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La Casa Lobo: el inquietante terror psicológico del primer largomentraje chileno de stop motion La obra podrá verse hasta el 15 de agosto en el MAC de Quinta Normal

La Casa Lobo: el inquietante terror psicológico del primer largomentraje chileno de stop motion

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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La obra de los artistas visuales Joaquín Cociña y Cristóbal León narra la historia de una niña que se encuentra prisionera de una casa que parece poseída. Pero no se trata de un cine de terror clásico que apela al miedo. Su foco está en la perturbación que la propia técnica del cuadro a cuadro ofrece y en la tensión que se genera entre el cine y las artes visuales, al incorporar al espectador en el proceso de animación.


La Casa Lobo es una obra inquietante.

Mientras los artistas animan la historia de María, una niña alemana que se encuentra atrapada en una casona en el sur de Chile, en la que una presencia inexplicable altera las formas de la vivienda y trastoca la realidad, obligando a la menor a transitar en un universo simbólico que desencaja y confunde la percepción, los espectadores de la obra observan su desarrollo en tiempo presente. Hay chicos que gritan de miedo, que van y  vuelven del set-museo animados por la curiosidad y la perturbación y, otros que contemplan con distancia el diálogo entre el cine y las artes visuales, convirtiéndose, de alguna manera, en testigos de esa tensión.

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La Casa Lobo no es un película de animación clásica. No hay efectos digitales y el plató no es un escenario a escala como en los filmes de animación familiar. En esta obra el formato es a escala humana. Cada fotograma que compone la cinta, es una pincelada que se le da un muro o la alteración de una escultura. Aquí, cada escena es una instalación, una pieza performática de una película que comenzó a armarse hace tres años y que ha tenido como escenarios el Hamburg Sommerfestival, en Alemania; el Museo de Bellas Artes y la galería Acuadrado, en Santiago; y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Hoy, la película que se elabora en vivo en función de varias estaciones, encuentra desarrollándose en uno de los patios interiores del Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal. Ahí y hasta el 15 de agosto los artistas visuales Cristóbal León y Joaquín Cociña, miembros fundadores junto a Niles Atallah de la productora Diluvio, se hayan montando El castillo de la pureza, una de las estaciones, no menos fantasmagórica, del primer largometraje que se hace en Chile bajo la técnica del stop motion.

Leon & Cociña Foto: Gonzalo Rubio

Leon & Cociña
Foto: Gonzalo Rubio

 Entre dos mundos

Los artistas Cristóbal León (Santiago, 1980) y Joaquín Cociña (Concepción, 1980), comenzaron a colaborar en 2007, cuando junto a Niles Atallah se reunieron para producir las animaciones Lucía, Luis y el Lobo. Sus películas han sido exhibidas en la Bienal de Venecia, la Galería Upstream de Amsterdam y en Youtube Play, a Biennal of Creative Video, una muestra grupal en el Museo Guggenheim de Nueva York. Entre los premios que han ganado, se cuentan ASIFA Austria Award y el galardón al Mejor Film Internacional en el Festival Internacional de Filmes de Fantoche, en Suiza.

La idea de presentar el proceso de construcción de la película como una obra en si misma, nació de la convicción de los artistas de que a veces les parecía más interesante lo que había en el taller que lo que «finalmente quedaba como animación definitiva», como obra terminada. «Debido a esto, decidimos convertir ese proceso o taller en la obra principal», cuenta Cociña, quien manifiesta sentirse atraído por aquellas obras que «dejan ver su estructura y narran a través de ella».

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De la misma opinión y compartiendo, además, el hecho de que hacerlo de esta manera constituye una salida financiera al proyecto y una forma de transitar entre dos mundos (cine y artes visuales), Cristóbal León agrega que hay que «activar los espacios de arte con nuevas fórmulas o, por lo menos, lograr escenificar nuestra precariedad. Esa es la idea de nuestro castillo disney lumpen».

Según los artistas, otro de los objetivos de presentar el trabajo como un work in progress, es que el espacio del museo pase a convertirse también en sala de trabajo y experimentación.

La diversidad de público

Otro de los factores esenciales de este atípico trabajo que, con tintes de terror, desarrolla una arista sicológica al enfocarse en las transformaciones de los pensamientos y los sentimientos que afectan a la protagonista y a la propia Casa Lobo, es la variedad de las personas que visitan la instalación.

«Van desde los que no saben nada de animación y se sorprenden con las cosas más obvias para uno, pero que son como abismos de sentido: ¿Cómo hacen para mover las fotos? ¿cómo hacen para no verse en las fotos? También hay los que se quedan mirando largo rato, como si uno fuera una obra de teatro y los niños que gritan de miedo pero vuelven a ver los vídeos», sostiene Cociña.

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Lo que buscan es transmitir la sensación de que lo que se ve es simple y también una forma de evitar la sensación de inmovilidad que producen ciertas exposiciones y que terminan provocando en los artistas una «sensación parecida a la depresión por parto».

«Yo siento que con este método, ese efecto desaparece, porque de verdad estamos recibiendo todos los días y en directo las reacciones de la gente», apunta León.

Terror accidental

Para los autores que sus obras terminen provocando sensaciones parecidas al terror o la perturtación es una situación no planificada, sino más bien de carácter accidental, indican. Que sus  trabajos provoquen esa sensación, aventura León, tendría que ver en gran parte con un aspecto técnico y material.

«El stop-motion tiene siempre algo fantasmagórico porque desaparecen los cuerpos que realizan las acciones, se pierden entre fotograma y fotograma. Es la técnica misma de la animación la que es un poco terrorífica porque se parece mucho a una posesión, hay objetos moviéndose solos, el tiempo está deformado y la materia adquiere voz».

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A Cociña lo que lo mueve, sin embargo, es el enigma. «A mi me gusta ver trabajos que me intrigan, supongo que me gusta hacer cosas que me gusta ver», dice.

La obra, que se encuentra en plena producción lleva aproximadamente 25 minutos, de los 70 que espera como producto final. Luego del Mac se moverá a BACO Batuco Arte Contemporaneo, al Centro Cultural Huanchaca en Antofagasta, a una residencia del colectivo SE VENDE en Quillagua y al Centro Cultural de Españan CCE en Santiago. El 2015 continuará en Macchina (Campus Oriente de la UC).

En cada una de esa esas instancias, la naturaleza del lugar, así como las condiciones generales y personales, irán adaptando la obra de modo que el resultado final se presume tan inquietante como el argumento mismo.

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