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Antonia Tarragó: la educadora y activista que luchó por el ingreso de las mujeres a la educación superior en Chile durante el siglo XIX BRAGA

Antonia Tarragó: la educadora y activista que luchó por el ingreso de las mujeres a la educación superior en Chile durante el siglo XIX

Valentina Paredes
Por : Valentina Paredes Periodista en El Mostrador Braga
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Fundó su propio colegio en el 1864, el cual se convirtió en el primer establecimiento en entregar a sus alumnas el mismo nivel de educación que les era enseñado a los hombres durante la época. También luchó contra las opiniones conservadoras y religiosas que se oponían a su solicitud de la instrucción universitaria de las mujeres, esto en medio de un escenario político/social que era fuertemente influenciado por la Iglesia Católica.


Hace 144 años, un 6 de febrero de 1877 fue publicado el Decreto Amunátegui, llamado así por el Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la época, Miguel Amunátegui. Este hecho, permitió por primera vez en nuestro país que las mujeres pudieran tener acceso a la educación universitaria.

Sin embargo, este suceso había sido discutido años antes por la profesora chilena, Antonia Tarragó. La educadora y fundadora del Colegio Santa Teresa, envió una solicitud en octubre de 1872 al Consejo Universitario para que los exámenes de las alumnas de su colegio fuesen válidos para optar a la educación superior. A pesar de su persistencia, su solicitud no fue respondida durante ese año.

Por esto, en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal en donde destacamos las importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente, visibilizamos el impacto de Antonia Tarragó, profesora y activista por el derecho a la educación superior de las mujeres en el siglo XIX.

El Colegio Santa Teresa fundado por la destacada docente en 1864, fue una importante parte para el acceso de las mujeres a la instrucción universitaria. La institución fue la primera que logró entregar un nivel de educación similar al que era enseñado a los hombres durante la época. El objetivo de ilustrar a la mujer era desenvolver su inteligencia y cultivar sus facultades.

En los cuarenta años que funcionó el establecimiento, pasaron por sus aulas más de doce mil estudiantes, pero los comienzos no fueron fáciles. Esto porque a juicio de su fundadora, el nivel de ilustración de la mujer en Chile se encontraba, en ese entonces, en un estado lamentable debido a que aún estaban presentes en la sociedad opiniones desfavorables a ella. Además, la activista fue clara en declarar que el Gobierno no facilitaba medios para la instrucción de la mujer.

Aunque la solicitud del ingreso de las mujeres a la educación impulsado por la docente, no fue acogida el mismo año que fue presentada, sí provocó un debate a nivel nacional sobre el rol de la mujer y el acceso de ella a la educación superior. Esta discusión levantó sobre todo opiniones conservadoras provenientes desde el sector católico, el que durante esos años tenía gran influencia política debido a que no existía una separación de Estado/Iglesia.

“No necesita la mujer ser sabia; bástale tener un buen carácter, una virtud sólida y un corazón generoso” y ‘‘ser buena y abnegada madre de familia, esposa fiel y consagrada a los deberes domésticos e hija sumisa y obsequiosa para con sus padres”, fueron algunas de las declaraciones que realizó El Estandarte Católico, medio conservador, en contra de la solicitud de ingreso de las mujeres a la universidad.

Con este debate público y con el ejemplo que inspiró la activista, en 1876 Isabel Le Brun de Pinochet, importante educadora y fundadora de escuelas, ingresó una solicitud similar a la de Tarragó que tampoco fue respondida en primera instancia, pero que posteriormente dio paso en 1877 al Decreto Amunátegui.

Gracias a este decreto, Eloísa Díaz ingresó en 1881 a la carrera de Medicina y en 1887 obtendría su título de Médico-cirujano, Ernestina Pérez Barahona también obtuvo su título en 1887. Aunque es necesario destacar que el ingreso de las mujeres a las aulas universitarias no fue masivo, existieron años en que no ingresó ninguna.  Fue recién en 1892 que Matilde Troup recibió su título de Abogada, convirtiéndose en la tercera mujer chilena profesional.

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