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Filósofo alemán, Andreas Huyssen, pone en duda efectividad de la reconciliación nacional Para el pensador la memoria solo cumple su objetivo cuando se conecta con el futuro

Filósofo alemán, Andreas Huyssen, pone en duda efectividad de la reconciliación nacional

La semana pasada, el renombrado académico alemán de la Universidad de Columbia dio la charla “Medios de la Memoria en el Arte Contemporáneo” en el Museo de la Memoria, en un evento además organizado por la Universidad Diego Portales y el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown. “Hoy los derechos humanos están en peligro, al igual que en el pasado, aunque de otra forma”, asegura.


Una charla donde analizó el tema de la relación entre el arte y la memoria histórica realizó el jueves pasado el académico alemán Andreas Huyssen (Düsseldorf, 1942), de la Universidad de Columbia.

Huyssen fue invitado a la Cátedra de la Memoria, un evento realizado el 3 y 4 de diciembre, organizado por el Museo de la Memoria, la Universidad Diego Portales (UDP) y el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown.

El académico, que enseña Literatura Alemana y Literatura Comparada, presentó la ponencia “Medios de la Memoria en el Arte Contemporáneo”, tras ser presentado por Ricardo Brodsky, director del Museo, y Carlos Peña, rector de la UDP.

[cita tipo=»destaque»]Creo que por ejemplo no debería apostarse a una reconciliación nacional, porque los conflictos políticos subsisten en todas las sociedades, y cada sociedad va a interpretar el pasado de formas diferentes (…) Las generaciones diferentes ven el pasado de forma diversa y para cada una existen conflictos políticos y visiones divergentes de lo ocurrido.[/cita]

En esta entrevista, Huyssen repasa temas como la memoria histórica, el papel de monumentos y museos, así como los desafíos actuales.

Memoria histórica insuficiente

El académico estudió filología, literatura, filosofía e historia del arte en universidades de Alemania, Francia, España y Suiza. Entre sus obras más destacadas se cuentan libros como Después de la gran división (1986), En busca del futuro perdido (2002) y Modernismo después de la posmodernidad (2010).

Una de sus principales conclusiones es que en América Latina la memoria histórica se vincula con los recuerdos de la dictadura, “y creo que debe ir más allá”.

“El pasado político en Argentina o Chile o México implica otras dimensiones que solo la dictadura”, afirma. “En Chile, por ejemplo, es la historia de los mapuches, de las poblaciones indígenas, al igual que en Argentina”.

[cita tipo=»destaque»]Por otro lado, la globalización también ha influido en cómo lidiamos con un pasado traumático. “Hoy vivimos en una cultura de la memoria global o transnacional donde las resonancias son constantes, en traumas históricos en América Latina, en Sudáfrica, en el Congo, en Serbia, en Asia”, dice. “Y los mecanismos para lidiar con esos pasados dependen mucho de las conexiones internacionales”.[/cita]

Según Huyssen, nuestro continente repite así el mismo error cometido en Alemania cuando se circunscribió el pasado del Tercer Reich al periodo 1933-1945, “pudiéndose colocar, por así decirlo, en un cajón, y decir que no tenía nada que ver con lo ocurrido previamente. Y ese es un problema político”.

“Hay que ir más atrás en el pasado, en la historia social, para poder explicar por qué ocurrieron determinados procesos políticos. Diría eso en términos generales. Y creo que eso también puede decirse en el caso de los países latinoamericanos, no solo Chile, sino también Argentina, Brasil, México, etcétera”, afirma.

Pasado en disputa

El académico también estima que el pasado siempre está en disputa. ¿Considera posible construir una historia que incluya todos los puntos de vista?

“Es una buena pregunta”, responde. “Si la historia se escribe como conflicto de los puntos de vista, sí. Pero en general no es así. Creo que por ejemplo no debería apostarse a una reconciliación nacional, porque los conflictos políticos subsisten en todas las sociedades, y cada sociedad va a interpretar el pasado de formas diferentes”.

¿De qué depende entonces cual es la versión oficial de la historia?

“Ahí se mezclan muchas cosas. Por un lado el intento de describir la historia de la forma lo más objetiva posible sigue siendo una meta importante para los historiadores, pero al mismo tiempo cada presente puede abrir una nueva visión sobre el pasado”, contesta.

Para él, por ejemplo, la tercera generación pos dictadura en América Latina tendrá otra visión del pasado que la segunda generación.

“Las generaciones diferentes ven el pasado de forma diversa y para cada una existen conflictos políticos y visiones divergentes de lo ocurrido”, explica.

Por otro lado, la globalización también ha influido en cómo lidiamos con un pasado traumático. “Hoy vivimos en una cultura de la memoria global o transnacional donde las resonancias son constantes, en traumas históricos en América Latina, en Sudáfrica, en el Congo, en Serbia, en Asia”, dice. “Y los mecanismos para lidiar con esos pasados dependen mucho de las conexiones internacionales”.

“Por ejemplo, si uno mira los Museos de la Memoria, o monumentos para los desaparecidos o el Holocausto o el apartheid, hay resonancias en las estrategias de cómo enfrentar esos pasados, en virtud de la museología, por ejemplo, que hoy ya no es un tema nacional, sino de tratamiento internacional. Esas conexiones transnacionales del discurso sobre el pasado son algo que me interesa mucho”.

El académico asegura, en este sentido, que el discurso del Holocausto tiene cada vez más resonancias que no tienen que ver con el Holocausto en sí. “Por ejemplo, en Argentina, el primer informe (de la Comisión de Verdad) se llamó ‘Nunca más’, la misma frase que se usa en el discurso del Holocausto. Y eso tiene determinados efectos”.

Sudáfrica es otro ejemplo. “Al final del apartheid se vieron confrontados con cómo lidiar con ese pasado, y hubo una fuerte discusión sobre si había que realizar unos juicios al estilo de Núremberg o no. Si los hubieran realizado, habría habido una guerra civil, eso está claro. Por eso hubo una Comisión de Verdad y Reconciliación, que propuso un modelo totalmente diferente”, donde los victimarios debían confesar en público sus crímenes a cambio de seguir en libertad.

Monumentos y museos

Otro punto interesante para Huyssen es que para el ejercicio de la memoria histórica son más eficientes los museos que los monumentos.

“Los monumentos son lo más interesante en el momento en que se diseñan y cuando hay discusiones públicas, pero su capacidad expresiva como figura arquitectónica es limitada”, dice.  “Hay una frase del novelista austriaco Robert Musil que adoro: ‘No hay nada tan invisible como un monumento’. En Viena hay un monumento en cada esquina, pero si vives en la ciudad ya no los ves”.

Huyssen recuerda que en los años 90 hubo una discusión sobre “monumentos críticos” y “contra monumentos” para lidiar con esto, pero con el tiempo esos también se transformaban en monumentos normales.

En cambio, dice, un museo tiene la posibilidad de trabajar con más material y documentación, y de involucrar más al público.

“No creo que los monumentos carezcan de importancia, creo que son importantes en ciertos momentos cuando ha habido crímenes del Estado, como los que hay en Chile. Aquí hay cien o doscientos, igual que en Alemania, pero creo que en algún momento hay demasiados y entonces los museos se vuelven más importantes”, dice.

“Hoy estuve en un monumento que me impresionó mucho, en Paine, para los asesinados de 1973, y me conmovió mucho, nos lo explicó el nieto de una de las víctimas. Pero de alguna forma no era un monumento para las víctimas, sino que recordaba su obra en vida. No era un monumento como tumba, sino como recuerdo viviente”, comenta.

Arte y memoria

Por otro lado, para Huyssen otro punto importante es cómo se vincula el arte con los procesos de la memoria histórica.

En su opinión, el arte puede cuestionar la versión oficial, pero en sí misma también ser parte de ella a través de instalaciones y museos.

“Hoy tenemos un trabajo con el pasado en muchos países diferentes, y lo que es especialmente interesante para mí es el arte del ‘sur global’ o de la ‘periferia’, como se denominaba, donde los artistas elaboran un pasado trágico o dramático y al mismo tiempo buscan sus medios para ellos en la tradición del arte moderno del siglo XX. Y esa combinación de recuerdos de un trauma histórico local y los recuerdos de una cultura global de lo moderno produce, para mí, obras muy interesantes, más que muchas de las cuales circulan en el mercado global”, afirma.

“El arte se transforma en un entrenamiento de la imaginación y puede hacer preguntas que no hacen los museos”, destaca.

Un ejemplo para Huyssen es la artista colombiana Doris Salcedo, que hace esculturas e instalaciones públicas en torno a la violencia política. “Son increíblemente sutiles y han hecho siquiera posible un discurso sobre la memoria en Colombia que debería llevar a un Museo de la Memoria”.

Otro artista que le parece importante es el sudafricano William Kentridge, que trabajó el tema del apartheid en sus obras.

“En resumen, el arte puede realizar un importante aporte a la política de la memoria en la medida en que puede impedir que el recuerdo sea minimizado”, sintetiza.

Pasado y futuro

Por último, otro hecho que le llama la atención es que mientras en el siglo XX se miraba siempre hacia el futuro con la esperanza de que fuera mejor, hoy en cambio hay una constante revisión del pasado. ¿A qué se debe esto?

“Creo que es porque todas las utopías del siglo XX –comunismo, fascismo y modernización- colapsaron”, responde. “La nueva evaluación del pasado frente al futuro está relacionada con ese colapso de las utopías”.

Sin embargo, al mismo tiempo estima que la política de la memoria sólo tiene sentido cuando el recuerdo se usa para crear o imaginar un nuevo futuro.

“Recordar sólo tiene sentido en relación a lo futuro”, reflexiona. “Por eso es problemático el discurso del recuerdo que está demasiado vinculado al pasado. Por ejemplo, la política de la memoria y de los derechos humanos no solo debe ocuparse del pasado sino también del presente. En el contexto europeo o estadounidense, un tema central de la política de la memoria es cómo lidian esos países con los migrantes y el asilo. Hoy los derechos humanos están en peligro, al igual que en el pasado, aunque de otra forma. En el contexto alemán los temas son los refugiados sirios, donde la canciller Angela Merkel ha sido una figura destacada. El problema solo puede ser tratado de manera internacional, pero para ello hace falta un marco válido internacional”.

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