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Instrumentalización del feminismo y debate presidencial Yo opino

Instrumentalización del feminismo y debate presidencial


A propósito de las inscripciones de las primarias presidenciales, la descomposición de la ex Concertación y la candidatura de Paula Narváez, sectores del PS, PPD y los últimos estertores de la política de la transición, han puesto en debate la representación feminista de cara al nuevo ciclo político, recibiendo el rechazo y alejamiento de diversos sectores del movimiento feminista.

A pesar de que reconocemos en compañeras militantes de algunos de aquellos partidos importantes aportes para nuestras luchas, creemos que es necesario problematizar los debates surgidos en las semanas post elecciones, porque ha quedado al descubierto un uso instrumental de un movimiento que ha contribuido de manera central a forjar los cambios que hoy con alegría emprendemos en nuestro país.

El movimiento feminista en Chile no es nuevo, en él reconocemos diversas luchas y cuerpos feminizados que han forjado un camino del que somos parte. Desde los primeros movimientos de obreras en Chile, la articulación del MENCH, la lucha por la educación, el voto, la resistencia a la dictadura, la organización por la defensa de los DDHH, y la incidencia política por la recuperación de nuestros derechos sexuales y reproductivos, son algunos ejemplos.

Comenzó el siglo XXI  y con él la configuración de diversas subjetividades políticas y movimientos sociales. En este proceso, el movimiento por la educación tuvo un rol fundamental. Tanto en el 2001, como el 2006 y el 2011, les jóvenes salieron a las calles a poner en entredicho, el falso éxito de un modelo social, político y económico que todos los partidos de la transición ayudaron a naturalizar. Pero no fue hasta el 2018 -cuando este movimiento tiene un cruce con el feminismo- que no vivimos tales niveles de comprensión del problema estructural que se asentaba en nuestras vidas, a través del sistema de mercado y patriarcal, como bases fundamentales de la precarización. La violencia no solo era privatizadora en el sentido de los derechos sociales y la economía, sino que también lo hacía con nuestras vidas, sexualidades y la violencia que recibimos por habitar un cuerpo feminizado o expresar una identidad diversa.

Es curioso, además, que venga de un conglomerado de partidos que ha profundizado el modelo de desigualdad y privatización de la vida, que afecta sobre todo a mujeres y cuerpos feminizados. No se trata pues de sacar el “feministómetro”, sino más bien de despejar las dudas sobre a qué nos referimos cuándo hablamos de feminismo, porque en aquellas tesis políticas está en juego ni más ni menos que el futuro de nuestro país y la amplitud de un nuevo bloque histórico -con organizaciones sociales, políticas y territoriales- que empuje este ciclo de cambios.

Los resultados de las pasadas elecciones dan cuenta, en muchos sentidos, que no basta con ser mujer para reconocerse parte de este movimiento. Detrás de aquello que no puede definirse solo por nuestra genitalidad, hay ideas, modos de entender el mundo y también de transformarlo. Una parte importante de la política de los treinta años solo gestionó una agenda de género que no tocó un pelo el modelo económico y social, y eso lo vemos con claridad en la imposibilidad de frenar la violencia machista, la precarización, la ausencia de educación sexual integral, de salud, de vivienda digna, de aborto libre y seguro, y de un sistema de cuidados que proteja la vida. Creemos en un movimiento que se articula en base al futuro que queremos construir, y no en base a identidades sin contenidos ni esencialismos.

A las feministas que hemos estado en las calles empujando procesos de transformación política, las últimas declaraciones sobre lo que está en juego en las primarias presidencial en torno a conceptos políticos como la paridad, no nos representan del todo. Difícilmente una candidatura o conglomerado pueda expresar lo mucho que significa el movimiento feminista en Chile, y este es un desafío que las feministas que apostamos por un bloque antineoliberal no podemos eludir. ¿Cómo hacer de los partidos y organizaciones herramientas para un movimiento vivo y que desborda los límites de cualquier aparato? Sin duda, deseamos que en algún momento de este ciclo que comienza la candidata presidencial surja del movimiento feminista, y trabajaremos por ello. Pero oxigenar la política de los 30 años nunca será el horizonte de la rebeldía feminista. Apostamos por reconocernos en los nuevos referentes que surgen para hacerlos nuestros y ampliarlos, sin miedo a que la participación nos desborde.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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