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«Una de las transas más grandes fue tocar en Viña con Yolito…»

Consolidados y reconocidos, la banda ha cumplido una etapa. Desde la parafernalia mediática de Viña hasta una tocata en un barrio cualquiera, siguen juntando melodías pegajosas con la reivindicación social, intentando ser un fresco del mundo popular. "Nuestra música tiene que ver con los caminos recorridos, de fondo es una declaración política, más allá de que seamos o no dueños de la verdad", señalan.


Por Daniela Lepín



Ocho músicos, que desde el 2004 se abren paso en la escena musical con ritmos afrolatinos y cumbia chilenera. Una extraña y profunda mezcla cuyo fuerte es el contenido, o más bien exponer sobre el imaginario popular y la vida cotidiana. En él último Festival de Viña, pero por sobre todo en la última tocata en un barrio cualquiera, quedó en evidencia que cuando las mezclas de esta banda suenan, los choros y los huachos tienen fiesta. El nombre JuanaFé es fusión, igual que su arte. Esta es la misma señora Juanita, tan manoseada por la clase política, pero que tiene fe y coraje para enfrentar la adversidad que en esos espacios se vive.



Finalizando una etapa de patiperreo por Chile, mostrándose en los escenarios más importantes y también en los más humildes, JuanaFé se monta sobre su propia historia y muestra lo que tiene en el Teatro Teletón, este sábado 28 de junio. Ellos dicen que es una manera de empezar, de reeditar, de nutrirse de lo ya hecho. En sus palabras, "es volver a la calle para seguir creando y creyendo".



En esta entrevista, realizada hace un tiempo en una casa con un patio antiguo lleno de historias, de fiestas, de risas y mucho ritmo, construye JuanaFé su día a día en el barrio Yungay, donde la memoria se amplía construyendo espacios comunes para ganarle a la modernidad avasalladora que se instala descaradamente. Ahí conversamos con el vocalista del grupo, Juanito Ayala.



-¿Por qué el interés en los ritmos latinos y en la cumbia, cuando podrían hacer algo más contemporáneo?



-Nunca hemos estado ajenos a la música latinoamericana, es parte de nosotros. Fue muy pensado crear letras que se adaptaran a los sonidos y ritmos que estamos trabajando. Venimos de una escuela en donde la mayor influencia era el rock, pero en la práctica se nos colaban ritmos.



Las letras de sus canciones reflejan el compromiso con los espacios marginales de nuestro país, ¿cuales son las motivaciones que existen para ello y qué hay más allá de las letras de estas canciones?



-Nuestra banda tiene una mezcla de espacios, todos somos de distintos lugares, marginales y no, pero nuestro tema pasa por el lugar al que queremos llegar y pertenecer. Estamos contentos de desarrollar nuestra música con contenidos en lugares en donde hay una reivindicación por mayor justicia social, nuestra música tiene que ver con los caminos recorridos, de fondo es una declaración política, más allá de que seamos o no dueños de la verdad.



Respecto de las letras, yo como vocalista soy el que escribe, y el resto colabora mucho en esto, somos todos muy busquillas. En lo personal siempre recorro lugares, barrios, la feria, el mercado, me impregno de la realidad, de esa historia que nos contaron y de aquello que nos marca.



Con esta visión y aún cuando ustedes en su arte hablan de y desde la marginalidad ¿no es inconsecuente hacer música con fondos del Estado?



-Creemos que no, nosotros tenemos una relación especial, primero porque dos de nuestros discos fueron hechos con dineros del Fondart, la realidad era que tocando no lograríamos reunir dinero para grabar un disco, entonces era lógico: la cultura debe ser financiada por el Estado. En materia política, creemos que la plata con la que funciona el Estado, es plata nuestra, si ellos hacen mal la pega no es problema nuestro. Nosotros utilizamos nuestros propios recursos.



¿Cuántas cosas hay que transar para llevar esta música a diversos espacios sociales?



-Muchas veces nos pasó que había personas que nos llevaban medios engañados a ciertos lugares, pero una vez no más te pasan las cosas. Una de las transas más grandes fue llegar a tocar al Festival de Viña con Yolito, que es un facho consumado, pero era una ventana increíble para nuestra música y nos permitía intervenir en la contingencia desde nuestro arte y pensamiento. Allí pudimos poner el tema mapuche en un lugar impensado en ese momento.



JuanaFé se ha vuelto popular con el tiempo, las canciones las cantan por todas partes, y no todos tienen para comprar un disco, ¿qué les ocurre con el pirateo?



-Cuando nos dimos cuenta que nuestros discos se vendían en la cuneta, nos alegramos, porque eso quiere decir que estamos trascendiendo los espacios que de verdad nos interesan. Quienes venden discos piratas en una feria tienen la función de radio popular y por lógica sólo venden lo que la gente pide, y esa misma gente no tiene tres lucas para ir a una tocata, ni cinco para comprar el disco, entonces bien que nos escuchen por quina. Respecto de las lucas, tiene que ver con el arancel diferenciado: quien tenga para pagar que lo haga y el que no, que compre en la calle.



¿Cómo ven ustedes a sus pares respecto del compromiso y los valores, sienten diferencias o ciertas distancias respecto de cómo llevan ellos la popularidad?



-Hay de todo, hay gente muy inteligente, muy clarita en lo que hace, sin embargo sus letras carecen de identidad. El proceso creativo de los músicos masivos es desconocido, y sus letras se basan en historias personales, en afectos individuales, y tiene que ver con el mundo que estamos viviendo, donde el neoliberalismo no te permite pensar en el resto.



¿Y respecto de las otras generaciones de músicos como Quilapayún, Congreso y otros?



-Hemos tenido cierto acercamiento, valoramos mucho lo que hacen y lo que hicieron, pero son una generación más difícil, ellos están más lejos de lo que hacemos nosotros, es complicado complementarse. Por los ritmos.

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