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Ariel Florencia Richards, autora de Inacabada: “Si yo me considero feminista es porque me siento convocada a pensar con mis compañeras mujeres tanto transgénero como biológicas” BRAGA Créditos: Constanza Miranda / Penguin Random House

Ariel Florencia Richards, autora de Inacabada: “Si yo me considero feminista es porque me siento convocada a pensar con mis compañeras mujeres tanto transgénero como biológicas”

Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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Richards es escritora e investigadora de artes visuales. Estudió Diseño en la Universidad Católica de Valparaíso y Estética en la Universidad Católica de Chile. Gracias a una Beca Bicentenario realizó un Magíster en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York, ciudad en la que vivió por tres años. Es autora de la novela “Las olas son las mismas”, publicada en Chile y España. Trabajó como editora cultural de distintos medios impresos y es colaboradora permanente del sitio de arte contemporáneo Artishock. “Cancelar es algo que no me parece dialogante, no me parece horizontal. Cancelar me parece absolutamente jerárquico, asimétrico, violento. Creo que son prácticas que corresponden al patriarcado y las cuales no comparto en absoluto”, comenta Ariel Florencia Richards en conversación con El Mostrador Braga.


Inacabada, publicado por Penguin Random House bajo el sello Alfaguara, es el primer libro de Ariel Richards desde que se reconoce como mujer transgénero. Asimismo, anteriormente editó la antología El laberinto del topo (Cuarto Propio, 2009) que reúne la obra del poeta Alfonso Echeverría, el poemario Trasatlántico (Cuneta, 2015) y Las olas son las mismas (Libros de la mujer rota, 2016), reeditado este año con el nombre de Ariel Richards y con un prólogo de la autora dedicado a su transición de género.

—Si bien Inacabada es un libro sencillo y rápido de leer, como mujer cis es imposible encarnar realmente lo que significa el proceso de transición de género y este “funeral” al antiguo yo, ¿me imagino que la historia de Juana y su madre está inspirada en tu propia realidad? ¿Cómo fue contar todo este proceso?

—La novela se propone sortear esa dificultad entre mujeres biológicas y mujeres transgénero, un poco porque, por ejemplo, en mi propia experiencia de lectura, cuando he leído a Annie Ernaux, que  tiene un libro sobre el aborto, que es una realidad que yo jamás voy a poder experimentar porque no tengo útero, sin embargo, creo que la literatura lo que propone es justamente tácticas para sortear esas dificultades, que podamos empatizar con experiencias que nuestro cuerpo no nos permite vivir, y en ese sentido, me interesaba que Inacabada sorteara de alguna forma el tema trans para aterrizar en un conflicto madre e hija, independiente de los géneros que tuvieran esas dos personajes. Y claro, evidentemente ese conflicto de no poder decirle algo a otra persona con la que tienes una relación afectiva, y, en el caso del libro, filial, muy importante, que está en el centro de la novela, y esa experiencia viene muy nutrida por mi propia experiencia personal, entonces, en ese sentido, mi tipo de literatura o el de la literatura que yo trabajo, se nutre de mi autobiografía. Aunque hago ficción, creo espacios que no han ocurrido, pero soy yo la fuente primaria de ese trabajo. Me considero una escritora que trabaja con materiales autobiográficos.

—¿Cuáles son las similitudes y diferencias de tu propia biografía con la historia de Juana con su madre?, qué cosas están explícitas o fueron más ficcionadas.

—Dentro del libro casi todo es ficción, de hecho, la base es la autobiografía, pero en el fondo ese viaje que ocurre la novela, nunca ocurrió en mi vida. Hay ciertas similitudes. Lo que sí a mí me encanta la astrología y le hice la carta astral a los personajes, y la carta de Juana es la mía (ríe).

—¿En qué momento decidiste legalizar este nombre y enterrar el nombre muerto? Porque digamos que ya habías comenzado a construir una carrera literaria con tu nombre muerto.

—Creo que el momento en que uno decide hacer el cambio de nombre legal, es un momento muy particular, que no sucede necesariamente de inmediato. Tengo amigas transgénero que apenas salió la ley, lo hicieron. Estábamos en pandemia, fue como en 2020, quizás a finales del 2019, por lo que en mi caso, no fue inmediato, sobre todo porque yo estaba esperando mi segundo nombre, que todavía no lo tenía muy claro. Tenía muy claro que me llamaba Ariel, ese es mi nombre y ha sido mi nombre siempre, pero quería un segundo nombre y no lo tenía muy claro, así que quería aplazar el momento de hacer el cambio legal hasta que tuviera claridad absoluta a nivel corporal de que mi segundo nombre era mi segundo nombre, o si no tenía que no tuviera, pero tenía esa duda dando vueltas, estaba esperando Florencia, que es mi segundo nombre, que llegó a partir de una reflexión que tuve, porque hay una mitología familiar en mi casa que, en el fondo, mi mamá y sus hermanas, que son puras hermanas mujeres, nunca supieron el sexo de sus hijas y e hijos durante el embarazo, sino que al momento del nacimiento se enteraban qué tipo de genitales tenían, entonces, mi mamá pensaba que yo iba a nacer como una mujer biológica, y el nombre que me tenía asignado era Florencia, así que el gesto fue más bien de recuperar ese nombre. Y una vez que tuve claridad de que me llamo Ariel Florencia, me decidí hacer el cambio legal. De todas formas, yo diría que, quizás, es muy generoso de tu parte decir que yo tenía una carrera. Sí publiqué un libro con mi nombre anterior, pero no sé si había construido una carrera fíjate, porque creo que no le había puesto la energía suficiente para construir una carrera, algo que sí estoy haciendo ahora. Creo que esas son prácticas nuevas que antes de que hiciera la transición no había hecho, simplemente había publicado un libro.

—¿Y esto se puede ver relacionado con lo mismo, con sentirte cómoda en tu propia corporalidad, con un nombre propio, definido?

—Sí, absolutamente, en el fondo, en la lectura y en la escritura, debes tener algún tipo de sensibilidad, es algo como muy especial, no es parecido a algo social, sino que más bien es algo muy personal e individual, así que, para mí la escritura y la lectura son prácticas en las que yo siempre he sido yo misma, sobre todo los libros que leí cuando chica, los tengo todavía incorporados, sigo manteniendo esos gustos, me definieron como individua aunque en ese momento no había hecho el tránsito. Entonces, me empezó a llamar mucho la atención de que, a pesar de que yo transitaba y cambiaba, había cosas que tenían que ver con la escritura y sobre todo con las lecturas, que se mantenían muy iguales. Siempre he sido una niña lectora y después una joven lectora y ahora una mujer lectora. Me parece muy hermoso también pensar que la escritura podía venir a recuperar cierta dimensión de la autoría, de la individualidad, ahora con mi nombre.

—A lo largo del libro hablas harto del agua, a propósito de diversos accidentes y el temor de la madre, y me recordó bastante a la novela Las Olas de Virginia Woolf, que parte de esta premisa de que las olas van y vienen, traen y van, en un vaivén infinito. ¿Considerarías que así se siente, un poco, la transición de género?

—Sí, me encanta que hagas esa lectura, y muchas gracias, creo que la relación con el agua evidentemente es muy importante en mi vida, y creo que, con los procesos de cambio, nosotros somos seres muy verticales, y que nos afirmamos en la horizontalidad de la tierra con la fuerza de gravedad, pero cuando estamos en el agua no tenemos ese horizonte, nuestro cuerpo está más bien en suspensión. Creo que el agua permite que nos olvidemos un poco de esa cosa rígida, la horizontalidad y la verticalidad de seminario, y más bien, que experimentemos en posiciones fluidas y en expresiones corporales que no tienen que ver ni con el arriba ni con el abajo, sino que son más bien diagonales o curvas. A mí me parece que el agua puede ser un lugar muy trans, en ese sentido, para el cuerpo, y en mi experiencia personal, durante mucho tiempo nadé, así que también me daba cuenta de que ese nado que se hace en las piscinas olímpicas, en el fondo, cuando puedes agarrar un ritmo, tiene mucho de meditativo y de repetición, son espacios en los que se activa un espacio mental muy entretenido, como de pensarse, de reflexionar, de desaparecer, de estar súper incorporada en el cuerpo. Así que, sí, el agua ha estado muy presente en mi biografía, en mi escritura, y también en mi lectura; me encanta que traigas la presencia del libro de Virginia Woolf, Las olas, sobre todo porque ese libro tiene una cosa muy híbrida en su género, es un género literario muy inclasificable que encuentro muy hermoso, y me convoca también, como lectora y escritora, ese tipo de prácticas. El agua es una mega presencia en mi escritura, en mi vida.

—Me gusta mucho también que dejas entrever tu lado artístico, en el sentido de que, eso fue lo que estudiaste, ¿considerarías que en el arte se les da más cabida a las personas trans? Porque la gente suele creer que es un espacio mucho más empático, libre y sensible.

—No sé si se les da más espacio, pero pienso que, más bien, el espacio para las personas trans está súper restringido en todos los ámbitos; laborales y artísticos, todos, porque evidentemente todavía hay mucho prejuicio con respecto de lo que significa ser una persona transgénero, incluso, el espacio en el feminismo está más bien restringido. Entonces, creo que las artes visuales, por lo menos en mi experiencia, me gusta escribir sobre artes visuales, no me gusta hacer obras, lo que me interesa a mí son las imágenes, o las obras de arte, que generalmente no tienen palabras propias, sino que tienen un título, tienen una autora o autor, pero están exigiendo que nosotros les asignemos palabras y que digamos qué me provoca la obra, e independiente de que esa evocación sea una emoción o un recuerdo, las obras de arte y las imágenes en general, tienen la facultad de hacernos expresar palabras, por lo que a mí me parece muy bello ese llamado que tienen las obras de arte y las imágenes. Y respecto a la experiencia trans, espero contribuir desde mi lugar a que la academia sea un lugar inclusivo, con las mujeres transgénero. En el fondo, que una investigadora transgénero como yo tenga cabida en la universidad, sí me interesa y no solo yo, sino que todas las que vengan.

—Apropósito de feminismo, dentro de los feminismos, ¿te sientes amparada en alguno? 

—Hay espacios en los que sí me siento muy segura, he ido a las marchas feministas desde que tengo conciencia y también mi lugar ahí ha cambiado, sería en el fondo, que en principio estaba muy distante, antes de empezar mi tránsito, pero me sentía muy convocada. Luego, cuando empecé mi tránsito, fui muy respetuosa también, para no herir ninguna sensibilidad de mujeres que crean que las mujeres trans no pertenecemos al movimiento feminista, pero finalmente me siento muy acogida. Ahí creo que los espacios hechos por y para mujeres son donde me siento cómoda y que pertenezco, y creo que puedo aportar; vengo a contribuir, a pensar respecto de todo lo que el feminismo viene a proponernos. Si el feminismo viene a enseñarnos algo es que tenemos que estar siempre aprendiendo y actualizándonos, pensando críticamente por y para las mujeres. En ese sentido, me siento muy convocada. Ahora, que no siempre existan espacios para las mujeres transgénero, eso ya no depende de mí.

—Hay un debate muy amplio que nace a partir de las escritoras transfóbicas, por dichos que pueden considerarse transfóbicos. Chimamanda Adichie, de hecho, ha dicho en más de una oportunidad que las mujeres trans son mujeres trans, y las mujeres cis, son cis; no se puede equiparar las realidades ni tampoco los privilegios que se sustentan una frente a otra, ¿qué opinas de aquella afirmación? 

—Aquellas declaraciones no las conocía, pero no me parecen tan transfóbicas, comparto con ella que la experiencia de la mujer transgénero es muy distinta a la experiencia de la mujer biológica, pero por ejemplo, sí he escuchado con atención y con mucha pena comentarios de escritoras como Carolina Sanín o JK Rowling, la autora de Harry Potter, que más bien, más que trazar esa diferencia, que es evidente, creen que las mujeres transgénero vendríamos a ocupar espacios que han sido ganados por las mujeres biológicas, y a mí esa lógica competitiva, de que hay unas que vienen a ocupar espacios de otras, me parece que procede de un pensamiento muy masculino, no me identifico con ese tipo de pensamiento. Ahora, están en su derecho de pensar, de creer y decir lo que quieran, pero me pregunto de dónde viene ese tipo de raciocinio que tiene que ver con el dominio, esa idea de unas venimos a dominar o a ocupar espacios que han sido ganados por otros, me parece una lógica muy masculina de pensar, y en la práctica no es así, o sea, en mi experiencia por lo menos, si yo me considero feminista es porque me siento convocada a pensar con mis compañeras mujeres tanto transgénero como biológicas en un proyecto común, y no venir a ocupar el espacio de nadie. 

—Bajo esa perspectiva, ¿qué opinas sobre la cancelación de ciertas autoras? 

Cancelar es algo que no me parece dialogante, no me parece horizontal. Cancelar me parece absolutamente jerárquico, asimétrico, violento. Creo que son prácticas que corresponden al patriarcado y las cuales no comparto en absoluto.

—Y volviendo a la contingencia, ¿crees que hace falta un mayor robustecimiento en cuanto a políticas antidiscriminatorias para las diversidades?

Yo no sé sobre la escala estatal, pero a escala humana me parece que sí podemos convertirnos en personas más dialogantes y más críticas, en el fondo, permitirse permear y ser permeada por otras experiencias y otras realidades en la medida en que nos aceptemos positivamente las unas a las otras, no te sabría responder a una escala tan grande como es el Estado o de las políticas públicas, pero a nivel personal me parece que es importante que nos abramos a conversar, y en el fondo, la novela también rescata ese espacio perdido del diálogo, en específico, entre una madre y una hija, pero creo que los espacios de diálogo se han perdido desde que se nos prohibió conversar, que fue durante la dictadura, son herencias que todavía cargamos, que preferimos gobernar ciertas cosas o guardar silencio, evitarlas, cuando en verdad el mayor ejercicio de libertad que tenemos es poder expresar las cosas que nos pasan, y poder desplegarlas delante de otra persona. Con respecto a políticas públicas me parece que no tengo la autoridad como para dar ese tipo de respuesta. Evidentemente, estoy muy atenta a los avances y retrocesos de los derechos de las personas transgénero en el país, pero me parece que hay gente muy competente en este gobierno que está a cargo de eso.

—De todas formas quiero preguntarte sobre este Gobierno, ¿tienes esperanzas de que las cosas puedan cambiar en cuanto a los derechos de las personas trans?

Independiente del gobierno de turno, las cosas están cambiando permanentemente. Un día se aplica una ley, después se pierde, pero tampoco me gustaría exigirle al Gobierno. Hay temas tan grandes, y yo vivo en una escala muy chica. Entonces, no te sabría decir, pero espero que sí.

—Y con respecto al diálogo mismo que tú estabas hablando hace un rato, ¿cómo abrir ese diálogo en el espacio público? En el día a día, conversando con la familia, etcétera, ¿cómo darle cabida a las personas trans dentro del discurso? 

—Es importante que existan espacios seguros para que podamos hablar. En mi caso, desde que empecé a compartir mi experiencia de tránsito en Instagram, me escriben muy seguido, madres y padres, e hijas o hijos transgénero, que en el fondo tienen que enfrentarse a ese momento y recurren a mí como si yo tuviera alguna pista con respecto a esto, y tampoco la tengo, pero una de las pocas certezas que tengo, es que, una se atreve a hacer en la medida en la que hay un espacio seguro para hacer, para desplegarse. Debemos construir esos espacios para más personas. 

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