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Aprendiendo a ser sororas: un camino colectivo BRAGA

Aprendiendo a ser sororas: un camino colectivo

Paulina Segovia Candia
Por : Paulina Segovia Candia Lic en Ciencias Ambientales, U de Chile. Magíster en Ingeniería y gestión ambiental, Ecoles des Mines de Paris, Francia. Soy cofundadora de Científicamente Mujeres
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Ser sorora no resulta sencillo, ya que hemos crecido y sido educadas en un sistema en el cual esto no es enseñado, hemos aprendido a competir entre nosotras, a menospreciarnos mutuamente. Pero es alentador saber que somos muchas las mujeres preparadas a emprender este camino.


Existen diversas definiciones de lo que representa la sororidad. Uno de los orígenes de este concepto se remonta a los Estados Unidos, durante la primera ola del feminismo, cuando mujeres blancas de clase media comenzaron a manifestarse contra la inequidad de género que sufrían. En este contexto, el concepto implicaba que todas las mujeres son hermanas por el simple hecho de ser mujeres y de enfrentarse a esta opresión compartida.

No obstante, la definición de sororidad ha evolucionado en consonancia con los movimientos feministas y los contextos históricos en los que estos se han desarrollado.

La académica y escritora feminista estadounidense, bell hooks, ahonda en este concepto al argumentar que la sororidad no se trata simplemente de solidaridad entre mujeres por el hecho de serlo; más bien, pone énfasis en la diversidad de las mujeres e incorpora la interseccionalidad en su definición.

No se limita únicamente a la discriminación sexista, sino que aborda también la discriminación racial, de clase, entre otras. En su artículo titulado “Sisterhood: Political Solidarity between Women,” bell hooks plantea que la sororidad implica la solidaridad entre mujeres diversas que buscan enfrentar esta opresión interseccional, considerándola una decisión política.

Esta solidaridad se construye mediante un esfuerzo constante para abordar conflictos, identificar intereses y objetivos compartidos, y confrontar todas las formas de inequidad.

Se han planteado diversas críticas argumentando que las mujeres no somos sororas, y en cierto sentido, estas críticas tienen parte de verdad. Ser sorora no resulta sencillo, ya que hemos crecido y sido educadas en un sistema en el cual esto no es enseñado y en el cual percibimos lo diferente y la diversidad como una amenaza. Lamentablemente, hemos aprendido a competir entre nosotras, a menospreciarnos mutuamente y a mirar nuestras diferencias con desdén.

Afortunadamente, no hay nada que no podamos desaprender y volver a aprender. Sin embargo, este proceso no es ni fácil ni cómodo. Requiere esfuerzo, tiempo y dedicación. Implica examinar críticamente la forma en que pensamos, nos comportamos, y analizar nuestras reacciones hacia otras mujeres.

Como sostienen Carolina Sanin, escritora y docente colombiana, y Catalina Ruiz-Navarro, escritora colombiana, ser sororas no se traduce en que no podamos ser críticas con otras mujeres, ni en un apoyo ciego entre mujeres. Sino que, en palabras de Catalina Ruiz-Navarro, “es entender que somos parte de un sistema que de alguna manera a cada una nos tiene jodidas y que nos vamos a aliar para enfrentarlo”. A partir de ese análisis, debemos replantear nuestras perspectivas. Y esto implica construir comunidad por este objetivo compartido.

Por otro lado, es alentador saber que somos muchas las mujeres preparadas a emprender este camino, así como algunas estamos dispuestas a enseñarlo, compartir nuestras experiencias y educar a nuestras hijas y pares sobre la importancia de la sororidad, la construcción de comunidad y el crecimiento conjunto, teniendo en cuenta y valorando nuestras diferencias.

Así, la sororidad no es sólo un concepto teórico; debemos practicarla, experimentarla y vivirla para realmente apropiarnos de este nuevo aprendizaje. Al igual que con cualquier conocimiento recién adquirido, la práctica es esencial para su incorporación. Se trata de un aprendizaje constante al que muchas de nosotras nos hemos comprometido, con la intención de construir solidaridad y comunidad con el objetivo de contribuir a un mundo más justo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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