Publicidad

El punk chileno tiene una pena

Una instalación de video arte trae de vuelta a uno de los creadores chilenos más reconocidos en el extranjero. Marcado por su pasado de habitante marginal en una urbe bajo la bota militar, hace un recorrido nostálgico que nos duele como chinches clavados en un mapa. Y que una y otra vez salen a flote para recordarnos lo que fuimos. Por Ana Rodríguez Silva


Un grupo de creadores iberoamericanos están instalados en la sede Quinta Normal del Museo de Arte Contemporáneo (Matucana 464). El curador español José Miguel Cortés los reunió bajo el título de "Cartografías Disidentes", para que por medio del video retrataran sus ciudades. La idea era hacerlo desde la subjetividad, enfocándose en lo cotidiano y apartándose de lo estático que representan los mapas convencionales.



Junto a ellos, al fondo de uno de los blancos pasillos, se proyecta la obra de Mario Navarro. Y a un par de cuadras, en Matucana 100, su hermano Iván expone en la también colectiva "Los Desaparecidos", donde con una enorme escalera evoca a los responsables de la tortura en Chile, sus instrumentos y la impunidad en la que muchos todavía descansan.



A los Navarro la época de la dictadura de Pinochet los marcó y eso se nota en todos sus trabajos. "Lo pasé mal" cuenta Mario, el mayor. Los recuerdos del barrio, enmarcados en la comuna de Cerrillos donde vivían con sus padres diseñadores, traen inevitablemente la imagen de los cadenazos, los disparos, los cortes de luz y las protestas. Esa zona, industrial pero rodeada de poblaciones, tenía ciertos límites que ambos sabían que no podían cruzar.



Una especie de encierro gris que terminó con el regreso de la democracia. Mario Navarro tenía 18 años cuando el plebiscito derrocó a la dictadura. Antes de eso no iba a fiestas, "porque no se podía", dice. Entró a la Universidad Católica a estudiar arte y luego lo siguió en la idea Iván.



"Yo empecé primero y él me copió", cuenta Mario. El crítico Justo Pastor Mellado fue el encargado de levantarlos como artistas y hacerlos reconocidos hasta lo que son actualmente: el par de creadores chilenos más reconocidos internacionalmente. Claro que el mayor de ellos hace la salvedad de que son casos "diametralmente opuestos: Iván está más ligado al mercado del arte y yo soy más institucional", dice.



El punki triste de cada día



Huelo humo/ que proviene de un arma de fuego/ llamada extinción /fue hace mucho tiempo/ le podría haber pasado a cualquiera/ fue golpeado por una bala/ y se fundió en un líquido llamado extinción/, dice la letra de ‘Sad Punk’, un tema de los Pixies que acercó Mario a la escena punk chilena de los ’80.



Fue la nostalgia que le inspiraba esta canción la que le sirvió para crear una visión más melancólica que contestataria respecto a la época. "Pero no en el sentido romántico, sino más penoso", dice Navarro. Acomodó entonces el discurso plástico, evitó utilizar imágenes de archivo, tomó el tema "Drink my own sperm" del compositor nacional Álvaro Peña Rojas y llevó al pintor Hugo Cárdenas a recorrer y resucitar el movimiento punk de Santiago.



"El punk triste" muestra a Cárdenas vestido de terno negro y camisa blanca, con una botella de whisky en la mano, mostrando puntos clave del movimiento punkie chileno de los ochenta. Un protagonista bastante peculiar, elocuente e histriónico en su forma de expresarse y en su discurso de resistencia. El sentimiento de pérdida y nostalgia resulta evidente a cada cuadro.



Navarro escogió a Cárdenas por ser llamativo dentro de la escena artística, siendo un pintor que todavía está activo. "Tiene una opinión diversa sobre sus compañeros de generación, que es transversal a grupos y tendencias". Cárdenas formó parte de "La contingencia sicodélica" a mediados de los ’80, un grupo que tenía una mirada distinta a la situación política del momento. "Eran más rockeros", dice Navarro.



Soy como cualquiera/ quiero sentir/ la carretera de alquitrán debajo de la rueda llamada extinción dicen los Pixies, y Navarro se refiere al movimiento que comenzó a declinar cuando se hizo masivo. Se apagó. Y con eso se extinguió también su situación de poder de resistencia y de intelectualidad en una urbe fragmentada.



Para Mario Navarro, la ciudad se define por bloques, sectores. Por eso le interesa tomar grupos para a través de ellos reflejar una identidad urbana. Esta percepción sobre las ciudades lo hizo tomar el caso de los punk y enfocarse en un solo individuo. Así se muestra cómo él concibe al grupo. "Me gusta la idea del círculo atomizado y cómo cada uno entiende su ambiente", explica.



Suena pegado, suena parcelado, suena "Drink my own sperm" de fondo. La verdad de Navarro es que la manera de entender la historia y los fenómenos ideológicos se recoge a partir de los casos particulares. "Hay cosas no resueltas en nuestra historia desde el punto de vista político, que afectan también el tema de la convivencia", asegura, convencido de que para hablar de la contemporaneidad chilena es necesario recurrir a la memoria y así avanzar.

Publicidad

Tendencias