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La dolce vita no llega a los estudiantes italianos que resultan inempleables


Alessandro Ortenzi, de 26 años, ingresó a la Universidad de Bolonia en 2006 para estudiar farmacia. Cuando este año finalmente se reciba, no reunirá las condiciones para trabajar en un hospital.

“Pasé mucho tiempo estudiando aquí”, dijo Ortenzi mientras se tomaba un descanso para fumar un cigarrillo frente a la biblioteca. “Ojalá hubiese terminado antes”.

Como muchos estudiantes italianos, Ortenzi se inscribió en un sistema de educación superior lento y pesado que permite que los alumnos se demoren en la universidad durante años y vuelvan a rendir los exámenes finales seis veces. Mientras que las mejores universidades estadounidenses adoptan con entusiasmo las innovaciones como el aprendizaje online y se esfuerzan para producir más científicos e ingenieros, las facultades de Italia están desconectadas de la economía y sólo en los últimos tiempos abrieron centros de orientación profesional en el campus. El descuido con que el país trata a la universidad perjudica a la industria, alimenta un desempleo juvenil récord y está desestabilizando la política, dicen los ejecutivos de las empresas y los economistas.

“Es una destrucción increíble del capital humano”, señaló Francesco Pastore, economista laboral de la Segunda Universidad de Nápoles, que estudió educación. “Es una carrera de obstáculos sin ganadores. Todos pierden”.

Los jóvenes graduados universitarios italianos tienen uno de los índices de desempleo más altos de Europa, y los que sí tienen trabajo sólo ganan un promedio de 9 por ciento más que los que tienen título secundario, frene a un 37 por ciento en otros países industrializados. Los italianos también tardan más en obtener un título y abandonan los estudios en mayor proporción que sus pares internacionales.

Mal preparados

Una vez que llegan a recibirse, los estudiantes están mal preparados para la vida laboral, explicó Pastore. El trabajo que se realiza durante los cursos a menudo carece de un componente práctico, las pasantías son poco frecuentes y los empleos de verano orientados a la carrera no existen. Hasta hace poco, nada los relacionaba con el mundo del comercio, apuntó Giorgio Bellettini, profesor de economía de Bolonia.

“No había ningún tipo de vínculo entre la universidad y la colocación en un empleo”, dijo Bellettini. “Se habría considerado vulgar”.

En la Piazza Giuseppe Verdi, corazón de la Universidad de Bolonia, los estudiantes están tumbados sobre las piedras al sol, almorzando, tocando la guitarra o repartiendo volantes sobre las elecciones universitarias. No tienen prisa por dejar la universidad porque no los espera un empleo, explicó Christopher Ceresi, de 22 años, estudiante de segundo año de Senigallia, sobre la costa del Adriático.

“El sentimiento es que, después de la universidad, nadie encontrará trabajo”, señaló Ceresi, que estudia ciencias políticas. “Que no importa lo que hacemos porque un título no significa nada”.

El índice de desempleo de los italianos de entre 25 y 39 años con título universitario fue de 10,6 por ciento en 2012, apenas por debajo del 11,1 por ciento para quienes sólo tienen título secundario, según Eurostat. En cambio, el índice de desempleo de los graduados universitarios alemanes fue de 2,6 por ciento, la mitad del de los que tienen sólo título secundario.

En una conferencia de prensa del 2 de mayo en Bruselas, el primer ministro italiano Enrico Letta dijo que el desempleo juvenil era “la verdadera pesadilla del país” y “el punto crucial de nuestro destino político y económico”.

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