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Gato Barbieri: Talento global del jazz, rebelde y atrevido In Memoriam

Gato Barbieri: Talento global del jazz, rebelde y atrevido

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
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Su discografía de más de 50 álbumes de larga duración es impresionante por sus diversas temáticas y los músicos que lo acompañaron, un verdadero salón de la fama del Jazz en todo su esplendor entre 1965 y 1995 donde se localiza su mejor producción.


El autógrafo más preciado que guardo es el que el notable músico argentino Leandro Gato Barbieri me firmó en una servilleta del Bottom Line de Nueva York, una mezcla de gran salón de espectáculos musicales de género variado con restaurante, ubicado en el Oeste profundo de Manhattan en la calle cuarta equina con Mercer.

En su apogeo en las décadas de los 70 y 80 en los tablones del Bottom Line se presentaban figuras legendarias del Jazz como George Benson, Charles Earland, Roy Ayers,  Lonnie Liston Smith, Randy y Michael Brecker, Sonny Rollins, Carla Bley, y también figuras musicales más eclécticas como Buster Pointdexter, Taj Mahal. Entre ellos Gato Barbieri, fallecido el pasado 2 de abril en Nueva York.

La servilleta amarilla no ha perdido el color y la tinta verde de la pluma se mantiene casi intacta. La guardo como tesoro porque su dedicatoria no está hecha a mí personalmente sino que dice “Para los chilenos libres”. La firma consistía en el dibujo de un gato con sombrero más la palabra Gato. Con la misma intensidad que le imprimía su energía al saxo tenor, Barbieri colaboró intensamente con sus bandas, que generalmente consistían en quintetos o sextetos, en las actividades contra la dictadura militar realizadas en Nueva York desde el día primero después del 11 de septiembre de 1973.

Fue un talento fecundo de gran precocidad. A los 18 años ya tocaba en orquestas de jazz de Buenos Aires y fue miembro de los primeros grupos formados por otro músico de Jazz excepcional nacido en Argentina como Lalo Schifrin, afamado por su contribución a la música de cine y seriales de televisión, así como el haber sido uno de los principales arregladores de las orquestas de Dizzie Gillespie.

Sus paso lo llevaron luego se fue a Europa, a comienzos de los años 60, donde toca con Don Cherry y otros próceres de la improvisación en el Jazz. Hasta que ocurre el despegue definitivo con la autoría de la banda sonora de otro pedazo legendario del arte del siglo XX como es la película El último tango en París, de Bernardo Bertolucci (1972). Con esta música Gato obtuvo el codiciado premio Grammy. Según Nat Chediak, en el Diccionario de Jazz Latino (1998), esa música del Último Tango, es la obra más comercial y al mismo tiempo la más lograda en donde se escucha a un Gato en plena evolución, alejándose de la fría experimentación del Free Jazz, y metiéndose de lleno en la polifonía y la rítmica de América Latina y el Caribe. “Envuelto en los arreglos de Oliver Nelson, suena más clásico que nunca, sin perder un ápice de su fuerza”. Es una composición que no pierde ni belleza ni contemporaneidad con el paso del tiempo.

Es el más completo jazzista que ha gestado el mundo latino según una mayoría de especialistas. Coincido. Además era rebelde, atrevido, creativo sin contemplaciones hasta para hacer música comercial de fácil escuchar. Lo pude conocer personalmente en Nueva York, no a un nivel de amistad personal, sin embargo cada vez que lo vi en sus presentaciones accedió a mis saludos en su camarín y podíamos conversar un rato.

Cuando le comenté, «que si había interpretado en Jazz música de Atahualpa Yupanqui, por qué no lo hacía con las canciones de Violeta Parra». Me respondió suavemente y transmitiendo cierta devoción por ella me dice: «Con Violeta no se puede. Hay que dejar que se exprese ella”.

Su primer álbum propiamente comercial, Caliente (1975), es dedicado a Carlos Santana y Marvin Gaye en un gesto deliberado como homenaje a los amigos, a los de siempre. Criticado por los puristas como una desviación muy notoria respecto al Jazz que lo  propulsó, con el tiempo reemerge como una producción de gran riqueza composicional e interpretativa, por los músicos de estudio que integran una banda soñada y con los arreglos de Jay Chattaway y el propio Barbieri.

Su discografía de más de 50 álbumes de larga duración es impresionante por sus diversas temáticas y los músicos que lo acompañaron, un verdadero salón de la fama del Jazz en todo su esplendor entre 1965 y 1995 donde se localiza su mejor producción.

Algunos críticos lo fustigaban en que no hacía Jazz. Y los latinos que no hacía Latin Jazz.
Respondía el Gato: «Estoy en el medio» y con tranquilidad decía: «Cuando toco está lleno el boliche de japoneses, húngaros, africanos, latinos y gringos de todos lados».

Gato Barbieri mezcló como muy pocos los sonidos del free jazz, la riqueza de la improvisación, los sonidos del Brasil, de Bolivia, del Norte argentino, de México, de Cuba, el Caribe, África y Oriente. Producciones como The Third World( 1969), Fénix (1971), El Pampero (1971) y Under Fire ( 1973), representan especialmente ese sonido intenso y mixturado como si Barbieri quisiera comunicarse a través de sus composiciones e interpretación con el mundo entero, produciendo un compacto cultural de vibraciones con un sello global.

Gato en este sentido es el músico de la nueva globalización que se desprende a fines de los años 60 y comienzos de los 70. Es el que rompe definitivamente los esquemas de los géneros en el espacio más amplio del Jazz como expresión de música global más allá de Estados Unidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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