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Emulando el cine de Alfred Hitchcock

Mediante un tratamiento narrativo cuestionable pero brillante en su forma, la película cuenta la historia de una audaz ladrona de joyas que trata de reencauzar su vida como esposa de un embajador. Sin embargo, se involucra con un fotógrafo de prensa cuyo trabajo la expone ante sus perseguidores.


El nuevo trabajo cinematográfico de Brian de Palma, Mujer Fatal, es de esas películas en que el deleite sobrepasa la anécdota y los personajes, para quedarse netamente en las formas. En pos de un derroche cinéfilo, el realizador se dedica a construir, mediante una narrativa claramente alusiva al cineasta inglés Alfred Hitchcock, una historia en torno a los particulares puntos de vista de cada personaje.



Gracias a la utilización que De Palma hace de su cámara, reemplazando la mirada de los protagonistas o acentuando algún detalle importante a través planos secuencia, Mujer Fatal cobra una relativa importancia como documento fílmico.



Sería un engaño no reconocer que la calidad de la película se sustenta en la imagen de Hitchcock y el legado al que cineastas como De Palma se han plegado. Un ejemplo de ello se manifiesta en una escena de seguimiento automovilístico, en que se hace evidente la referencia al filme Vértigo, de 1958, donde James Stewart persigue en su coche a la protagonista.



Mujer Fatal supone para muchos el regreso de Brian de Palma a su forma de hacer cine en los inicios (Carrie, Doble de cuerpo), además de sus homenajes a Hitchcock y su manera peculiar de mover la cámara. Este thriller, basado en un guión del cineasta, se centra en Laure, una bella y atractiva mujer que intenta huir de su turbio y secreto pasado.



En pleno Festival de Cannes, una banda comete un atraco. En el último momento Laure (Rebecca Romijn-Stamos), la seductora del grupo, traiciona a sus compañeros y escapa a París con el botín. Una vez allí, burla a sus compinches tomando la identidad de otra mujer llamada Lily, que posee tendencias suicidas. Escapando de Francia, Laure, alias Lily, seduce en el avión al embajador de los Estados Unidos en el país, Bruce Hewitt Watts.



Siete años más tarde, ya casados, Laure/Lily y Bruce aparecen en portada de una revista de la prensa rosa. Entonces los viejos secuaces de Laure, Black Tie y Racine, reaparecen para seguirle la pista más de cerca que nunca y conseguir su ansiada venganza. Esta vida pasada será uno de los obstáculos que le impedirá enderezar su actual existencia.



"Mi objetivo como escritor era crear una trama con intriga, mientras que como director, mi meta era filmar la historia de tal forma que el público no pudiera anticipar lo que ocurrirá en la siguiente escena". Con esas palabras, De Palma definió la intencionalidad de su trabajo. Sin embargo, esa enfermiza necesidad por esconder una y otra vez cada detalle, girando el relato constantemente, provoca que el horizonte que se buscaba explorar se pierda casi por completo.



Es cierto que todas las características del mejor cine del realizador de Los Intocables están en Mujer Fatal: voyerismo, crimen, paranoia, fantasías sexuales, cuadros divididos, juegos de espejos y miradas y odas al cine clásico. Pero el tratamiento que el realizador realiza de la anécdota, bastante simple por cierto, nunca logra cobrar fuerza en cuanto a la verosimilitud de lo que se cuenta.



La película de De Palma, deslumbra con sus juegos visuales entre la realidad y el ensueño, su singular mirada de los acontecimientos, su continua movilidad de cámara y algunos interesantes planos secuencia. Pero lo pretencioso de la narratividad, con excesivos giros de tuerca, terminan por trabar la historia y distraer al espectador.



Por un lado, Mujer Fatal es un delicioso trabajo cinematográfico en cuanto a cómo se filma y utilizan los recursos técnicos para contar una historia. Pero por otro, los excesos tan repetidos en los últimos trabajos del realizador (Ojos de serpiente, Misión a Marte) y que tienen que ver con su manera de enlodar las tramas con una pomposidad cinematográfica, dan a sus filmes prioridades cuestionables que no tan sólo impiden una comprensión general de lo que se pretende transmitir, sino también ensucian un trabajo que, en bruto, habría sido sorprendente.





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