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Violencia gineco-obstétrica: El estrés mental en los profesionales de la salud que la presencian BRAGA

Violencia gineco-obstétrica: El estrés mental en los profesionales de la salud que la presencian

Claudia González Darricarrere
Por : Claudia González Darricarrere Mg. Psicología de la salud, activista en derechos sexuales y reproductivos.
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Un estudio realizado con 707 matronas australianas , reveló que casi un 20% de las matronas cumple los criterios de trastorno de estrés postraumático. Más de dos tercios de las matronas entrevistadas reportaron haber sido testigo de un parto traumático, donde se incluye haber presenciado trato abusivo o desconsiderado a las madres por parte de otros profesionales durante la asistencia al parto. El proyecto de Ley Adriana busca establecer derechos durante la gestación, parto, nacimiento y erradicar la violencia gineco-obstétrica, que afecta a la madre, el nacido y también al equipo médico que la presencia.


Actualmente se encuentra en la Comisión de Salud del Senado, el proyecto de Ley Adriana que busca establecer derechos durante la gestación, parto, nacimiento y erradicar la violencia gineco-obstétrica de las salas de parto y durante la atención de salud ginecológica y obstétrica en Chile.

Al hurgar en la prensa nacional, es fácil encontrar publicaciones que ilustran el impacto que tiene la violencia obstétrica en la vida de las mujeres y los recién nacidos. Incluso en las bases de datos que divulgan publicaciones de carácter científico, a la fecha se pueden encontrar algunos artículos que versan sobre los efectos de la violencia gineco-obstétrica en la salud mental de quienes la han padecido.

Pero ¿qué sucede con los profesionales que les ha tocado ser testigos de acciones de violencia gineco-obstétrica por parte de sus propios colegas y en sus propias instituciones de trabajo?

 

Un estudio realizado con 707 matronas australianas (Leinweber, Creedy, Rowe & Gamble, 2016), reveló que casi un 20% de las matronas cumple los criterios de trastorno de estrés postraumático. Más de dos tercios de las matronas entrevistadas reportaron haber sido testigo de un parto traumático, donde se incluye haber presenciado trato abusivo o desconsiderado a las madres por parte de otros profesionales durante la asistencia al parto. Muchas de ellas experimentaron emociones fuertes. Un 75% de las matronas sintió horror y un 65% sintió culpa por lo que había sucedido a las mujeres.

Lo anterior queda ejemplificado en los siguientes relatos: “el médico le violó”, “un parto perfecto se convirtió en violento”, “fue innecesariamente rudo con su periné”, “me sentí cómplice de un crimen” o incluso “me sentí como si estuviera presenciando una violación”. Estas son algunas de las experiencias descritas por profesionales en un estudio para medir estrés traumático secundario en matronas (Beck y Gable, 2012).

Trauma secundario o trauma vicario

El estrés traumático secundario, se refiere a un proceso por el cual “un individuo que observa el sufrimiento de otro, experimenta paralelamente las mismas respuestas emocionales a las emociones reales o esperadas de la otra persona” (Moreno, Morante, Rodríguez y Garrosa, 2004).

En mi ejercicio profesional y como activista en derechos de la gestación, parto y nacimiento, me he encontrado con testimonios de matronas y médicas chilenas que han estado expuestas a situaciones de violencia gineco-obstétrica, que van en la misma línea de las publicaciones citadas en los párrafos anteriores y que generosamente me han autorizado a compartir:

“Muchas quedamos tan traumatizadas que desistimos y nos retiramos de la obstetricia, a veces para siempre” – Mat. Carolina González.

“El estrés post traumático incluso nos hace no querer volver a la obstetricia, hay que desaprender para re-construirse y sanar” – Mat. Estrella Canales.
“presenciar acciones de violencia obstétrica es la razón que nos lleva a dejar la institucionalidad. El hostigamiento cuando despiertas de ese trance tan peligroso del piloto automático es brutal” – Testimonio anónimo.

 

¿Cómo opera el poder obstétrico, alojado en los profesionales y en las instituciones, sobre los mismos profesionales que acompañan los procesos reproductivos de las mujeres? Ya sabemos que las consecuencias de la violencia obstétrica se aloja en los cuerpos de las mujeres, recién nacidos y familias.

Pero la deshumanización, la medicalización e intervencionismo durante la gestación y el parto, también afecta a los equipos de salud. Es frecuente que los profesionales del parto estén igualmente traumatizados por esa forma de trabajo tan deshumanizada.

“Hace años, vi suturar sin refuerzo de anestesia local a un médico, pese a los gritos de la mujer. Fui incapaz de hacer algo. Solo sostuve su mano, tratando que fuera breve, pero fui incapaz de cuidarla, de parar la tortura. Esto para mi fue muy angustiante y devastador” – Testimonio anónimo.

“No te imaginas las veces que he salido llorando porque me he sentido de lo peor por presenciar violencia obstétrica. Mi cuerpo no resistió y comenzó a atacarse a sí mismo, ahí el origen de mi enfermedad autoinmune. Llegué al nivel de no querer ejercer más” – Mat. Danitza Montiel.

 

El trauma vicario, el síndrome de burnout y la fatiga por compasión, son algunas de las consecuencias que experimentan los equipos de salud a causa de la deshumanización de la atención de parto (Aydin, & Aktaş, 2021; Cohen, 2017; De la Fuente et al. 2019). Junto a la falta de habilidades de comunicación en salud, son algunas de las causas que explican que los profesionales ejerzan violencia gineco-obstétrica (Olza, 2014).

 

El parto es un proceso interdependiente entre procesos endocrinos, fisiológicos, psicológicos y emocionales (Olza, et. al. 2020), por lo tanto la atención debe estar basada en el cuidado. Resulta difícil que los equipos puedan brindar una atención basada en el cuidado cuando su salud emocional y psicológica está dañada.

El proyecto de Ley Adriana, busca cambiar la forma en que las instituciones de salud y los profesionales se aproximan a los procesos reproductivos de las mujeres. Busca un cambio de paradigma, que permita transitar desde un modelo de atención biomédico a un modelo de atención centrado en el paciente, que pone al centro las necesidades de las mujeres, el ejercicio de la autonomía reproductiva y el buen trato. Esta transformación, que sin duda es de largo plazo, humaniza las instituciones de salud, donde el foco esta en el cuidado, no solo de mujeres, bebés y sus familias, si no también de quienes han elegido por misión acompañar estos procesos.

Equipos de salud que habitan en espacios de trabajo bien tratantes, son profesionales que sienten que frente a una situación percibida como injusta, violenta o anómala, pueden alzar la voz sin sentirse juzgados, violentados o que su trabajo se ve amenazado.

Instituciones bien tratantes, allanan el camino para que los mismos profesionales de la salud ejerzan control social y promuevan un modelo de atención humanizada, donde las personas y sus derechos estén al centro.

Chile necesita una ley de parto respetado. En nuestras manos está cambiar la forma de nacer y parir en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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