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Depresión Post-parto: El primer motivo de discapacidad en mujeres adultas chilenas Convenio con Centro Interdisciplinario de Neurociencias de Valparaíso

Depresión Post-parto: El primer motivo de discapacidad en mujeres adultas chilenas

La depresión post-parto afecta a toda la familia y se asocia con peleas maritales, incapacidad de la madre para hacer cosas que antes realizaba sola (por ejemplo, ir de compras o incluso trabajar), y afectando principalmente la interacción materno infantil, presentando conductas tales como hostilidad y desapego. Por otra parte, estudios han demostrado que la depresión post-parto tiene efectos en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños durante la infancia y la niñez tardía.


La depresión es un trastorno neuropsiquiátrico de gran impacto social y económico, el cual se caracteriza principalmente por dos síntomas; la anhedonia, o incapacidad de sentir placer y el ánimo deprimido, dentro de los cuales podemos describir síntomas como tristeza constante, decaimiento, irritabilidad, sensación de malestar y frustración.

Un estudio de la Universidad de Chile, elaborado por la Dra. Graciela Rojas y colaboradores, publicado el año 2013, indica que los trastornos depresivos tienen una alta prevalencia (son muy frecuentes). A nivel mundial, se estima que para el año 2020 la depresión será la segunda causa de años perdidos por discapacidad, mientras que en Chile, ya en la actualidad, es el primer motivo de discapacidad en mujeres adultas. La depresión disminuye el rendimiento en el trabajo y limita actividades cotidianas, como la interacción social.

Asimismo, la depresión post-parto es un tipo de depresión que afecta a las madres durante el embarazo o luego de tener un hijo. El análisis de variados estudios realizados en EE.UU indica que el 20% de las madres generan depresión post-parto dentro de los primeros tres meses después del nacimiento. La depresión post-parto afecta a toda la familia y se asocia con peleas maritales, incapacidad de la madre para hacer cosas que antes realizaba sola (por ejemplo, ir de compras o incluso trabajar), y afectando principalmente la interacción materno infantil, presentando conductas tales como hostilidad y desapego. Por otra parte, estudios han demostrado que la depresión post-parto tiene efectos en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños durante la infancia y la niñez tardía.

Si bien se desconoce el origen de la depresión post-parto, existen numerosos factores de riesgo psicológicos y sociales que pueden desencadenar esta enfermedad. Los manuales de diagnóstico describen quince factores, entre los que destacan: vulnerabilidad socio-económica, estrés durante el embarazo, complicaciones en el embarazo o parto, falta de apoyo familiar o de amigos, historial de depresión o trastornos ansiosos, historia de abuso sexual, incapacidad de amamantar, y por último, el haber desencadenado un episodio depresivo durante el embarazo, siendo éste último el factor más importante en la predicción de la depresión post-parto.

Por otro lado, el hecho de que los niveles de hormonas reproductivas como estrógeno y progesterona cambian drásticamente durante el período de post-parto,  puede ser un factor que contribuye a la depresión post-parto en mujeres vulnerables, aunque esta relación aún no se ha demostrado.

El estigma que conlleva esta patología, frente a lo que se supone debería ser un momento de mucha felicidad, genera vergüenza en las madres, impidiéndoles la búsqueda de tratamiento, sumado a que las mujeres que logran pasar esta barrera social y buscan tratamiento generalmente dudan en tomar medicamentos durante la lactancia, a pesar de que existen antidepresivos que no dañan al bebé.

Un estudio realizado por Sichel y colaboradores, durante el año 1995, probó los efectos de una inyección intramuscular de 200 mg de noretisterona enantato (un anticonceptivo común, elaborado con un tipo de hormona llamada progestágeno) dentro de las 48 horas después del parto. Para esto, utilizó 180 mujeres sudafricanas que no presentaban síntomas de depresión post-parto y a las cuales se les dividió en un grupo que recibía la inyección de progestágeno y, por supuesto, en otro grupo que recibía una inyección con un placebo. Sus resultados mostraron que las mujeres que recibieron el progestágeno tuvieron puntuaciones significativamente más altas en dos cuestionarios para medir la severidad de la depresión a las 6 semanas después del parto (las pruebas de Montgomery-Asberg y EPDS), que las mujeres del grupo placebo. Esto demostró que la inyección de progestágeno aumenta la incidencia de depresión post-parto.

Por otro lado se ha visto que micronutrientes como los ácidos grasos omega-3 no presentan una eficacia en la prevención del depresión post-parto. En tres estudios independientes y en diferentes países (EE.UU, Holanda, Australia), durante el año 2003, 2009 y 2010, encabezados por Dr. Llorente, Dr. Doornbos y Dr. Makrides, respectivamente, se señaló que la ingesta de DHA (u ácido docosahexanoico, el cual es un tipo de omega 3) no produce diferencias significativas en el desarrollo de depresión post-parto en comparación con la ingesta de un un placebo.

También se analizaron otros agentes biológicos que pudieran prevenir la depresión post-parto. En una investigación estadounidense, se evaluó el calcio como medida preventiva para la complicación médica del embarazo conocida como preeclampsia, que se caracteriza por hipertensión arterial y presencia anormal de proteínas en la orina. El Dr. Harrison-Hohner y colaboradores encontraron, en el año 2001, que las mujeres que recibieron 2 g de calcio al día durante el embarazo y el postparto mostraron una incidencia significativamente menor de depresión post-parto severa.

Todas estas investigaciones entregan valiosos aportes tanto para el diagnostico como para el tratamiento de la depresión post-parto, la cual es la complicación más común del postparto (cerca del 20% de las nuevas madres experimentan, al menos, un episodio). La depresión post-parto suele ser estigmatizada debido a que se presenta en un periodo que «debe» ser un momento feliz, a la falta de conocimiento y a la oposición de muchas madres a usar medicamentos psicotrópicos durante la lactancia. La actual falta de tratamiento eficaz hace que sea aún más urgente encontrar nuevas formas de prevenir la depresión post-parto, para no llegar a la necesidad de un tratamiento.

Finalmente, ¿qué podemos hacer al respecto? Se piensa que el cambio de comportamiento de las mujeres con sus bebés, las puede proteger contra depresión post-parto, a través de factores como:

(1) Cambiar las asociaciones negativas con los deberes  de la crianza infantil (cambio de pañales, horas sin dormir, etc.).

(2) Una mayor sensación de apoyo social.

(3) Un sueño reponedor para la madre.

(4) Generar habilidades de crianza más eficaces que conduzcan a la crianza del bebé como un proceso gratificante.

(5) Y, por último, generar instancias para un mayor apego al bebé.

Este tipo de intervención, además de tener el potencial de reducir la incidencia del depresión post-parto en las mujeres en situación de riesgo, ayuda a mejorar directamente el desarrollo de la relación madre-hijo, disminuyendo tanto la sensación negativa de la responsabilidad de tener un bebé (y los costos y daños que la madre le atribuye), como otras conductas que pueden tener resultados catastróficos en el desarrollo psicosocial del niño.

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