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Advierten riesgos de la salud pública infantil por sobrediagnóstico de alergias alimentarias Niñez

Advierten riesgos de la salud pública infantil por sobrediagnóstico de alergias alimentarias

Especialista asegura que las evaluaciones médicas desactualizadas para el diagnóstico de alergia alimentaria e incluso el autodiagnóstico hecho por los padres pueden derivar en tratamientos inadecuados y restricciones que perjudiquen el desarrollo de niños y niñas.


La acción de algunos padres o madres y profesionales de la salud que diagnostican alergia alimentaria guiados solo por sus impresiones y conocimientos desactualizados puede significar un serio riesgo para los menores que están a su cuidado.

Así lo manifestó la doctora en Nutrición y Alimentos, profesora de la Universidad de Chile, Karla Bascuñán, quien aseguró que síntomas similares pueden llevar a un diagnóstico errado cuando no se evalúan correctamente.

 La científica indicó que el autodiagnóstico por parte de madres, padres o cuidadores se produce frecuentemente, lo que califica de riesgoso“porque supone la restricción de los alimentos que causan la reacción alérgica, y frecuentemente se restringen más alimentos de los necesarios”.

“El diagnóstico lo debe realizar un profesional especializado en el área que luego derive al paciente a un profesional experto en el área nutricional. Este se encargará de sustituir adecuadamente los alimentos restringidos por otros que no originen la reacción inmunológica, y reemplacen satisfactoriamente el aporte nutricional que aquellos representan”, afirma.

Igualmente, asegura que en la actualidad hay un sobre diagnóstico de alergias alimentarias por parte de los profesionales de la salud, que también producen efectos perjudiciales a los pacientes.“Es un tema, dice la científica, que ha adquirido relevancia pues implica la restricción alimentaria a niños que en rigor no la necesitarían”.

“Durante el primer año de vida hay algunos órganos que se encuentran en entrenamiento. Uno de ellos es el sistema gastrointestinal, y algunos síntomas, como los cólicos y el cambio en la consistencia de las deposiciones son propios de este proceso. Usualmente terminan aproximadamente al año de vida y son normales hasta esa edad, y pueden ser confundidos con alergia alimentaria y llevar a un tratamiento equivocado”, explica.

Única solución: limar la causa

La alergia alimentaria es una reacción del sistema inmune frente a proteínas que están contenidas en alimentos. Mayoritariamente se inicia en la infancia y se relaciona con la ingestión de nuevas sustancias por parte del ser humano que llega a este mundo.

Por la misma razón, una de las primeras alergias alimentarias que se producen es a la proteína de la leche de vaca, que es de los primeros alimentos que consumen los recién nacidos.

A ella puede sumarse la alergia a otros alimentos que se transmite a través de la lactancia materna o pueden ser adquiridas en etapas posteriores de la vida.

Algunas de estas incompatibilidades desaparecen de manera natural en el transcurso de la infancia, generalmente entre los tres y cuatro años. Otras se mantienen a lo largo de la vida. Y pueden ser producidas por una variada gama de alimentos entre los que se destacan los huevos, pescados, mariscos, y el maní.

Hay dos clases de alergias alimentarias. Una, mediada por inmunoglobulina E, de reacción rápida, se desencadena en tiempos que van de minutos a pocas horas. Principalmente consisten en sintomatología intestinal, como diarrea, vómitos, dolor abdominal. También puede manifestarse con sintomatología respiratoria o de la piel, como urticaria y dermatitis. En casos extremos puede llevar a un shock anafiláctico, con riesgo vital.

El otro mecanismo mediante el cual se presentan las alergias alimentarias es a través de respuestas celulares, en cuyo caso las reacciones tardan más en aparecer, entre dos a tres días, y entre ellas destacan las deposiciones con mucosidad excesiva, estrías de sangre, irritabilidad, fatiga y malestar general.

Aunque comparten algunos síntomas, especialmente de tipo gastrointestinal, las alergias alimentarias son diferentes de las intolerancias alimentarias. Estas últimas no se originan en el sistema inmunológico, y pueden deberse a déficit enzimáticos que dificultan la digestión de los alimentos en cuestión.

Otras reacciones adversas a los alimentos pueden involucrar una reacción distinta del sistema inmune, el desarrollo de autoinmunidad; un buen ejemplo es la enfermedad celíaca, patología autoinmune que puede expresarse con síntomas gastrointestinales y extraintestinales.

La única forma de tratamiento conocido para las alergias alimentarias es eliminar el consumo del alimento que la provoca, lo cual tiene que ser supervisado por un profesional de la nutrición. Sobre todo, si se trata de un alimento como la leche, “porque, indica Karla Bascuñán, la leche tiene un conjunto de nutrientes que es muy difícil de encontrar en otros alimentos. Por ejemplo, la cantidad de proteínas de alto valor biológico, el calcio, la vitamina D, entre otros nutrientes que son fundamentales”.                                      

El escenario se hace especialmente complejo cuando se desarrolla alergia a múltiples alimentos. Ello, manifiesta la profesional, requiere un tratamiento individualizado: “es indispensable identificar cuáles son los requerimientos de la persona y realizar un plan de alimentación que cubra tanto las necesidades de macro como de micronutrientes”.

Esperanza en la microbionta intestinal 

Las alergias alimentarias vienen incrementando su prevalencia en todos los países del mundo. De acuerdo con la OMS, en la actualidad afectan del 1 al 4% de la población adulta y de un 4 a 8 % de los niños.

Bascuñán relaciona este aumento con los grados de higiene alcanzados por la civilización, que resulta en un efecto paradojal. “Ha habido un aumento de la incidencia y hay varias hipótesis al respecto. Una de las más interesantes tiene que ver con la higiene. Nuestros niños están viviendo en un ambiente tremendamente aséptico y por lo tanto no tienen contacto con microorganismos que logren entrenar el sistema inmune para que reaccione de manera adecuada frente a los estímulos”.

Relata que varios estudios observacionales sugieren que habría factores que podrían ser protectores frente a la aparición de alergia alimentaria, como por ejemplo el nacimiento por parto normal versus cesárea, tener más hermanos, tener contacto con mascotas en casa, entre otros. 

Entre las medidas que se aplican en la actualidad para disminuir la probabilidad de que se produzcan alergias alimentarias, está la de suministrar a los bebés toda la gama de alimentos, entre las semanas 17 y 26 después del nacimiento. Esto incluye algunos como huevos y pescados, considerados de mayor potencial alérgeno y que antes se recomendaba retrasar en su entrada a la dieta del niño.

“Los estudios demuestran que si se retrasa esta entrega hay más probabilidades de que se desarrollen alergias que si se introducen en una fase más temprana. El sistema inmune va madurando y en vez de gatillar una alergia, deriva hacia anergia, que es la no respuesta ante los potenciales alergenos, y se fortalece la tolerancia inmunológica”.

En ese sentido, afirma que  las alergias alimentarias y la microbionta constituyen una noticia en desarrollo. “Hoy se está experimentando con cepas bacterianas que puedan favorecer la tolerancia y disminuir la prevalencia de alergias alimentarias. Tenemos esperanza de que esto pueda ser una gran contribución en el futuro”, concluye.

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