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No es tinta. ¡Es sangre! «Tinta Sangre» de la doctora en Filosofía Kemy Oyarzún fue lanzado este martes en la U. de Chile

No es tinta. ¡Es sangre!

El crimen, el femicidio, el incesto, el abuso, la violación, el aborto a escondidas o a patadas y puños, el mar borrando huellas, la violencia sexual, el infanticidio, la crónica roja, la negra, la policial y la política, la tortura, la desaparición, todo se va hilvanando en este libro de cerca de 200 páginas que nos lleva, a ritmo de las olas, para atrás y para adelante, al pasado y presente de una memoria sobre abuso y poder.


tinta-sangreKemy Oyarzún es una destacada académica e investigadora de la Universidad de Chile, Doctora en Filosofía, mención en Literatura, y  directora del Magíster de Estudio de Género y Cultura de la Facultad de Filosofía y Humanidades, quien entre sus textos de ensayo y parapetada tras el rigor de la academia, ha ocultado-cultivado por años su pasión de poeta.

Por ello Tinta Sangre, un texto de largo aliento que va develando- desnudando a través de la palabra, seca, brutal y precisa, como el filo de un bisturí, lo que se esconde tras la tinta–sangre ya sea del titular del diario, o aquella con la que se ha escrito una parte importante de la historia de nuestro país.

El crimen, el femicidio, el incesto, el abuso, la violación, el aborto a escondidas o a patadas y puños, el mar borrando huellas, la  violencia sexual, el infanticidio, la crónica roja, la negra, la policial y la política, la tortura, la desaparición, todo se va hilvanando en este libro de cerca de 200 páginas que nos lleva, a ritmo de las olas, para atrás y para adelante, al pasado y presente de una memoria sobre abuso y poder.

Tinta Sangre, de Editorial Cuarto Propio, está estructurado en tres partes.

“Perfecto Orden”, en el que la autora nos remite a un diálogo entre madre e hija basado en un archivo histórico que relata el crimen de una costurera contra su hija de 7 años, cometido en 1923, “para que no sufriera como ella”. Como el Chacal de Nahueltoro, quien  cuando asesina a los tres niños de su conviviente, luego de dar muerte a la madre, explica que los mató “para que no sufrieran los pobrecitos”.

Una segunda parte, “Ojo de Agua” está centrado en Pisagua, y la cincuentena de homosexuales que Ibáñez ha lanzado al mar, en un viaje de la abuela y su nieta pero que en el  tiempo nos lleva también a Pisagua de Pinochet, y sus presos, y su teatro y los  humillados y ofendidos.

Y, por último, “Confinados a la tierra”, que en uno de sus versos nos advierte :

“para eso el naufragio/en son de acordar los cuerpos/viva me llevaba/ i conmigo mis muertos./”

Kemy Oyarzún sostiene a propósito de este libro que “leer crónica roja es como escuchar el latido de Chile”, aludiendo a la violencia de género y a la cifra negra de más de 35 mujeres asesinadas este año por sus parejas, o a los 2 millones que han vivido o viven violencia de género en nuestro país.

Pero Tinta Sangre, tributa tanto a la crónica roja, como a la historia del Chile del siglo 20, así como a la apuesta por la hibridez de una escritura que no reconoce límites estéticos. Una escritura que busca en el lenguaje y  resignifica las palabras guiándolas por el curso de una  poética del desamparo,  la miseria, y del abandono que marca las huellas de la violencia contra la mujer.

Se trata ahora de un trazado ético que recuerda que nada ha sido olvidado, que nada ha sido en vano, que Marta Ugarte, que las olas, el mar, los durmientes, el ruido de los  helicópteros, Pisagua, González Videla, Ibáñez, los urbanistas, el forense, el higienista, el antropólogo, que todo esa parafernalia no logra ser sino un dedo intentando tapar todas las vergüenzas, todas las verdades, todas las simulaciones porque finalmente esto no es tinta. ¡Es sangre!

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