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Mayor colección de Neruda del continente y valiosos documentos históricos fueron adquiridos por el Estado en 1.5 millones de dólares El material estuvo a un paso de ser adquirido por la Universidad de Texas, en Austin, EE.UU.

Mayor colección de Neruda del continente y valiosos documentos históricos fueron adquiridos por el Estado en 1.5 millones de dólares

A mediados del año pasado se dieron una serie de negociaciones secretas entre la Dibam y el coleccionista privado, poeta y librero César Soto, que se concretaron en la compra de la colección más grande de manuscritos de Pablo Neruda y la valiosa colección documental Peruano-Chileno colonial, en la que figura un manuscrito de Los Reyes Católicos, fechado doce años antes del Descubrimiento de América. La transacción le significó al Estado chileno desembolsar la mayor suma hasta ahora en una colección pero más importante aún, le permitió asegurar la permanencia del patrimonio nerudiano más importante en el país.


Canto General, Odas Elementales, Estravagario, Maremoto, Alturas de Macchu Picchu, son algunos de los títulos que se pueden apreciar sobre una mesa de la Biblioteca Nacional. Prácticamente todos corresponden a primeras ediciones de los textos, los cuales son guardados cuidadosamente en cajas forradas. Uno que otro con sus hojas desprendidas, pero la mayoría en perfecto estado. Algunos incluyen dedicatorias personales hechas por el mismo Neruda y entre la colección, se encuentra una pieza de culto. Se trata de la edición clandestina de Canto General, impresa en 1950 bajo el imperio de la Ley Maldita, tras la cual se iniciara la persecución en contra del vate por parte del gobierno de Gabriel González Videla.

Todos estos textos por muy poco no corren la misma suerte de los archivos personales del Nobel Gabriel García Márquez, que en lugar de permanecer en Colombia, su país de origen, como patrimonio nacional, fueron vistos partir tras una millonaria oferta de la Universidad de Texas, en Austin, EE.UU. Los archivos de García Márquez, desde octubre del año pasado, descansan en el Centro Harry Ranson junto a objetos personales de otros grandes de la literatura universal como Jorge Luis Borges, James Joyce, Ernest Hemingway o William Faulkner.

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Los libros de Neruda forman parte de la mayor colección que existe del poeta en el continente y fueron reunidos pacientemente por el poeta y librero chileno César Soto a lo largo de cuatro décadas. Lo que partió con la adquisición del telegrama en que se le comunicaba a Pablo Neruda que había ganado el Premio Nobel de Literatura en 1971, prosiguió con una serie de manuscritos originales, una colección completa del vate de la revista Claridad y los primeros ejemplares de clásicos como Veinte poemas y una canción desesperada, Residencia en la Tierra y Alturas de Macchu Picchu, entre muchos otros.

Tan magnífica llegó a ser esta colección, que durante años Soto comenzó a recibir en su casa en San Miguel a emisarios de importantes universidades norteamericanas, interesados en llevarse del país el valioso material. Pero resistió. El mayor coleccionista de poesía de Chile, quería que la colección se quedaría en el país, para las futuras generaciones «porque Neruda es parte de nuestra identidad», dice.

Desde mediados de 2015, comenzó una secreta negociación con la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) hasta que finalmente el milagro ocurrió.

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Ángel Cabeza, director de la DIBAM, revisa parte de la adquisición

En enero pasado, el Estado de Chile le compró al coleccionista privado los archivos completo por$1.153 millones millones de pesos (1,5 millones de dólares), que incluye 20.000 folios el Archivo del Virreynato del Perú y Reyno de Chile, en el que destacan documentos invaluables como un manuscrito firmado por Isabel I de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos de España, en 1480, doce años antes de que se descubriera América.

“Como Dibam es imperativo trabajar en la recuperación del patrimonio; es nuestro deber ser. Lo que no adquirimos se dispersa o bien llega otras manos que muchas veces logra adquirir patrimonio de naciones que no pudieron resguardarlo. No podíamos arriesgarnos a perder estos verdaderos tesoros, que en muchos casos terminaran siendo parte del acervo de alguna universidad o coleccionista extranjero”, explica el Director de la Dibam, Ángel Cabeza respecto a la compra por parte de la institución, quien agrega que representa “un verdadero orgullo que estos documentos, manuscritos y primeras ediciones sean hoy parte del patrimonio nacional”.

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El documento de los Reyes Católicos. Año 1480.

«Origen de la historia»

Soto (Santiago, 1952) es un personaje singular. Entre 1968 y 1973 estudió Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Y fue poco después del Golpe de Estado que adquirió, gracias a unos ahorros, a un amigo que se iba al exilio, varios libros de lo que sería el principio su Colección Neruda. El vendedor había trabajado como secretario del Premio Nobel en la embajada de Chile en París, y por cosas del destino en uno de los libros que le vendió venía el telegrama en que la Academia Sueca anunciaba a Neruda la obtención del galardón.

«Eso me dio la idea de que podía tener acceso, si tenía una disciplina, si tenía los recursos, si tenía el conocimiento y las relaciones, y llegar más lejos», comenta.

El librero -dueño de la librería América del Sur de calle Merced- comenzó así, pacientemente, a reunir primeras ediciones o ejemplares raros de la obra del autor. Soñaba entonces con tener un primera edición del Canto General. En ese momento no lo sabía, pero lograría poseer todos los manuscritos originales de la obra.

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En sus palabras, lo guiaba «el afán de conocer el origen de la historia» de los libros del artista, algo muy relacionado con sus estudios de filosofía, que le confirieron una visión más amplia de las cosas. «Me interesaba saber cómo los poetas llegaban a hacer sus poemas. Primero compré sus libros, después las primeras ediciones, y cuando llegué más lejos quise comprar los manuscritos».

Fue a librerías y subastas de libros en Chile y Europa. En los remates lo usual era que la familia vendiera la biblioteca entera de un fallecido. O en Santiago, por ejemplo, visitaba la librería de Enrique Bobadilla, ubicada en la calle Compañía, frente al Liceo No. 1 de Niñas, que había sido frecuentada por el propio Neruda, quien también fue un gran coleccionista (y donó su biblioteca a la Universidad de Chile). Le ayudó también la red de contactos que forjó en el mundo literario gracias a su labor como poeta: amigos como Jorge Tellier y Enrique Lihn. Conoció así a amigos de Neruda, a los cuales también compró material, en Chile y el extranjero, gracias a una red de contactos de gran calibre, entre los que cuenta el recientemente fallecido erudito, Umberto Eco, autor de El nombre de la rosa.

Soto junto a Umberto Eco.

César Soto junto a Umberto Eco.

Cada ejemplar tenía una historia. Por ejemplo, de España en el corazón, impreso en plena Guerra Civil, se hicieron 1.500 ejemplares, pero hoy solo se conocen seis unidades en el mundo. Una es de Soto.

No sólo apuntaba a Neruda: también tiene otras colecciones dedicadas a Pablo de Rokha, Nicanor Parra, Gabriela Mistral y Vicente Huidobro. Tras el golpe de Estado, su pasión por los libros también fue una forma de «refugiarme de la adversidad histórica por todas estas conflagraciones ideológicas».

En 2004, para el centenario de Neruda, Soto publicó un libro único: El libro de los libros de Neruda (Editorial América Libros), una especie de Atlas en papel couché y a todo color de su Colección Neruda, con fotos y detalladas descripciones de los ejemplares. Fue entonces cuando en la DIBAM se enteraron en detalle que poseía este tesoro.

En 2010 hubo un primer acercamiento: le compraron por 18 millones de pesos los manuscritos de Omar Cáceres (1904-1943), un singular poeta maldito que fue contemporáneo de Neruda, además de otra colección de manuscritos chilenos de gran valor, por ocho millones.

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Pérdidas históricas

Pero faltaba lo más importante, la colección Neruda. Soto no quería que corriera la misma suerte que otros ejemplos de patrimonio bibliográfico que terminó en el exterior, como el Archivo Huidobro, cuatro cajas con una serie de manuscritos, correspondencia y fotografías, adquirida en Chile en los años 90 por la Fundación Getty de Estados Unidos; y el Archivo Enrique Lihn, con un total de 62 cajas con documentos del poeta, también compradas por la Fundación Getty. Soto explica que a ambos les jugó en contra no haber ganado nunca el Premio Nacional de Literatura, algo que en su opinión habría facilitado que el Estado comprara estos documentos.

No son los únicos casos. Antes, en Nueva York, en 1951, Chile perdió la biblioteca completa del empresario y filántropo chileno José Rodríguez, un amigo de Neruda que coleccionaba libros antiguos. «Tenía primeras ediciones de Bartolomé de las Casas, del Inca Garcilaso de la Vega, libros que hoy cuestan hasta un millón de dólares.», cuenta Soto. «Otra biblioteca importante que se fue de Chile era de Gastón Rudoff, que incluso tenía una primera edición de la Divina Comedia. Para comprarla viajó especialmente a Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial».

«Ha habido en Chile pérdidas de patrimonio bibliográfico importante», lamenta Soto. Durante mucho tiempo «no hubo una preocupación a nivel del Estado. Y no estoy acusando a nadie en particular, simplemente es una falta de políticas coherentes», sin duda vinculado «a los recursos económicos».

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Por las nuevas generaciones

Afortunadamente, en este caso fue diferente. Tras varios tira y afloja, finalmente en noviembre de 2014 hubo un acuerdo esencial entre Soto y las autoridades por la Colección Neruda. Pero había que pasar por una gran cantidad de trámites legales.

«Yo era un poco pesimista, porque muchas veces había sido testigo de que no había presupuesto para esto. Pero decidí tener paciencia y esperar. Hasta que ya en cierto momento hubo presiones desde Estados Unidos, y yo tampoco podía esperar indefinidamente. Todos nos vamos a morir y las cosas se pueden hasta perder», explica.

El interés norteamericano no sólo era por Neruda, sino también por las otras colecciones. «Si usted investiga, en América quedan pocas colecciones de esta naturaleza, donde alguien se dio el trabajo de juntar 400 años de documentos originales», comenta en referencia a su archivo de la época colonial, parte del cual adquirió mientras vivió en España.

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La oferta desde varias universidades de Estados Unidos fue contemporánea a la compra del archivo de García Márquez, relata Soto. «Había bastante interés de comprar todo», especialmente porque este coleccionista no sólo posee archivos de uno o dos poetas, sino de varios.

«Vino gente de Estados Unidos, acá a mi casa, a ver los libros. Vinieron a conversar y ver cómo lo podíamos hacer. Fue bien concreto. Si usted piensa, en Perú ya no quedan cosas, ni en Argentina, o queda poco. Para qué hablar de Bolivia, Uruguay, Paraguay, Brasil. No quedan archivos importantes en manos privadas. Las cosas o se perdieron o se fueron (al exterior). Por ejemplo, todo lo de Borges se fue a Europa o Estados Unidos».

Como sea, Soto siempre quiso que la Colección Neruda se quedara en Chile. «Pienso que este tipo de cosas tienen que ver con la identidad, y pensando en las futuras generaciones», expresa. «Yo ya estoy viejo, pero las futuras generaciones van a preguntar quien era Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, y dónde están las cosas. El país debe tener lo que le corresponde y poder mostrarlo en las ferias internacionales del libro. Siempre lo que se muestra es poesía, y qué más poesía que Neruda, Huidobro».

En enero pasado, finalmente la Colección Neruda («lo más importante es la Colección completa, porque es más que la suma de sus partes», insiste Soto) viajó desde su casa a la Biblioteca Nacional.

«Es una satisfacción que se quede en Chile. El coleccionista muchas veces es un tipo egoísta, que está obsesionado por tener y completar las colecciones. Es capaz de cualquier cosa por tener un libro que quiere tener y no tiene. Pero hay un momento en que el interés de uno se transforma en un interés público. Y eso es una forma de compensación que uno tiene que la intuiciones que uno tuvo en un tiempo, donde a nadie se le ocurrían las cosas que a uno se le ocurrieron, esas intuiciones funcionaron y forman parte de una comunidad, donde todos después tienen derecho a ir y ver las cosas. Para mí una satisfacción es que haya pasado al dominio público».

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Documentos invaluables

La colección documental Peruano-Chileno colonial incluye documentos invaluables que abarcan desde el siglo XV hasta el XIX, como algunos firmados por Bernardo O’Higgins, más una serie de escrituras públicas con la tasación de Indios en calidad de esclavos. Pero sin el más valioso, es el manuscrito firmado los Reyes Católicos de España. Escrito en español antiguo, el manuscrito posee los sellos reales y habla de un pueblo de la península ibérica, Berlanga. Su importancia radica en que será el más antiguo en los depósitos del Archivo Nacional.

Otros archivos relevantes dentro de la colección son el Código Constitucional de las provincias de Chile de 1812 y la documentación de la familia Avaria, que fue propietaria de la actual Casa Lo Contador que alberga la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica.

Los archivos se repartieron de la siguiente manera. Todo lo relativo a los documentos del Virreinato del Perú y Reino de Chile, son albergados por el Archivo Nacional, mientras que los manuscritos de Neruda están resguardados en la Biblioteca Nacional.

Aunque la colección de Neruda solo estará disponible para consulta de investigadores, desde la biblioteca aseguran que existen deseos de digitalizar los archivos en cuanto sea posible, ya que actualmente la obra de Pablo Neruda aún se encuentra bajo derechos de autor.

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