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‘El Patio 29 representa la incertidumbre acerca de dónde están los nuestros’

Tras la declaración del Patio 29 del Cementerio General como monumento nacional, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos asegura que se trata de un gesto valorable en términos simbólicos, pero que debe tener su equivalente en una política estatal de justicia y reparación en materia de derechos humanos.


Recibió cuerpos maltratados, golpeados, violentados. Los escondió, inmóviles, silenciosos en su grito perpetuo, aunque no hubiera tierra que acallara las voces de los que buscaban esos cuerpos. Tras largos años, los devolvió, desnudos de piel, irreconocibles, confusos. El patio 29 del Cementerio General es signo de los duelos más duros y crudos de nuestra historia reciente.



Es, además, un dolor que no para de sangrar, no sólo a fuerza de memoria, sino también por las heridas que reabrió el descubrimiento de que 48 de los cuerpos exhumados del recinto estaban erróneamente identificados.



Por todas esas razones, el anuncio de que el patio 29 es oficialmente monumento nacional produce muchas sensaciones encontradas, pero ninguna de ellas se llama exactamente alegría. Es un gesto, un reconocimiento simbólico, dicen las autoridades. Una deuda pendiente, una reivindicación imprescindible, dicen las familiares de las víctimas. Unos y otros, sin embargo, habrían preferido que nada de esto tuviera que estar sucediendo y, en cambio, tener esas idas por compañía, más allá del duelo.



"Quisiéramos que nunca hubiese existido un patio 29 como el que existió. Pero al mismo tiempo creemos que estamos contribuyendo a la dignificación y a la reparación del dolor", explica Nivia Palma, directora de la Dibam, acerca de la decisión oficial de reconocer el sitio como lugar de memoria, que tardó menos de dos meses desde que los diputados Sergio Aguiló y Tucapel Jiménez.



Para Lorena Pizarro, presidenta de la agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, este acto debe tener correspondencia con una política del Estado que impulse la memoria, la verdad y la justicia. "Nosotros valoramos muchísimo lo que se hizo con el patio 29; pero esto tiene que ser también el reflejo de un país que asume su responsabilidad con las víctimas del terrorismo de Estado. No puede ser que nos encontremos, 16 años después de la dictadura, con que a detenidos desaparecidos que habían sido identificados, hoy se les vuelve a hacer desaparecer. Se vuelve a esa sensación de desconsuelo enorme de no saber dónde están", expresa.



Las autoridades, en tanto, adelantan que el plan para convertir el sitio en un lugar de memoria en forma -en el que participan también las autoridades comunales, aún cuando el alcalde de Recoleta, Gonzalo Cornejo, es de derecha- en ningún caso entorpecerá las investigaciones judiciales y diligencias que se requieran para determinar responsabilidades en la errónea identificación de los cuerpos que estuvieron allí enterrados.



La materialización del recuerdo



El académico francés Pierre Nora habla de los lugares de memoria. No necesariamente se trata de espacios físicos -aunque pueden serlo-, sino de instancias significativas para el recuerdo colectivo. Referentes simbólicos importantes del cuerpo social. En algunos casos, sin embargo, la materialización del recuerdo se vuelve central, porque constituye una expresión visible de lo que conmemora.



"Hay espacios físicos que dicen mucho más que cualquier texto, y que reflejan el horror, la dignidad, de modo tremendamente elocuente -asegura. Son lecciones para que eso nunca vuelva a ocurrir. En el patio 29 se quiso hacer desaparecer a muchísimos chilenos y chilenas. Fue un lugar donde no se respetó ni siquiera en la muerte a los seres humanos, y el espacio debe denunciar eso en el futuro".



En su opinión, hay muchos sitios en Chile que ya son lugares de memoria, y que deben convertirse en espacios que inviten a una reflexión profunda, como los campos de exterminio en Europa y todos los lugares que, con el horror vivido, conmemoran y dignifican a los muertos, y denuncian la violencia como un camino inconducente. "La memoria tiene que ver con que las futuras generaciones conozcan su historia, los lugares que fueron símbolo de la muerte en Chile y que finalmente, de este conocimiento saquen la conclusión de un nunca más. Es necesario que ellos sepan que, si bien hubo una época nefasta -muchos de cuyos amarres permanecen-, hubo hombres y mujeres capaces de dar la vida para que ellos puedan transitar libremente por las calles."



En este sentido, agrega, "el patio 29 ejemplifica lo que significa la desaparición forzada de personas, la incertidumbre eterna de no saber quiénes son los responsables, si se va a hacer justicia, de no saber dónde están los nuestros."



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