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Crítica de cine: «La Sapienza», la búsqueda de luz y sentido

Crítica de cine: «La Sapienza», la búsqueda de luz y sentido

Si logra soportar este estilo de actuación, en algunos pasajes casi robótica, descubrirá una película sobre dos temas valiosos y universales: las pruebas de ser artista y la búsqueda de luz para la humanidad.


El escritor y director Eugene Green ha dedicado su vida al barroco y el filme La Sapienza es una oda a ese mundo: una historia contemporánea, pero inspirada en los grandes maestros de la arquitectura post renacentista como Borromini y Bernini, con música de ese período en que surgió la ópera.

En La Sapienza, los personajes hablan directamente a la cámara sin romper la llamada cuarta pared. Esto significa que todavía hablan a la cámara como si estuvieran hablando con otro personaje en la película, y no al espectador.

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El resultado es algo inquietante, especialmente porque romper la cuarta pared se usa para traer intimidad entre actor y espectador, mientras que usarla hace lo contrario, los separa.

La actuación es extremadamente rígida. De una manera muy poca italiana e incluso suizo-italiana, los personajes apenas mueven sus rostros o cuerpos cuando hablan.

Es imposible no pensar en Robert Bresson en El año pasado en Marienbad y en la rigidez de las actuaciones, aunque en ese caso Bresson trabajó con actores no profesionales. En el filme de Green, sin embargo, es evidente que se trató de una elección estilística.

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Si logra soportar este estilo de actuación, en algunos pasajes casi robótica, descubrirá una película sobre dos temas valiosos y universales: las pruebas de ser artista y la búsqueda de luz para la humanidad.

La historia comienza con Alexandre (Fabrizio Rongione), un arquitecto que se ha sido premiado por hacer viviendas públicas, que es, por lo general, un mal agüero para cualquier artista en búsqueda de la perfección.

Su esposa, Aliénor (Christelle Prod Landman) de profesión socióloga también dedica su vida a ayudar a personas desfavorecidas como los inmigrantes.

La ironía de su cruzada social es que tanto Alexandre y Aliénor parecen desesperadamente infelices. Sus rostros están constantemente petrificados por la angustia y la desesperación y no pueden entender por qué, hasta que un giro inesperado de los acontecimientos los lleva a la ciudad de Ticino.

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En la orilla del Laggo Maggiore de esta ciudad, ven a una joven, Lavinia (Arianna Nastro), desmayarse. Aliénor se precipita hacia ella y le pide a Alexandre que llame a un taxi. Por primera vez, en este repentino gesto de preocupación por la otra persona, hay una ruptura en la actuación tan poco natural a lo largo de la cinta, por primera vez asoma un poco de emoción en la película que parece auténtica.

Así, la pareja sin hijos de Alexandre y Aliénor comienzan una relación con Lavinia y con su hermano Goffredo (Ludovico Succio), que llega a estudiar arquitectura, comenzando así un paralelo entre la vida de Alexandre con la del maestro Borromini.

De nuevo aparece un viaje inesperado. Ahora Alexandre tiene que viajar a Roma y Goffredo va con él. Aliénor se queda en casa para cuidar a Lavinia.la sapienza 4

Durante el viaje de su marido, Aliénor cuenta a Lavinia sobre el antiguo socio de Alexandre, François, que «bebía demasiado y todas sus relaciones personales eran un desastre.» Le narra que François se suicidó hace años y que, desde entonces, una nube oscura se cierne sobre Alexandre.

Alexandre y su socio Francois , eran un espejo de la compleja relación entre los maestros Bernini y Borromini, siendo el primero el racional y el segundo la representación mítica del «verdadero artista». Como sucede tan a menudo en el arte, Bernini y Borromini se conocen jóvenes y se convierten en amigos y, más tarde, cuando sus carreras avanzan, se transforman en rivales de profundidad.

En el viaje, Alexandre se hace más cercano de Goffredo, Alexandre llega a un acuerdo con su pasado y alcanza su redención.

En un esquema metafísico muy particular de la película se ve una recreación del suicidio de Borromini -interpretado por el mismo Alexandre- en el que la culpa recae en la falta de auxilios de un joven -interpretado por Goffredo-, Así finalmente se entiende que Alexandre ha sido liberado de la culpa del suicidio de François.

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Y, sin embargo, de una manera mucho más concreta, Alexandre ha encontrado sentido a su vida al convertirse en un mentor para Goffredo. Tanto es así que Alexandre decide ir a enseñar en Venecia, donde Goffredo estudiará el año siguiente.

Aliénor, a su manera, encuentra también la felicidad al encargarse de los cuidados de Lavinia hasta la recuperación de sus desmayos, y quizá,s por primera vez, siente la relación maternal que le ha faltado.

Paralelamente, hay una linda metáfora entre la búsqueda de la luz física en un edificio, un edificio sagrado como la Iglesia de Sant’Ivo alla Sapienza

Delante la iglesia, Alexandre describe el dinamismo espacial que es particular en la arquitectura de Borromini, «pero siempre nos terminamos yendo hacia la parte superior, hasta el viaje inevitable, cuando llegamos a la fuente de luz».

Al encontrar la luz física, se encuentra con la luz espiritual. Y en ese descubrimiento de la importancia de cuidar a otra persona, Aliénor encuentra el sentido.

«Deshacerse de lo que ya no tenemos es quizás la cosa más difícil de hacer. Y no podemos hacerlo solos.»

El mensaje es claro: con el fin de encontrar la luz, y liberarnos de lo que ya no necesitamos, nos necesitamos mutuamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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