle a todo el mundo que se va a convertir en plaga, porque uno de estos días se va a ir a meter a las viñas y no van a tener cómo sacarla. En algunos condominios la gente se queja  que ensucian y están declarados por el SAG como una especie dañina, por lo que cada cierto tiempo se realizan controles locales para cortar las ramas donde anidan. Pero no tardan en reagruparse e instalarse en otro lado”.

Afortunadamente no son nocivas para otras especies y gozan del cariño de la gente. “A fin de cuentas, todos encuentran lindo ver un loro”, señala Torres-Mura.

Picaflor, una bandada de jilgueros, fiofío y una rara macho.

Espíritu viajero

Hay otras especies que rara vez anidan en la ciudad, pero que acostumbran a visitarla si ésta les proporciona alimento. Es el caso de los picaflores o colibríes, que ofrecen todo un espectáculo cuando se dejan ver prácticamente suspendidos en el aire cuando se acercan a las flores. “Anidan siempre cerca de un curso de agua. La hembra hace el nido y lo construye con musgo y telas de araña y lo pega en una ramita para que quede medio escondido. Les gustan todas las flores que tengan néctar. Afortunadamente los humanos tienen muchas y por eso aparecen constantemente en los jardines. Sus preferidas son los abutilones y los hibiscos y en general todas las que florecen en el invierno”.

En la estación más fría del año es frecuente verlos en los eucaliptus, árboles “que para los pájaros y especialmente los picaflores tienen la gracia de florecer en invierno y son una buena fuente de néctar”.

“Llegan a la ciudad provenientes del sur,  pero después se van. Este picaflor chico que llega a Santiago se va por el norte hasta Paposo, al sur de Antofagasta. Pueden volar distancias largas. Por eso necesitan llegar a un lugar donde alimentarse, para poder recuperar energía y seguir volando”.

Los jilgueros también son visitantes muy cantores que aparecen en Santiago durante la época invernal. Se les ve principalmente en los liquidámbar, árboles introducidos similares a los plátanos orientales que abundan en todo Santiago. “En invierno los liquidámbar pierden todas sus hojas pero queda una especie de fruto que no cae ni explota, como sí ocurre con el plátano oriental. Entonces los jilgueros aprendieron que ahí encuentran una semilla, y vienen a la ciudad a buscarla”.

[cita tipo=»destaque»]“La gente no quiere que esté lleno de ratones, que esté lleno de polillas o que esté lleno de zancudos. Entonces hay que hacer el link que todo cumple un rol, aunque ese rol ya esté un poco cambiado porque ya no están todas las especies. Pero con las que hay, debemos aprender a vivir».[/cita]

Otro viajero que acostumbra a recorrer largas distancias es el fiofío. “El fiofío se va, cruza la cordillera y llega a Brasil a pasar el invierno para volver casi al inicio de la primavera. La gente no lo ve mucho, porque está siempre arriba de los árboles, pero lo conoce por su silbido característico. Cuando escuches un pajarito que silba ‘fio’, es el fiofío. La gracia es que tiene una condición que se llama filopatría: ama el lugar donde nació. El fiofío nace en un lugar y viene a buscar el mismo árbol. Si se lo cortas, llega al del lado. Come frutos, pero básicamente insectos y está en las calles, pero se escucha más de lo que se ve”, explica Torres-Mura.

Nuevos vecinos

Así como hay especies que van y vienen, como las torcazas que se dejaron ver hace algún tiempo en el Parque Quinta Normal, o las garzas blancas que cada cierto tiempo llegaban a pernoctar a las  palmeras de la Gran Avenida, hay otras que en los últimos años se instalaron definitivamente en Santiago.

Una de ellas es la rara, muy común en Providencia. “Apareció aquí hace poco más de 10 años. El macho es rojizo, tiene los ojos rojos y hace un ruido metálico como una carcajada. La hembra es más de color café. Su tamaño es parecido al del zorzal y es un pájaro de campo, nativo de Chile y  Argentina”.

Diuca, loica, torcaza y tenca.

“Pertenece a un grupo en el que hay tres especies: una en Perú, otra en Argentina y esta que está en Chile y también en Argentina que llamamos  la rara. Se alimenta de brotes, lo que es muy extraño y la razón del porqué los campesinos no la quieren mucho. Tiene unas bacterias en el intestino que le permiten digerir brotes que para otras especies son indigeribles, por eso son muy interesantes para los científicos dedicados a la fisiología, o sea, que estudian cómo funcionan los organismos”.

Las raras viven en parques. De los ambientes naturales pasaron a los campos agrícolas y de ahí a la ciudad donde encontraron cosas que comer. “La gracia es que a pesar de ser un ave no generalista, sino que especialista en lo que come, se pudo adaptar a la ciudad”, indica el investigador.

Pájaros en la web

En Internet existen varios sitios dedicados a la ornitología. Uno de ellos es avesdechile.cl, donde las especies están ordenadas por orden alfabético para acceder a información más detallada de sus características. Además de fotografías, también está disponible el audio de cada una de ellas.

Otra alternativa es Xeno Canto, un sitio que se propuso “compartir el canto de las aves de todo el mundo” y que suma hasta el momento más de 349 mil grabaciones.

Los amantes de la fotografía pueden acceder a Foto Naturaleza, un sitio chileno donde aficionados y profesionales pueden compartir las imágenes de sus avistamientos. Y no sólo de aves, sino que también de mamíferos, insectos, peces y flora silvestre.

Y si de especialistas se trata, otro nuevo vecino que llegó a Santiago es el carpinterito. “Es un pajarito que hace poco tiempo entró a Santiago y que también es especialista. Su grito es como una carcajada y lo hemos visto sobre todo en lugares donde hay árboles altos. Es chiquitito, castellano, y el macho tiene una cosita roja en la cabeza. Es carpintero porque picotea los palos para meter la lengua y encontrar insectos. Entonces necesitas árboles viejos, de preferencia con ramas muertas”.

“No soy de aquí…”

En algunas partes de Santiago aparecen especies más selectivas, que prefieren vivir en zonas semiurbanas, colindantes con sectores rurales, pero en ningún caso se acercan al centro. Una es la tenca, una especie endémica de Chile que se puede encontrar sólo en el sector oriente.

“Vive en la ciudad, pero sólo en el barrio alto. Por avenida Las Condes vas a ver tencas. Es un pajarito gris con una ceja blanca, bien cantor”. Otra es la diuca, que está sólo en algunos barrios, como en la parte alta de La Reina.

Factor humano

En total, se contabilizaron hasta aquí 28 especies y obviamente podría haber más. Lo importante sin embargo es tomar conciencia de que se trata de una biodiversidad que requiere de ciudadanos y autoridades comprometidas con su conservación.

“La gente no quiere que esté lleno de ratones, que esté lleno de polillas o que esté lleno de zancudos. Entonces hay que hacer el link que todo cumple un rol, aunque ese rol ya esté un poco cambiado porque ya no están todas las especies. Pero con las que hay debemos aprender a vivir, aunque no nos gusten las tórtolas o los loros”, dijo Torres-Mura.

Al mismo tiempo recordó que gran parte de la comunidad científica viene hablando de que estamos viviendo en una nueva era, la del antropoceno. “Eso significa que prácticamente no hay lugares en el mundo, y en Chile son contados con los dedos, donde no se vea el efecto de los humanos. Y los pájaros de la ciudad son precisamente los que se han adoptado al antropoceno”.

Halcón peregrino, garza blanca, carpinterito y tordo.

Bajo esta mirada, lo que hagan las propias personas resulta clave. Un ejemplo, dijo, es el Parque Bicentenario de Vitacura.  “Ahí hay un parque que tiene cisnes y flamencos en cautiverio, pero  llegaron la taguas y unas tagüitas. Quizás no se pensó así, pero terminó siendo un lugar con distintos ambientes y por eso atrae la fauna y la gente puede ir y disfrutarlo. Esa es la idea, en los parques urbanos tenemos que aprender a vivir con la fauna”.

¿Qué pueden hacer las personas? El vicepresidente de la Unorch dice que primero hacerse responsable de las mascotas, es decir perros y gatos. “Hay gente que dice ‘mi gato sale y vuelve con un pajarito de regalo’. En el fondo si el gato caza un pájaro el responsable soy yo, no le puedo echar la culpa al gatito”.

En segundo lugar privilegiar la existencia de vegetación en los patios, o poner flores en balcones para ayudar a los picaflores. “También se lo podemos pedir a los alcaldes y concejales para que las comunas sean más verdes, no necesariamente con tanta plata. Tener plazas es algo que debería estar al alcance de todo el mundo, pero no de cemento”.

Y concluye: “Hay que entender que sin diversidad biológica no hay vida humana. Todo es agricultura, en el país prácticamente no hay praderas naturales, son todas ocupadas por humanos y les meten vacas, caballos y cabras en los cerros. Hay que hacer un lenguaje  nuevo. Los amigos de los servicios públicos todavía hablan de ecosistemas naturales, pero en Chile prácticamente eso no existe, todo está de alguna manera alterado y tenemos que reconocer que es así, no sacamos nada con seguir soñando”.

Conocer más

Quienes tienen interés en conocer más sobre las aves que habitan el país pueden inscribirse los talleres y charlas que cada cierto tiempo organiza la Unorch.

El más cercano es el que se llevará a cabo entre los días 18 y 26 de abril en dependencias de la Universidad Central. Se trata del “Curso de identificación y biología de las aves de Chile Central” y que incluye una salida a terreno.

Para Juan Carlos Torres-Mura, el interés que tienen los aficionados por la ornitología constituye un gran respaldo para la actividad científica. “Es algo que se ha vuelto muy importante y es lo que ahora se llama ciencia ciudadana. Los científicos siempre son un grupo muy reducido de gente que en Chile tiene pocos recursos. Entonces estas personas que se interesan por los pájaros son aliados, porque pueden recoger mucha información”.

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