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Economista Cristina Carrasco en Congreso Futuro: “No es el virus quien discrimina, sino el clasismo, el sexismo y el racismo existente” BRAGA

Economista Cristina Carrasco en Congreso Futuro: “No es el virus quien discrimina, sino el clasismo, el sexismo y el racismo existente”

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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La destacada economista nacional, quien se presentó este lunes en el panel 4, consideró que es necesario rechazar la división sexual del trabajo y desfeminizar todas las labores de cuidado, sobre todo ir creando alternativas distintas desde los movimientos sociales. “Hoy se abre una ventana frente a la crisis económica que se viene, para discutir con otras economías cuáles son los puntos de encuentro, así como dialogar con los saberes de pueblos ancestrales. Cuando nada está seguro, todo posible”, dijo.


¿Te imaginas estar a finales de los años 60 y ser una apasionada por la economía, pero al mismo tiempo del feminismo, cuando recién se retomaban las conversaciones sobre desigualdad y equidad de género? Esta es la realidad que enfrentó en su momento la destacada expositora nacional en el Congreso Futuro, Cristina Carrasco, quien es doctora en Economía de la Universidad de Barcelona y miembro del grupo Economía Feminista Emancipatoria de América Latina.

Carrasco, quien fue presidenta de la Comisión de Igualdad de la Facultad de Economía y Empresa y formó parte del equipo de redacción en revistas como Feminist Economics, se presentó este lunes en el panel cuatro del Congreso Futuro: Indicadores en jaque, cuyo foco es darse cuenta de que los parámetros cambian, que un país no solo debe tener “números azules” para progresar, sino que también nuevos criterios para garantizar el avance de una nación: la equidad de género, el cuidado del medio ambiente y la felicidad de sus habitantes.

Cristina ha dedicado su vida al estudio del feminismo desde el punto de vista económico y, en conversación con El Mostrador Braga, nos contó sobre los desafíos que tuvo que enfrentar, por qué ver la economía desde un punto de vista feminista es una de las grandes alternativas de solución a los problemas sociales actuales y que afectan, principalmente, a las mujeres.

[cita tipo=»destaque»]Aparecen otros fenómenos, explicó, como el “techo de cristal”, el cual guarda relación con los límites invisibles y difíciles de sobrepasar de las mujeres profesionales, para ascender en determinados puestos de trabajo. “Sin embargo, el techo de cristal, a pesar de ser una situación cierta, al nombrarlo hay un sesgo claramente clasista si simultáneamente no se señala un efecto, creo que más importante, que es aquel que afecta a mujeres que se desempeñan en trabajos mucho más precarios, el llamado ‘suelo pegajoso’”, explicó. Una situación en la que las mujeres se ven atrapadas debido a razones culturales, educativas y de valoración social de las distintas capacitaciones.[/cita]

Economía y feminismo

Carrasco comenzó a participar en movimientos sociales a finales de los años 60. En aquella época recién se comenzaba a ampliar el diálogo sobre el feminismo. Dijo que eran “feministas intuitivas”, ya que si bien estaban conscientes de que había situaciones que les molestaban y las discutían, les faltaban elementos que les permitieran teorizar, razonar, discutir o elaborar pensamiento propio.

A mediados de los años 70 se fue a vivir a Barcelona, coincidió con la muerte de Franco y la explosión de movimientos y partidos de izquierda que salían de 40 años de dictadura. Comenzó a estudiar Ciencias Económicas en la Universidad de Barcelona y realizó toda su carrera, incluido el doctorado, a la vez que participaba en el movimiento feminista, por tanto fue inevitable impregnar sus estudios de una mirada crítica feminista.

Esta situación se consolidó con su tesis doctoral, “Un análisis económico del trabajo doméstico”, defendida en 1987. A partir de ahí toda su investigación y docencia las dedicó a la economía feminista.

Durante su trayectoria, uno de los principales desafíos que enfrentó, en una época mucho más sesgada que la actual, fue la falta de reconocimiento de la academia a su labor investigativa. Esto le significó diversas dificultades para publicar en las revistas “prestigiosas” enfocadas en economía neoclásica, la cual continúa siendo dominante en la mayoría de las facultades de economía de Europa y América.

Esa situación perjudicaba mucho su currículum académico, ya que prácticamente era lo único que se consideraba y que continúa considerándose: los papers. “Eso impedía presentarme a determinados cargos o postular a una cátedra y era claramente una discriminación. Pero tengo que decir que para mí siempre fue una penalización menor. Porque me era mucho más prioritario que se me permitiera investigar en los temas que me interesaban y que, después de unos años, lográramos –no sin esfuerzos– algunas asignaturas optativas, dedicadas a temas de economía feminista, mujeres y trabajos, etcétera”, relató.

“Lamentablemente, el proceso de dominación de la economía neoclásica en las facultades ha continuado con mayor profundidad, empobreciendo notablemente los estudios de economía y el aprendizaje de los y las estudiantes. Solo se estudia la economía neoclásica, que da sostén teórico al neoliberalismo, sin dar lugar al desarrollo del pensamiento, permitiendo que el alumnado conozca, debata y reflexione sobre otras economías heterodoxas y sobre alternativas a las situaciones socioeconómicas que estamos viviendo”, criticó.

El paradigma actual

Uno de los problemas que la economista planteó en su exposición en el Congreso Futuro, fue que el modelo actual está focalizado en la acumulación de capital y no en el bienestar de las personas. En este sentido, explicó que “la economía feminista tiene una propuesta, pero, por supuesto, no la va a realizar sola. Debe discutirse y enriquecerse con las aportaciones de otras economías heterodoxas como la economía ecológica, social y solidaria”. Para ello, se debe ir creando una nueva economía con mayúscula, como una conjunción de las distintas economías que como objetivo se plantean las personas y no el capital.

Desde la economía feminista se considera que el espacio de los hogares, donde se desarrolla el trabajo doméstico y de cuidados, es también un ámbito económico absolutamente relacionado con el espacio de la producción de mercado. Ahí tiene lugar una de las principales inequidades de género: los roles heteropatriarcales desiguales entre los sectores masculinos y femeninos de la sociedad.

Para la especialista, esta desigualdad tiene repercusiones en distintos ámbitos de la vida: el desarrollo profesional, la desigualdad salarial, las formas diferentes de participar en el mercado, la pobreza específica de las mujeres en razón de su participación más discontinua en el empleo por temas de cuidados y, en consecuencia, menores pensiones que se suman a sus menores salarios. En este sentido, Carrasco dijo que “todo esto repercute en un mayor poder de los hombres en el espacio privado por ser los proveedores monetarios, ya que, en nuestra sociedad, el dinero es poder”.

Aparecen otros fenómenos, explicó, como el “techo de cristal”, el cual guarda relación con los límites invisibles y difíciles de sobrepasar de las mujeres profesionales, para ascender en determinados puestos de trabajo. “Sin embargo, el techo de cristal, a pesar de ser una situación cierta, al nombrarlo hay un sesgo claramente clasista si simultáneamente no se señala un efecto, creo que más importante, que es aquel que afecta a mujeres que se desempeñan en trabajos mucho más precarios, el llamado ‘suelo pegajoso’”, explicó. Una situación en la que las mujeres se ven atrapadas debido a razones culturales, educativas y de valoración social de las distintas capacitaciones.

Pandemia, discriminación y violencia de género

En cualquier análisis de la situación actual, para la economista es obligatorio tener en consideración “las enormes desigualdades existentes en nuestras sociedades”, ya que estas repercuten mucho en los efectos que pueda tener la pandemia sobre la población. “Podemos decir que no es el virus quien discrimina, sino el clasismo, el sexismo y el racismo existente”, sentenció. Eso, debido a que no es lo mismo vivir una situación de encierro en viviendas amplias, sin problemas económicos, que hacerlo en viviendas pequeñas, en condiciones de precariedad.

Para Carrasco, el Producto Interno Bruto (PIB) es un ejemplo muy claro, ya que este índice solo considera la economía de mercado y, en el contexto COVID-19, los trabajos de cuidados –no recogidos en el PIB– han aumentado. Por ejemplo, los cuidados a “criaturas desde los hogares, lo cual ha afectado directamente a las mujeres, ya que son principalmente las responsables de los cuidados (…). Trabajar desde casa para el mercado entre 8 y 10 horas diarias, junto con cuidar criaturas pequeñas que han permanecido encerradas durante meses, es absolutamente imposible de conciliar”.

A pesar de que la crisis ha permitido visibilizar la necesidad y el enorme valor social de estos trabajos de cuidado, sean remunerados o no, Carrasco dijo que “curiosamente la mayoría de ellos continúa recibiendo una menor valoración de mercado, lo cual se refleja en los bajos salarios de cuidadoras de personas mayores en viviendas particulares o residencias y de empleadas domésticas. Trabajos muy feminizados, precarizados y racializados”.

Para la economista, la orden “quédate en casa” ha tenido otras repercusiones sobre las mujeres, especialmente que no se consideró que las convivencias obligatorias y prolongadas incrementan notablemente el abuso sexual y la violencia contra las mujeres.

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