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El precio invisible del éxito femenino BRAGA Créditos: Christina Morillo en Pexels

El precio invisible del éxito femenino


Albert Einstein dijo que ningún problema puede ser resuelto usando el mismo tipo de pensamiento que teníamos cuando éste se creó. A pesar de los avances en el liderazgo femenino, hoy adquiere más relevancia explorar algunas de las razones por las cuales a las mujeres les sigue costando llegar a la cima o ser reconocidas. ¿Qué pasa con nuestros estereotipos cuando se trata de evaluar la competencia de una mujer líder o valorar su éxito ¿podrían estos evitar que tengamos más role models femeninos?

[cita tipo=”destaque”] Los sesgos asociados a estos estereotipos ponen presión sobre las mujeres que buscan lograr sus metas y destacar. Pueden tender a sentirse permanentemente cuestionadas e incomprendidas, a creer que no pueden equivocarse. [/cita]

Cuando J.K Rolling logró -después de más de diez rechazos- que le publicaran su manuscrito – la historia de un niño mago llamado Harry Potter- sus editores le pidieron presentarse bajo un seudónimo a partir de sus iniciales y ocultar su condición de mujer. Le hicieron saber que había escrito algo grandioso, y que no dudaban tendría gran aceptación entre niños y niñas si se mantenía el misterio sobre su género.

J.K. Rolling, quien es hoy una de las autoras más leídas en el mundo, con un patrimonio neto estimado de más de mil millones de dólares, necesitó parecer un hombre para que su trabajo tuviera aceptación.

Su historia no es muy diferente de lo que experimentan, en general, otras mujeres que están en camino de buscar el éxito o las que ya lo han logrado. Todas se enfrentan a prejuicios asociados a estereotipos, y que nos hacen celebrar algunas características en los hombres (confiados, decididos, asertivos, frontales) y otras en las mujeres (modestas, discretas, sensibles, sumisas, por ejemplo).

Pero cuando estas exhiben comportamientos que típicamente le atribuiríamos a un hombre suelen generar menos aceptación y confianza en ambos sexos.

Un experimento llevado a cabo en por los profesores de Harvard, Frank Flynn y Cameron Anderson, intentó establecer las percepciones de los estudiantes acerca de hombres y mujeres en su lugar de trabajo. Para eso, separaron a los estudiantes en dos aulas; en una compartieron la historia real de Heidi Roizen, una exitosa empresaria tecnológica, describiendo su personalidad y logros. Y en la otra, entregaron la misma información, pero bajo el nombre de Howard.

Ambos grupos (incluso las mujeres) valoraron que Heidi y Howard eran competentes; sin embargo, Howard fue percibido como más agradable mientras que Heidi fue percibida como egoísta y “el tipo de persona que no desearías contratar para un trabajo”.

Sheryl Sandberg, ex Directora de Operaciones de Facebook, en su libro de 2013 “Vayamos Adelante”, dijo que “cuando un hombre tiene éxito, despierta simpatía tanto entre los hombres como entre las mujeres; en cambio, cuando una mujer tiene éxito genera una simpatía mucho menor en ambos sexos”. La razón es que Heidi, al centrarse en su éxito profesional y buscar una posición de poder, violó las expectativas relacionadas a su género.

Los sesgos asociados a estos estereotipos ponen presión sobre las mujeres que buscan lograr sus metas y destacar. Pueden tender a sentirse permanentemente cuestionadas e incomprendidas, a creer que no pueden equivocarse. Esto hace que muchas abandonen el camino, se autolimiten y cuestionen su capacidad o la importancia de sus logros para evitar el rechazo, como un mecanismo de autodefensa.

¿Cómo rompemos con los sesgos? Iris Bohnet economista y académica de Harvard, en su libro What Works: Gender Equality by Design, sugiere que es importante ir a las organizaciones y eliminar los prejuicios sobre cómo hacemos las cosas en lugar de eliminar los prejuicios de las mentalidades. Eso implica repensar la forma en la que se hace selección, su acompañamiento y eventual promoción, instalando programas de patrocinio y redes.

Si pensamos en las niñas y en todas esas mujeres que están en proceso de descubrir quienes son, que aún no están cómodas en su propia piel y que solo tienen referentes masculinos, “ver para creer” se vuelve vital. Si no vemos mujeres exitosas, líderes y en posiciones de poder, no podemos imaginar que eso sea una posibilidad para nosotras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

 

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