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Tito el Bambino se proclama «el patrón» del reguetón en Festival de Viña

El concierto del puertorriqueño estuvo precedido por la actuación del cantante chileno de música tropical Américo, que cautivó «en casa» al público de la Quinta Vergara y se convirtió en el artista más galardonado de la 51 edición de este festival, tras recibir dos inéditas gaviotas de plata.


El puertorriqueño Tito el Bambino se proclamó «el patrón» del reguetón la noche del jueves al viernes en el Festival de la Canción de Viña del Mar, donde ganó todos los premios a fuerza de pedírselos sin tapujos una y otra vez al público.

Encaramado a una estructura metálica, Tito el Bambino descendió desde las alturas para posarse por primera vez sobre el escenario de la Quinta Vergara, donde un público enfervorizado le esperaba de pie dispuesto a «perrear» toda la noche.

Con «Mi cama huele a ti», uno de sus últimos éxitos, el artista de 28 años arrancó los primeros gritos del graderío.

Catorce bailarines chilenos y puertorriqueños, que lucieron tres vestimentas diferentes, acompañaron los sensuales bailes del cantante, quien apareció ataviado con pantalones negros y una chaqueta gris tras la que apenas asomaba una atrevida corbata rosa.

El cantante hizo vibrar al auditorio al ritmo de «Caile», de su álbum «Top of the line» de 2006, el primero como solista, y rescató las letras de «El tra», «La busco», «En La Disco» y «Sol, playa y Arena», todas ellas de su segundo trabajo, «It’s muy time» (2007).

Pero Tito el Bambino, nombre artístico de Efraín David Fines Nevárez, explotó sobre todo sus dotes de animador en un espectáculo de una hora y 45 minutos en el que casi habló, cantó y alentó al público a partes iguales.

Entre canción y canción, el artista entonó varias letras que parecían improvisadas, hizo continuos llamamientos a las «mujeres solteras», se paseó entre los asistentes y no cesó de proclamarse «el patrón», nombre que le da título a su último disco, lanzado en 2009.

El joven artista ya había anunciado un día antes que venía a Viña del Mar con ganas de triunfar.

«Antes de que entren los presentadores, el público va a entregar un obsequio a Tito el Bambino», pronosticó en una rueda de prensa.

Y se empeñó duro por lograr su cometido.

Apenas había interpretado un par de canciones cuando el artista ya estaba pidiendo al público una antorcha de plata, y poco después subió su apuesta hasta reclamar no sólo las dos antorchas, sino también dos gaviotas, un récord que hasta ahora sólo el chileno Américo, que actuó minutos antes que él, ha podido conquistar.

Pero el Monstruo -nombre con el que se conoce al público de este certamen- quería seguir bailando, y Tito tuvo que inyectar «El amor», «Te quiero volver a ver» y dos sesiones de «Mata» para encender de nuevo a la Quinta Vergara.

Tanto reclamó los premios, que al final el auditorio, en el que los adolescentes eran mayoría, le entregó la antorcha de plata, la antorcha de oro y la gaviota de plata, los tres máximos galardones del festival.

Con ello, los presentadores del certamen quisieron dar por clausurada la gala y concedieron una canción más para que Tito cerrara la fiesta.

«Este show nunca va a acabar porque de aquí me tienen que sacar muerto», amenazó entonces el artista, que tras el fin de la transmisión televisiva permaneció unos diez minutos en el escenario hasta que, a petición de la organización, optó por retirarse.

El concierto del puertorriqueño estuvo precedido por la actuación del cantante chileno de música tropical Américo, que cautivó «en casa» al público de la Quinta Vergara y se convirtió en el artista más galardonado de la 51 edición de este festival, tras recibir dos inéditas gaviotas de plata.

Apareció de entre una nube de humo sobre una tarima, vestido con un traje de chaqueta blanco y camisa azul, con los brazos en cruz, iluminado por un foco entonando su éxito «Te vas».

El «Monstruo» se puso de pie para recibirlo y no volvió a sentarse en todo el recital, ya que «el chico de Arica» lo contagió con sus ritmos más pegadizos, entre los que no faltaron «Que levante la mano» y «Embrujo», que en 2009 batieron todos los récords de ventas en Chile.

Quizás fue su movimiento de caderas o quizás su enorme humildad lo que hicieron a un sonriente y emocionado Américo, que se sentía en casa, «superar todos los sueños» y llegar a lo más alto en su debut en Viña del Mar, consagrándose como una estrella local.

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